Paracas del antiguo Perú: Las tejedoras que vencieron a la muerte
Los rostros creados por las tejedoras Paracas de hace más de 2000 años producen el mismo impacto que los rostros pintados por Basquiat en los 80. Tanto en los grafitis de Basquiat, como en los mantos funerarios Paracas, un rostro es todos los rostros, pero cada uno posee su propio carácter. Son seres únicos, que no se conforman a un molde, o a un tiempo determinado. No pertenecen al pasado ni al presente ni al futuro. Son caminantes del tiempo circular, sin principio ni fin.
La colección de textiles precolombinos del museo Amano de Lima ofrece un recorrido deslumbrante a lo largo de más de 5000 años de tejidos de algodón y lana de camélidos ejecutados con maestría sin par por los pueblos originarios de Perú.
Me siento atraída -como por un imán- hacia los “tejidos para la muerte” de la cultura Paracas (800 a.C. a 200 a.C.) de la costa sur del antiguo Perú, en la región del Ica. Estos tejidos fueron hallados en fardos funerarios y datan del 300-200 a.C. Figuran entre los tejidos más antiguos conservados gracias al clima seco de la región.
Desde la tela y bordado en lana, nos observa un guerrero Paracas de más de 2000 años, tan actual e irreverente como una figura de Basquiat. Asentado con firmeza pero sin rigidez, con las rodillas levemente flexionadas, el cuerpo está en estado de alerta, listo para defenderse y atacar si es necesario. No está en batalla sino a la espera.
Defiende una tumba, defiende una comunidad, defiende una cultura. Lleva una malla protectora de metal dorado con tachas oscuras, sostiene una barra/lanza con la mano derecha y un escudo metálico con la izquierda, tiene una falda amarilla con una guarda de cuadrados y franjas verde con borde rojo, los tobillos están rodeados de una tira amarillenta que sostiene las usutas (sandalias) y en la cabeza lleva un turbante/adorno de colores amarillos y verde, terminado en un penacho amarillo. La expresión es de alerta serena en la jornada interminable que es el camino al más allá.
¿Quiénes tejieron y bordaron este y los cientos de otros cuadros que representan la visión de una cultura sobre la vida y su contrapartida, la muerte? Mujeres y niñas del pueblo Paracas que trabajaban a la par en talleres especializados de tejedoras.
Las niñas aprendices se encargaban de recoger las fibras usadas para tejer y teñir las telas. Las jóvenes cardaban la lana de llama, vicuña y alpaca. Las mujeres hacían los tejidos más finos y las ancianas (quizás por el desgaste de la vista a lo largo de una vida tejiendo) se encargaban de los tejidos más gruesos con menor nivel de detalle.
En la cultura Paracas, al igual que en todas las culturas precolombinas de los
Andes, los tejidos tenían un valor que trascendía la necesidad de cubrir el cuerpo y producir objetos-símbolo de estatus social. Más allá del fin utilitario, fueron un medio de expresión artística altamente desarrollado, en el que plasmaron sus ideas sobre la vida, la muerte, la religión y la sociedad. Las tejedoras eran hábiles artesanas y muchas de ellas artistas excepcionales.
Los rostros creados por las tejedoras Paracas de hace más de 2000 años me recuerdan los rostros pintados por Jean Michel Basquiat en los años 70 y 80 en Nueva York. En un grafiti de Basquiat, cada rostro afroamericano interpela el racismo y el colonialismo con una expresión única. En un manto funerario Paracas, los rostros se confrontan con la muerte, mirándola de frente, con actitud propia. En ambos casos, un rostro es todos los rostros, pero cada uno mantiene su personalidad. Son seres únicos, que no se conforman a un molde, o a un tiempo determinado. No pertenecen al pasado ni al presente ni al futuro. Son caminantes del tiempo circular, sin principio ni fin.
Las tejedoras andinas urdieron tejidos de vida para la muerte: niñas y mujeres recogieron los pigmentos, prepararon las fibras, construyeron los telares, hilaron el tejido y bordaron figuras de aves, felinos, dioses, chamanes, guerreros, hombres y mujeres andinos. Sus tejidos vencieron a la muerte no con lanzas ni piedras, sino con la fuerza arrolladora de la creatividad que trasciende el tiempo, que es eterna como el agua y el aire…