Parada-Lillo, de Quilapayún: «Reforzar los principios de nuestras utopías»
Mario Casasús*
Rodolfo Parada-Lillo incorporó su voz, zampoñas, cuerdas y percusiones a Quilapayún en 1968 –junto a Patricio Wang es director artístico del grupo folklórico–; los acompañan Patricio Castillo (cofundador en 1965), Álvaro Pinto, Mario Contreras, Chañaral Ortega, Sergio Arriagada y Rodrigo González.
Todas las voces citadas le han dado continuidad y actualización al proyecto estético y de resistencia política de Los tres barbudos. Rodolfo Parada-Lillo fue nombrado Caballero de Artes y Letras (Francia, 2005) por su inclaudicable trayectoria al frente del grupo.
Durante la gira de Quilapayún por Sudamérica en julio de 2006, fueron declarados Visitantes ilustres de Montevideo (tiempo después la alcaldía distinguió al escritor Eduardo Galeano, el 12 de junio de 2008); en octubre de 2004 el cantidado del Frente Amplio, Tabaré Vázquez les agradecía que la canción inédita Aquí estamos formase parte del CD Canto por el cambio. Cito al presidente Vázquez: "Nos demuestra que el grupo Quilapayún sigue estando al servicio de las causas más justas que conmueven a nuestro continente".
En septiembre de 2003, Quilapayún se presentó en Ciudad de México (Auditorio Nacional) y ofrecieron un concierto gratuito en el Zócalo junto a Los Folkloristas, Inti-Illimani e Illapu; Rodolfo Parada-Lillo aclara el "quilombo" del Quilapayún espurio que se presentará en México mañana tres de julio.
Mediante una sarta de mentiras el productor Hiquíngari Carranza sostiene que los músicos chilenos no viajan al país azteca desde hace 25 años, que su primer recital fue en 1983 (en realidad debutaron el 4 de mayo de 1975 en Bellas Artes) toda una historia a conveniencia de Eduardo Carrasco, quien abandonó al grupo durante 25 años; además Parada-Lillo conversa sobre la influencia de Salvador Allende y Víctor Jara, el desexilio, la Cantata Santa María de Iquique (grabada en 1970 y adaptada al francés por Julio Cortázar en 1978), de Sergio Ortega y sus composiciones: Ven-seremos y El pueblo unido, jamás será vencido.
–En el DVD A Palau (grabado en Barcelona y distribuido en Santiago de Chile, 2003) le dedican una canción a Salvador Allende. ¿Qué sería de ustedes sin el legado moral y político del Compañero Presidente?
–A los jóvenes que no lo conocieron, les pedimos en la canción que se interroguen sobre las razones por las que Allende seguirá adherido a nuestra historia: "Pregunten por su aliento detenido/ quienes por vida y omisión/ no conocieron su palabra/ pues no escapa a la evidencia/ que su vida, sin tardanza, reclama una presencia en el camino/ Se siente, amanece… Allende".
Su legado político incuestionable, en donde se reúnen, entre otras cosas, su respeto por la democracia, su lucha por la justicia social, su acompañamiento al renacimiento cultural de nuestro país, su búsqueda de una unión latinoamericana apoyada en la dignidad de cada país del continente, en fin. Por otra parte, su entereza moral, su consecuencia, su valentía, la profunda conciencia que él tenía de deberse a un pueblo, el chileno.
Me parece que esa es la catapulta que lo lanzó al mundo, y que hizo que al día de hoy aún se le recuerde y respete. Los artistas que nacimos en aquella época somos tributarios de un empeño político y moral propio al pueblo chileno, liderado y representado por Allende. Seguramente seríamos aún buenos artistas, pero nuestro alcance se lo debemos en una gran medida al tsunami que significó para la sociedad chilena la toma del poder por parte de un pueblo organizado.
–Lom reeditó: Víctor Jara un canto inconcluso (2008) escrito por su viuda Joan Turner ¿Por qué cada vez crece la voz de Víctor? En lo estético e ideológico ¿Cómo afinó a Quilapayún el canto valiente de Víctor Jara?
