PAPELERAS EN LOS RÍOS: PROPOSICIÓN DE PARAGUAY

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El ingrato y a ratos violento litigio que mantienen Uruguay y la Argentina por la construccion de dos plantas de celulosa en los alrededores de la localidad de Fray Bentos autorizadas por el gobierno uruguayo, se complica con la intervención del ministerio del Ambiente paraguayo, que terció en el complicado diálogo –hasta ahora estrictamente binacional– aduciendo razones de tipo ecológico para pedir el cierre –»temporal», dijo– de una papelera argentina sobre uno de los dos grandes ríos de la zona.

El asunto se complica con la salida a la palestra del ministro desde Asunción, toda vez que permite calibrar –a partir de una voz oficial– el respeto argentino por el ambiente.

También en Chile la celulosa está en el centro del interés de ambientalistas y capitalistas, pero, claro, la pulpa para fabricar papel y cartón no es el único asunto que los preocupa –aunque sus miradas tengan distintas perspectivas–.

Las luchas sociales incluyen los problemas ambientales, lo que signfica que muy probto incluirán taxativamente además los asuntos regionales, étnicos y culturales. Tal vez no como lo soñaron –o quisieron soñar– los teóticos del pasado, pero América se calienta, se revuelve y los pueblos, si diría, buscan la unidad a su modo.

fotoLos ríos

Los ríos Paraná y Uruguay conforman sendos sistemas fluviales originados en Brasil que, al unirse, dan origen al Río de la Plata. Ambos, además de conformar los límites de la provincia argentina de Entre Ríos –de ahí su nombre–, sirven también a lo largo de sus cursos de fronteras a cuatro países: Brasil, Paraguay, Uruguay y la Argentina.

El Paraná nace en el estado Paraná, Brasil, y a la altura de la represa de Itaipú marca los límites entre Paraguay y Brasil. Más al sur, en la zona denominada Triple Frontera, lo hará entre Argentina y Paraguay.

El Uruguay nace al sur del estado de Río Grande do Sul, también en Brasil, y en su decurso marca los límites entre este país la Argentina y Uruguay –y entre Argentina y Uruguay a lo largo de más de 500 kilómetros–. Al unirse con el Paraná forman el Río de la Plata. Antes de ello, principalmente el Paraná, da origen a uno de los deltas más hermosos del mundo, que se extiende desde el sur de Entre Ríos hasta unos 100 kilómetros al norte de Buenos Aires.

Ambos son ríos profundos –admiten la navegación de grandes buques– provocan periódicamente severas inundaciones y constituyen el hábitat de una gran variedad de vida animal –peces, pájaros, reptiles y mamíferos– y numerosos asentamientos humanos desde tiempos remotos.

La represas de Itaipú y Yacyretá, emprendimientos brasileño-paraguayo y argentino-paraguayo, respectivamente, son importantes proveedores de energía eléctrica a esos países.

Panorama actual

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La polémica argentino-uruguaya, que incluye en su desarrollo cortes de puentes y rutas entre amabos países y un notable enfriamiento de las relaciones entre Montevideo y Buenos Aires, se centra en la utilización del río Uruguay y desata el peligro, cierto, de los efectos de la operación de dos plantas de procesamiento de pulpa de madera para la fabricación de papel sobre su caudal.

Las plantas, una finlandesa y española la otra, conformarán el «polo celulosero» mayor de América y uno de los más grandes del mundo. La producción de papeles y cartones de embalaje será para exportación a los mercados internacionales; no hay en América Latina capacidad industrial o gráfica instalada para adquirir su producción.

Si bien no admite discusión el planteamiento ecologista de los defensores del ambiente en relación a los efectos contaminantes que tendrán la emisiones de ambas plantas sobre las aguas del Uruguay, no es menos realista tener en cuenta la existencia de otros argumentos económicos propios de la ideología «globalizadora» en boga.

fotoDesde hace mucho tiempo extensos territorios de ambos países vienen siendo «desmalezados» y «desarbolizados» de sus especies nativas para permitir la formación de grandes «bosques» artificiales de coníferas para alimentar a las papeleras. Árboles de rápido crecimiento que producen una serie de consecuencias negativas en el ambiente: exagerado consumo de agua, acidificación de la tierra, cambio de los preocesos de evaporación, expulsión de la flora y fauna originaria, fin de cultivos tradicionales, etc…

Para las papeleras ya instaladas en el norte de la Argentina tanto de capitales nacionales, extranjeros, entre las que se anotan chilenos, o mixtos, la competencia en el mercado local y países limítrofes de los «monstruos de Fray Bentos» –que no utilizarán tecnología de punta, base del reclamo ambientalista– amenaza sus utilidades.

Las plantas de celulosa no modifican sustancialmente el mercado de trabajo –no son tantos los puestos directos que ofrecen ni generan gran movimiento económico a su alrededor–, de tal modo que al margen del mayor ingreso que espera el Estado uruguayo vía tributación, no es totalmente desacertado sospechar que su empecinamiento a favor de ambas obedece a razones más bien políticas: ser considerado estable y favorecedor de las «inversiones privadas» para otros conglomerados.

