Paraguay: la infancia puede ser un drama sin final

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Sujetan el marco de las diferentes modalidades que presentan los riesgos que padece la infancia factores como: el hambre, el abandono, la indiferencia y la frustración del universo adulto marginado de los esplendores que promete la competitividad del sistema social y económico mundializado.

Objetos favoritos de la perversión en todos los planos, niñas y niños son referentes obligados en los negocios del turismo sexual, de las guerras «periféricas», del trabajo agrícola y otras actividades comerciales.

Mientras una ola polar blanqueaba el sur de la Cordillera de Los Andes, el 10 de junio, el representante de UNICEF en Paraguay presentó en Asunción el informe de la institución sobre «El impacto del conflicto armado en los niños, niñas y adolescentes».

Víctimas de uniforme

Adriano González Regueral, flanqueado por Orlando Castillo y Enrique Bozzano, de la organización Paz y Justicia (SERPAJ) insertó al país suramericano en la estadística de más de 300 mil niños soldados obligados a cargar armas en el mundo.

Existe en Paraguay -señala el informe- un número importante de menores en los cuarteles -que permiten, además su incorporación aunque tengan problemas de salud- y se hace la vista gorda a la falsificación de certificados de nacimiento de los adolescentes, muchas veces realizada por los mismos militares o la policía. Indica el informe que se constató la muerte de «al menos 57 niños soldados desde 1989». No es un fenómeno nuevo: en 2001 el Comité de Derechos Humanos de la ONU referido a la infancia manifestó su preocupación por los casos de tortura y maltrato de reclutas, incluyendo niños.

Entre los años 2000 y 2001 se hizo pública la adulteración masiva de certificados de nacimiento y la corrupción a costa de los soldados. En ese tiempo el enrolamiento de menores de 18 años fácilmente sobrepasaba la mitad de toda la tropa. Entre 1989 y 2004 existen «57 casos denunciados de muertes de niños soldados», parte de los 113 registrados desde 1989, incluidos los caídos en el golpe militar que depuso al dictador Alfredo Stroessner, que fueron 25 muchachos.

Prostitutas del Primer Mundo

Coincidente con la aprobación en Paraguay del convenio universal -patrocinado por la ONU- que castiga la trata de mujeres y niños, se dio a conocer el caso de alrededor de 50 jóvenes paraguayas obligadas a prostituirse en España.
La convención tiene por objetivo prevenir y combatir el tráfico de personas, en especial de mujeres, niños y jóvenes menores de 18 años, según el acuerdo adoptado en Nueva York (EEUU) en noviembre de 2000 y suscrito por el Paraguay el 12 de diciembre de ese año.

la Convención apunta que el tráfico de personas es la captación, transporte, traslado, acogida o recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción; el rapto, fraude, engaño, abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad y la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación.

Las víctimas, cuya suerte se conoció hace poco, dijeron que viajaron engañadas para trabajar en la ciudad española de Cuenca, pero fueron coaccionadas una vez que llegaron al país europeo y terminaron como prisioneras en un burdel, donde debieron prostituirse bajo amenazas.

Esos niños que nadie parece ver

Los niños de la calle son un fenómeno común en los países del Tercer Mundo. Duermen apiñados en las estaciones de ferrocarril o de buses de larga distancia, contra las cerradas puertas de los templos católicos, en plazas y paseos públicos, debajo de las vitrinas de las tiendas, en fin, en zaguanes y estacionamientos.

En Asunción del Paraguay se contabilizan por lo menos 300 menores que mercan todo tipo de productos y realizan distintos trucos cuasi circenses en las calles de la ciudad y duermen a la interperie. Otro grupo, imposible de contabilizar cuenta con domicilio, al que se retiran una vez llegada la noche. Muchos de ellos son explotados por sus padres o parientes. Se ignora el número de los que son objeto de agresiones sexuales.

Salvo en detalles, su vida es idéntica en Buenos Aires, México, Caracas, San Pablo o Santiago de Chile. Se los ve a plena luz del día aspirar ante la indiferencia general pegamento y otras sustancias nocivas, ofrecer imágenes del santoral cristiano, mendigar, cometer pequeños hurtos y huir de la policía cuando ésta los persigue. Son decenas de miles de muchachitas y muchachitos sin escolaridad -abandonan la escuela por falta de medios- a los que la familia los pone a «trabajar» y que en cantidades no determinadas ingresan periódicamente en la escala más baja de la delincuencia y las redes de pedofilia.

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Corresponsal.

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