–Cuando Quilapayún contactó a Víctor Jara en 1966 para que lo dirigiera artísticamente (lo que hizo hasta 1969), Víctor ya era un hombre de una gran experiencia en la canción y en el teatro. Su implicancia política aún no era muy visible, aunque él ya había compuesto y tenía en barbecho muchas canciones de corte popular, campesino y urbano.
En la época, yo creo que el encuentro entre Víctor y Quilapayún fué el encuentro de dos potencias. La de Víctor, la del creador individual que empezaba a ser comprendido en tanto fuerza rebelde, impulsora de una nueva propuesta para la canción chilena, en el camino de lo que había señalado Violeta Parra. La de Quilapayún, la de un grupo de intérpretes intransigentes, portadores de una nueva estética grupal, que le impregnaba a la canción la rabia que requería la época.
Con el tiempo me parece que ambos aprendimos del otro. Por ejemplo, recuerdo que el arreglo de Plegaria a un labrador fué realizado de manera colectiva, en un entendimiento a través del cual todos encontrábamos nuestra propia expresión y nuestro placer; en este arreglo están presentes la finura melódica y armónica de Víctor, así como la fuerza interpretativa y la búsqueda de una progresión dramática propia al estilo de Quilapayún.
Víctor guiaba el resultado pero, como siempre, experiencia que desarrolló después con otros intérpretes, IntiIllimani, Huamarí, Amaranto, estaba muy atento a todas las proposiciones, para insertarlas en lo que ya era una estética muy afirmada en él. Naturalmente, el mérito del impacto de la canción está en la escritura del texto y la música por Víctor.
Creo que Víctor nos transmitió el virus del artista de verdad, del que le hace frente a la adversidad y que sigue adelante pase lo que pase, digan lo que digan; ser artista para expresar y expresarse, esa simbiosis entre el interior y el exterior, entre el arte y la sociedad. Como en el caso de Allende, en el plano artístico la voz de Víctor crece porque en él se reúnen innovación, autenticidad y coraje, elementos indisociables hoy en el canto popular chileno.
–El 4 de mayo de 1975 Quilapayún se presentó en el máximo recinto del Distrito Federal, el Palacio de Bellas Artes; en 2003 compartieron con Inti- Illimani e Illapu en el Auditorio Nacional y el Zócalo ¿Qué recuerdos tiene de México?
–Pongamos de lado el encanto del pueblo mexicano, el inmenso cariño que siempre nos demostraron, y la acogida calurosa que brindaron a nuestros compatriotas exiliados. Los valores de fraternidad y generosidad del pueblo mexicano son conocidos y reconocidos por todos.
En lo que nos concierne, lo que más nos impacta cuando vamos a México es su gran fuerza cultural, identitaria, que sólo puede compararse a la de la región andina con centro en el Altiplano peruano. Estos dos polos culturales son los que iluminan en cierta manera todo nuestro futuro. Porque si América latina tiene un futuro, éste tendrá que apoyarse en todas las fuerzas vernáculas del continente.
Es a través del fortalecimiento de estas dos fuerzas culturales ancestrales que podrán también salir a la luz los otros pueblos indígenas hoy día aplastados por una modernidad demasiado arrogante en su avance tecnológico. Nosotros esperamos mucho de este fortalecimiento, porque es la condición para construir la unión latinoamericana que, más allá de su fuerza económica, proponga al mundo un diálogo intercultural sólido, porque basado en la modernidad de nuestras culturas ancestrales regulada por sus auténticos propietarios, nuestros pueblos.
–Pareciera que ustedes no vivieron lo que Mario Benedetti conjugó como El desexilio ¿soñaron con regresar definitivamente a Chile?
–Yo no sé como se hace la vida de los hombres. De repente te encuentras aquí o allá. Aquí y allá. Es un problema complejo al que hemos tratado de escapar pensando que vivir en Francia es seguir viviendo Chile aunque de otra manera. En cualquier caso es un problema frente al cual todo individuo tiene una manera particular de apearse.