Cabe señalar que la mayor parte de las industrias que se instalan en los países en «vías de desarrollo» no traen a éstos la mejor y más limpia tecnología para cautelar la pureza ambiental (es cara) ni pagan a sus obreros y empleados salarios paritarios con los existente en sus países de origen. En Brasil la creación del polo industrial en São Paulo tuvo un costo, en este sentido incalculable, que abarca también consecuencias genéticas humanas.

La imprevisión y falta de ética de la celulosa CELCO en Chile –entre las consecuencias de su puesta en marcha la destrucción por contaminantes de un santuario natural y la amenaza de contaminar además la costa marina– ha dado peso a los reclamos argentinos ante el gobierno uruguayo por la conservación ambiental. Sin embargo las autoridades argentinas no tienen demasiadas razones morales para sostener dichos reclamos.

Argentina y el Paraná

fotoLo puso en claro el ministro del Ambiente del Paraguay. Alfredo Molinas señaló que papeleras argentinas contaminan el río Paraná, por lo que «la medida más inteligente es exigir el cierre temporal de las papeleras argentinas que contaminan (el río)», frente a la localidad paraguaya de Carlos Antonio López, hasta que construyan sus plantas de tratamiento de efluentes.

La mención concreta del funcionario se refiere a la papelera BENFIDE S.A. de Piray. La planta lleva cotaminando el área no menos de 30 años.

Cuidadoso, Molina no planteó el cierre definitivo de esa planta –y otras– «sino simplemente que se tomen las medidas necesarias conjuntas entre ambos países para corregir el daño ecológico que los efluentes sin tratamiento están causando al río». Para ello propuso un cierre temporal de las fábricas. Y en caso de que quieran evitar el cierre temporal, «deberían construir un reservorio donde arrojar sus efluentes mientras encaran la construcción de sus plantas de tratamiento».

El ministro informó que se envió al ministerio de RREE los resultados del análisis realizado a las muestras de aguas extraídas de la margen paraguaya del río, a fin de que solicite formalmente a las autoridades ambientales argentinas una intervención para evitar que se siga contaminado.

fotoRíos, mares, aire, animales…
todo se puede destruir. Y lo hacen

En Santiago de Chile las cosas tampoco auguran pronta paz al sector papelero. Antonieta Fortt –ingeniera ambiental– de Océana Chile, probablemente la institución más seria y constante en la defensa del ambiente natural de ese país, publicó el nueve de marzo en el periódico Piensa Chile un notable artículo: Destrucción desde el río al mar.

Es el siguente:

Hace un año fuimos testigos del desastre que ocasionaron los vertidos de la planta de celulosa en Valdivia de la empresa CELCO en el río Cruces, en particular en el humedal Carlos Anwandter. En esa ocasión se comprobó lo dañino que puede ser la celulosa si no hace un tratamiento de sus aguas con tecnología de primera y lo débil que es nuestra institucionalidad ambiental para fiscalizar proyectos de este estilo.

La historia continúa. Luego del desastre en Valdivia se decidió construir un emisario submarino con el apoyo del gobierno de Ricardo Lagos. Pues bien, acaban de aplazar por un año la presentación del Estudio de Impacto Ambiental para evaluar este ducto al mar y la empresa puede seguir tranquilamente contaminando las aguas del río.

Da la impresión que la autoridad está convencida que la gran masa de agua que constituye el mar va a diluir lo suficiente los contaminantes orgánicos persistentes que descarga la celulosa sin ocasionar similares daños al ocurrido en el río Cruces.

Esta vez en lugar de cisnes serán peces. Los COPs o contaminantes orgánicos persistentes corresponden a un grupo de contaminantes que han sido creados por nosotros los seres humanos y nuestras actividades industriales. Los más conocidos para todos son los últimamente famosos dioxinas y furanos presentes en descargas de plantas de celulosa o en procesos de incineración. Estos compuestos son conocidos cancerígenos que debemos evitar que se generen.

Por ello, denunciar que la autoridad ambiental en reiteradas ocasiones no cumple con su deber de asegurar un mediambiente libre de contaminación, tal como esta consagrado en la Constitución chilena, no se trata, como se suele decirse, de una oposición al desarrollo de los proyectos de inversión en el país.

Muy por el contrario, al exigir a los industriales las mejorar tecnológicas acordes con las inversiones que ellos realizan, lo que se busca es que implementen tecnologías que están al alcance de sus bolsillos y de que asuman los costos ambientales que de otro modo tiene que asumir los afectados al pagar sus cuentas en salud.

Esto también corre para la planta CELCO Nueva Aldea y Constitución, donde también se van a descargar sus residuos industriales líquidos al mar, afectando seriamente la actividad pesquera, la recolección de mariscos y algas, y obviamente la actividad turística de cada uno de los lugares donde piensan descargarlos.

Es momento que se legisle de manera seria sobre los ductos o emisarios submarinos; el mar no es un basurero y las personas que se alimentan de él no pueden ser los filtros que faltaron para el tratamiento de las aguas sucias.

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Fuentes

Diario ABC Color de Asunción (www.abc.com.py); periódico digital Piensa Chile (www.piensachile.com).

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