Pandora y Stradivarius

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 Frei Betto*
 
 
  Cuenta un mito griego que los dioses le dieron a  Prometeo  una caja que contenía todos los males.  Le advirtió a su mujer, Pandora, que de ninguna manera abriese la caja. Pero, picada por la curiosidad, ella desobedeció y los males se escaparon. Hoy, una de las cajas de Pandora más amenazantes son los ingenios nucleares,  441 en todo el mundo. Por más que los prometeos de las ciencias y de los gobiernos pregonen que son seguras, los hechos demuestran  lo contrario. Las manos de Pandora continúan provocando escapes.
 
 
El escape del ingenio nuclear de Chernobyl, Ucrania, en 1986, afectó a miles de  personas, sobre todo niños, y provocó una seria devastación ambiental. Se calcula que Chernobyl  causó la muerte de 50 mil personas.
 
Ahora tenemos el caso del ingenio japonés de Fukushima, afectado por un tsunami. Aunque todavía es pronto para evaluar la contaminación humana y ambiental provocada por el esparcimiento de sustancias radioactivas, incluso el gobierno japonés ha admitido su gravedad. Si el Japón, que presume de poseer tecnología de última generación, no fue capaz de evitar la catástrofe, ¿qué pensar de los demás países que disponen del fuego atómico?
 
En el Brasil tenemos los tres  ingenios de Angra dos Reis (RJ), construidos en un lugar de fácil erosión por exceso de lluvia, como lo comprueban los desmoronamientos ocurridos en la región el 10 de enero del 2010.
 
Pero no hay ausencia total de peligro en ningún tipo de ingenio nuclear. Todos ellos son vulnerables. Por tanto la decisión de construirlos y mantenerlos es de naturaleza ética. En cualquier momento pueden ocurrir accidentes naturales y fallas técnicas y humanas, como ya ha sucedido en los Estados Unidos, en la Unión Soviética y en el mismo Japón.
 
En 1979 se derritió el reactor del ingenio de Three Mile Island, en los Estados Unidos. En Chernobyl explotó el reactor. En Fukushima el agua abrió fisuras. No hay ningún sistema de absoluta seguridad para esos ingenios, por más que los responsables de los mismos insistan en decir lo contrario.
 
Incluso aunque un ingenio no permita escapes, no son seguros los depósitos del material empleado por los reactores. Y cuando el ingenio sea desactivado, la basura atómica durará por muchas décadas. ¡Ojo al cáncer!
 
En el caso de Angra, si sucediera algún accidente no hay cómo evacuar inmediatamente  a la población de la zona contaminada. La carretera es estrecha, no hay pistas de aviación para aviones grandes y los barcos demorarían mucho para acercarse al lugar.
 
Cada ingenio cuesta cerca de US$ 40 mil millones. La inversión no compensa, considerando que la energía nuclear representa apenas el 3% del total de modalidades energéticas funcionando ahora en el Brasil. Nuestro país dispone del 12% del agua potable del planeta. Con tantos recursos hídricos y el enorme potencial de energía solar y eólica, aparte la energía extraída de la biomasa, no se justifica que el país invierta en reactores nucleares.
 
En Italia fueron proscritos por referéndum. Suecia está desactivando  los suyos, y Alemania ha decidido, en mayo de este año, cerrar todos sus ingenios nucleares.
 
Los ingenios nucleares son como los violines ‘stradivarius’. Antonio Stradivari (1648-1737), italiano, construyó los violines más perfectos. Más de mil unidades, de los que todavía quedan 650. Hoy día un stradivarius  cuesta como mínimo US$ 2.5 millones. Un violín no es nunca exactamente igual a otro. Las maderas empleadas poseen diferentes densidades, la radiación sonora y la vibración difieren y pueden ser apreciadas por un buen oído.  Todos los stradivarius fueron hechos por artesanos que supieron guardar el secreto de su fabricación.
 
Así son los ingenios nucleares. No existen dos exactamente iguales. No es previsible lo que pueda suceder en el núcleo de uno de ellos si hubiera un accidente o alguna crisis. Así como se reconoce la calidad de un violín por su sonido, solamente por señales externas se puede conocer la gravedad de un derrame nuclear, verificando la temperatura, la radiación y la emisión de isótopos radioactivos como yodo 131, cesio 137, estroncio 90 y plutonio 238.
 
Un detalle de la caja de Pandora: el que no escapó fue el único bien que estaba mezclado con los males, la esperanza. A ella nos atenemos en este momento en que, en todo el mundo, hay movilizaciones para lograr la desactivación de todos los ingenios nucleares. Es hora de que el pueblo brasileño reaccione, antes de que se rompan las cuerdas del violín y vengan las malditas manos de Pandora a abrir de nuevo la caja nuclear.
 
*Teólogo y escritor brasileño, autor de “Diario de Fernando. En las cárceles de la dictadura militar brasileña”, entre otros 
 

 

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