En mi opinión, es claro que ningún exilio puede considerarse como un movimiento natural. No obstante, obligado a esa circunstancia, hay un forzozo acomodo de la vida que no siempre es adverso si uno logra inventarse un nuevo destino. El camino que estaba trazado en el país de origen sufre reveses, rupturas y bifurcaciones sorprendentes que probablemente nos separan de lo importante que estábamos haciendo –siendo– o que teníamos que hacer –ser–.
Los chilenos tuvimos que vivir esta situación de manera brutal y dramática. Pero en la capacidad de desviarse lúcidamente de lo que estaba previsto, hay un desafío inesperado y apasionante que necesariamente nos enriquece y nos completa humanamente. Los años pasan, la vida es corta, hay que seguir amando, hay que seguir buscando un lugar –otro– en el entorno social adjudicado.
Con el tiempo, el lugar al que uno pertenece pasa a ser una cuestión de sensibilidad personal. Se puede ser alemán y vivir feliz en el sur de Chile, japonés e integrarse a la vida política del Perú, israelita y realizar las mejores investigaciones en un entorno canadiense, chileno y gustar del savoir vivre intelectual y gastronómico francés.
Dicho ésto, todavía no nos hemos enfrentado a la posibilidad real de regresar a Chile en tanto grupo. En ese momento –aparte de releer a Benedetti– quizás te responderé de otra manera. En el intertanto, Chile es nuestra neurosis colectiva preferida, y las canciones que hacemos nuestra terapia permanente.
–Qué pasó en 2003? ¿No pensaron que al invitar a Eduardo Carrasco a los recitales por los 30 años del magnicidio ustedes vivirían su propio golpe de Estado en menor escala?
–Cuando supimos que la invitación al Quilapayún había llegado "oportunamente" a las manos de Carrasco, nosotros previnimos a la Fundación Allende de lo que estaba ocurriendo. Pero perseveraron en su equivocación, por lo cual dedujimos que el empresario organizador, Alfredo Troncoso, antiguo empresario chileno nuestro y con el que estábamos peleados por conciertos impagos, tenía el control de la situación además de un negocio jugoso.
Pero la actual situación la vivimos más bien como un "tancazo", prolongado quizás más de la cuenta, no como un verdadero golpe de Estado. Para ello se hubiera requerido levantar un proyecto artístico alternativo. Pero no lo hay, al frente nuestro tenemos simplemente una empresa famliliar de carácter paseísta, que profita del trabajo de continuidad que nosotros hemos sabido llevar adelante contra vientos y mercados.
Estas divisiones son un profundo dolor para los que guardan un recuerdo de la entereza y de la dignidad de nuestro conjunto. Es nefasto que el síndrome mediático de algunos exponga a la luz pública, de manera farandulera y con falsedades repetidas, cada episodio de esta mascarada.
Es el Quilapayún entero el que sale dañado con esto. Y si los ex-miembros reagrupados no lo entienden, y perseveran en ese tipo de acciones, es justamente porque hoy tienen un apego artificial a la historia del Quilapayún. Además, tú sabes, equivocarse es humano, pero "perseverare, diabólicum".
–¿Cómo toman ustedes la estrategia comunicacional y las declaraciones recientes hechas por un ex-miembro de Quilapayún y un malintencionado productor mexicano, en la revista Proceso o La Jornada y Notimex?
–Entre todos los que fueron abandonando el conjunto hasta el año 2003 suman casi 80 años fuera de Quilapayún. Este es un hecho, indiscutible, suficientemente fuerte como para entender el fondo del conflicto: los ex-miembros se reagruparon el año 2003 para aprovecharse comercialmente del trabajo que nosotros continuamos desarrollando a pesar de su alejamiento del grupo.
¿Nuestro sentimiento? Por una parte, es penoso ver cómo se instrumentaliza a los hijos, ¿Quilapayún le pertenece una especie genética? Estos niños deberían reflexionar respecto de la onda en la que los tienen metidos.
