.” En el tramo final de su discurso de poco más de media hora, Abbas fue varias veces interrumpido por aplausos. “Es hora de que el pueblo palestino consiga su libertad y sus derechos. Ha llegado la hora de la primavera palestina, de la independencia”, continuó.
En el cierre, el presidente palestino citó a un poeta árabe. “Tenemos una sola meta, el ser, y así será”, culminó, con otra ovación de varios segundos de fondo.
Netanyahu
Las razones del orden de la lista de oradores de la Asamblea nunca están del todo claras, obedecen a distintas variables. La cuestión es que no había pasado ni una hora del discurso de Abbas cuando el premier israelí ya estaba en el estrado para responderle. Los estilos fueron bien diferentes. Abbas habló en árabe y con emoción. Netanyahu lo hizo en su fluido inglés americano, aprendido durante sus años de educación en Estados Unidos. A veces acodado sobre el atril, parecía un avezado político norteamericano. Incluso por su por momentos feroz tono irónico, ausente en el mensaje de Abbas.
Como cuando arrancó y dijo ser consciente de que Israel no tenía una buena imagen en las Naciones Unidas dado que había recibido en ese ámbito más condenas que el resto de las naciones juntas. Concluyó que esa “mayoría automática” podía decidir cualquier cosa. Puso como ejemplos que en algún momento la Libia de Muammar Khadafi presidió la Comisión de Derechos Humanos y la Irak de Saddam Hussein, la de Desarme. “Es la parte desafortunada de la ONU”, disparó.
Tanto Abbas como Netanyahu mantuvieron las formas durante sus discursos, hablando siempre a favor de un eventual diálogo entre ambos y tendiendo la mano hacia su rival. Sin embargo, durante la mañana, la representación diplomática israelí en las Naciones Unidas había difundido por Twitter y otros medios un supuesto discurso privado de Abbas en el que aseguraba que nunca reconocería “al Estado judío de Israel”, aun cuando Palestina obtuviera su reconocimiento.
La estrategia de Netanyahu fue presentar a Israel como la única democracia de Medio Oriente, una solitaria contención en una región de islamistas radicales. “No vine a buscar aplausos, vine a hablar con la verdad”, tiró, dolido por las ovaciones que Abbas había recibido unos minutos antes. “La paz debe basarse en acuerdos de seguridad, no debe salir por resoluciones de las Naciones Unidas. Los palestinos quieren un Estado sin paz, ustedes no pueden dejar que esto suceda”, siguió.
Dijo que era falso el argumento de Abbas de que el avance de los asentamientos era el motor del conflicto. Primero, porque el conflicto era previo a que comenzaran los asentamientos. Segundo, porque Israel se había retirado del sur del Líbano y de Gaza y la violencia había seguido. Más ironías: “Abbas dijo que los palestinos sólo están armados de esperanzas y sueños, pero no mencionó las diez mil armas y proyectiles que les proporciona Irán”. En otro tramo sostuvo “que la Primavera Arabe no se transforme en el invierno iraní”.
Netanyahu argumentó que Abbas ni siquiera pudo imponer la paz en Gaza, así que difícilmente pueda garantizarla a Israel. “No hay paz, hay guerra. Tenemos a Irán, que ha abatido a la Autoridad Palestina allí, a través de su satélite, Hamas”, definió. Concluyó que nadie querría tener el peligro tan cerca de sus familias. Por eso propone que “los palestinos deben conseguir la paz con Israel antes de conseguir su estado, después no lo vamos a poder hacer. Cuando haya paz, seremos el primer país en reconocer aquí a Palestina como Estado independiente”. Y le propuso a Abbas sentarse a negociar ayer mismo, en el edificio de las Naciones Unidas.
Con sus propuestas dialoguistas de cierre, Netanyahu también consiguió una despedida digna con una buena cantidad de aplausos.
*Periodista de Página 12, desde Nueva York
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