Por otra parte, da vergüenza ajena ver que algunos de los que se fueron ya hace muchos años, sin mucho pesar, hoy se presenten como "históricos" e incluso "fundadores" según la inocencia del periodista. Ahora inventan que el Quilapayún no ha estado en México hace 25 años.
Es el Quilapayún –codirigido por Patricio Wang y yo mismo, e integrado entre otros por el miembro fundador Patricio Castillo– el que estuvo el año 2003 en el Auditorio en ciudad de México, junto a Illapu e Inti-Illimani, para conmemorar los 30 años del golpe de Estado y de la muerte de Salvador Allende. Las fotos y las reseñas de la prensa mexicana, por ejemplo La Jornada (nota de Arturo Cruz; 06.09.2003) y Milenio Diario (Araceli Calva; 07.09.2003) de este acontecimiento son indesmentibles y se pueden ver en el sitio www.quilapayun.info
–¿Por qué es un tribunal parisino el que dictaminó en diciembre de 2007 que ustedes no pueden utilizar el nombre Quilapayún en Francia? ¿Cómo va el proceso judicial en Chile?
–La decisión francesa es simplemente lo que se denomina "un error judicial", es decir, una decisión que no tiene ni pies ni cabeza. Que un juez francés, contrariamente a la realidad de los hechos, haya imaginado que nuestro grupo se dividió el año 1988 y que una parte se regresó a Chile (a la "madre patria" dice textualmente) para hacer existir al grupo allá, es simplemente el resultado de una ligereza en la interpretación documental.
Todo el mundo sabe que, cuando cayó Pinochet, el Quilapayún se quedó residiendo en Francia desarrollando actividades artísticas de grabación de CD y DVD, conciertos en los cinco continentes, reportajes para la TV y el cine, entrevistas. Por eso es que esta decisión judicial, errónea, está en apelación ante una Corte francesa, y es por eso que nosotros tenemos confianza en que se repare este error.
En cuanto a Chile, hay una decisión del Departamento de la Propiedad Industrial que otorga el uso del nombre a todos los que han hecho parte del grupo. Esta decisión, que en apariencia es salomónica, no se hace cargo del abandono del grupo por parte de los ex-miembros hoy reagrupados, y deja a la marca Quilapayún desprotegida. En cualquier caso, veremos como evolucionan las cosas en el futuro y mantendremos informados, responsablemente, a todos nuestros seguidores.
–El 21 de diciembre de 2007 se cumplió el centenario de la masacre en la Escuela de Santa María de Iquique. ¿En qué reflexiona? ¿Qué emoción despierta en usted interpretar la Cantata de Luis Advis?
–Nosotros realizamos una gira por Uruguay, Argentina y Chile en julio del 2006. En ese momento programamos una extensa gira por Chile para el 2007, con la Cantata Santa María, para conmemorar los 100 años de la masacre de obreros del salitre en Iquique el 21 de diciembre de 1907. En total realizamos 16 conciertos en las principales ciudades de Chile. Recibimos el patrocinio de la "Coordinadora Nacional para la Conmemoración del Centenario de la Gesta de los Trabajadores Calicheros de la Escuela Santa Maria de Iquique de 1907", organismo que reunió partidos políticos de izquierda y centro-izquierda, organizaciones sindicales e intelectuales, es decir, un inmenso conglomerado sociopolítico popular.
Además, el director de la Escuela Santa María y el Gobierno de Chile nos invitaron especialmente a Iquique para cantar la Cantata Santa María el mismo 21 de diciembre, 100 años día por día después de la masacre de trabajadores. Te imaginarás que toda esta gira la realizamos impregnados de una gran emoción. Fué un un momento de reflexión y de memoria en torno a lo ocurrido en aquel año. Pero también nos sirvió para hacer recordar todas las masacres ocurridas en Chile en el transcurso del siglo pasado, así como todos los atentados a los derechos humanos que han jalonado nuestra vida nacional recientemente.
También fué un momento de homenaje al coraje de trabajadores humillados y explotados. Hay gentes que merecen que uno se incline ante ellos con respeto y agradecimiento por haber nutrido nuestras conciencias de hombres libres a través de sus luchas y hasta de su sacrificio. Nuestros conciertos fueron un homenaje a aquellos trabajadores para quienes la Patria era simplemente el respeto a su trabajo y a su condición humana.
En fin, fué también un momento de homenaje a Luis Advis, iquiqueño, autor del texto y de la música de la Cantata, quien desenterró con esta creación un hecho olvidado por la historia oficial. Pero también con esta obra Advis dejó un legado y un desafío creativo muy grande, porque esta nueva forma musical instaló en Chile el género de las "Cantatas populares", es decir, obras de largo aliento desarrolladas como un todo orgánico sobre la base de elementos tradicionales.
–Ustedes son "Los tres barbudos", en mapudungun ¿Siguen considerándose marxistas? ¿Qué homenaje pueden hacer por los mapuche que les dieron nombre e identidad y ahora son tratados de terroristas?
–Los barbudos marxistas de los años 70 han visto desfilar bajo sus ojos hecatombes espeluznantes. No sólo la chilena. Más esencial aún, el derrumbe irrecuperable de la utopía que alimentaba a más de la mitad de los humanos. Como esta misma mitad de humanos, nosotros también hemos tenido que sacar lecciones de todo esto.
Las nuestras, más allá de doctrinas y manuales, nos llevan a reforzar los principios que sustentaban nuestras utopías, quiero decir la defensa de una creación libre e independiente, la lucha por la justicia social, la defensa de una educación y de una salud gratuítas y básicas para todos, la representación y la participación democrática de todos los sectores sociales, la defensa de nuestras culturas aborígenes, en fin, todo aquello que siempre ha nutrido el espíritu de Quilapayún.
En cuanto a los mapuche, nosotros, aunque estemos lejos de Chile, siempre estamos apoyando toda iniciativa y pelea que contribuya al reconocimiento real –territorial, económico, cultural y político– de esta parte esencial de nuestra identidad en tanto pueblo.
En este rubro se inscribe nuestra más enérgica condena a la violencia en contra de los mapuche y nuestra solidaridad con Elena Varela, Patricia Troncoso y todas las personas que luchan por su libertad. Creo que el mejor homenaje que podemos rendir al pueblo mapuche es el seguir portando con dignidad, ética y artística, el nombre que ellos nos prestaran: Quilapayún.
–Finalmente, El pueblo unido jamás será vencido de Sergio Ortega y la actualización que hizo Nicanor Parra –izquierda y derechas unidas jamás serán vencidas– ¿En aquel tiempo las canciones y antipoemas no eran de nadie, o más bien, eran de todos?
–En mi opinión Nicanor Parra, quien es un escéptico fundamental, retoca con un humor inigualable la opinión esperanzada de Sergio (y nuestra también) sobre la victoria final de las clases populares. Nicanor nos dice que la tierra será de todos o de nadie; el problema es que no aclara que la derecha no quiere la tierra para todos sino para algunos privilegiados.
Las canciones y los poemas son lo que los pueblos hacen con ellos. Y al parecer la canción de Sergio Ortega aún es útil en muchas partes del mundo.
Termino reivindicando a otro poeta chileno, Vicente Huidobro, que en su poema Fuerzas naturales (musicalizado para el grupo por Patricio Wang) nos propone dar desde una a diez miradas para extraer lo mejor de este mundo caótico por el que transitamos. El poema termina diciendo: "Diez miradas/ para ver la belleza que se presenta/ entre un sueño y una catástrofe".
¿Qué forma más esperanzada se puede proponer para sobrevivir a todas las realidades contrastadas por las que hemos tenido que atravesar?
* Periodista latinoamericano nacido en México. La entrevista se publicó originalmente en el diario digital www.elclarin.cl y se reproduce aquí por gentileza del autor.