Paraguay, óptica europea. – EL ARZOBISPO ES PRESIDENTE

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Palos a Montesinos y a Cristóbal de Las Casas, jesuitas de Misiones sacrificados en aras de la «real politik»· vaticana, monseñor Romero asesinado en el Salvador porque resultó desagradable a la administración Reagan. Pero en la sombra de la teología de la liberación ha nacido un nuevo obispo. Fernando Lugo es el primer pastor jefe de Estado en la América del Sur, tal vez del mundo. Obispo amerito aunque el 22 de diciembre de 2006 haya presentado la renuncia al ministerio. Ser obispo es como estar bautizado: es posible deshacer el compromiso con las jerarquías, pero el sacramento queda. Imborrable como el sacerdocio.

Cuando un periodista llegó a Asunción el pasado mes de noviembre para comprender quién es ese obispo, Lugo suspira: «Usted viene de Italia, Roma». No esconde cierta melancolía por el horizonte perdido. En pocos días cumple 57 años. Responde las preguntas agarrado al volante de la 4X4 que lo ayuda a sobrevivir en las rutas de tierra y barro de la campaña electoral. Pequeñas ciudades, aglomerados de pocas casas olvidadas, de calles sin asfalto: las tres cuartas partes del país son así.

Camisa cortada de lino blanco, sandalia franciscana, camperita negra. Si el público que aplaude es indígena guaraní, sube a la tarima con una bufanda colorida sobre su espalda. Casi un uniforme desde que dejó la dignidad de obispo. Detrás de los anteojos mirada de intelectual comprometido con la utopía: son muchos en América Latina.

«No es utopía», la voz quieta se encrespa en la protesta que parece un susurro. Elige las palabras con la prudencia del pastor que por treinta años distribuyó palabra desde el altar. El altar de un sacerdote vigilado por la policía por inmiscuirse en los problemas de los campesinos aplastados por los latifundios: centenares de horas de trabajo a la semana, un dólar al día. «Imposible soportarlo»·, repite mientras disminuye la velocidad. Cruza un pueblito y la gente se amontona. Corre en el polvo del auto que la precede: ángeles custodios del ministerio del interior. Sonríe: «Para protegerme, pero también para espiarme. Cada noche escriben una lista de las personas con las que me encuentro».

Bajo la lona de los puestos del mercado encuentra a un viejo cura. Se acerca y lo bendice con las manos en la frente. Por un minuto rezan juntos, luego el abrazo respetuoso: «Augurios», el cura se aleja.

Esta es la más extraña campaña electoral a la que un periodista haya nunca asistido. Lugo mueve su cabeza: «En la sombra algunos siempre preparan algo. No quieren perder los negocios. La corrupción es el cáncer que devora desde medio siglo a Paraguay. Los colorados de la dictadura del general Stroessner se han transformado en colorados del partido único: 61 años de poder, de negocios y policía en las mismas manos».

Viene de una familia perseguida por la dictadura y los autócratas que tomaron su lugar. El padre era militar: No se resignaba a la degeneración del partido colorado donde había puesto todas sus esperanzas. Veinte veces en prisión: «Venían para arrestarlo como si tuviera que pagar una multa. La valija estaba siempre lista. Sin protestar los seguía y para darse ánimo se decía a si mismo «es el precio a pagar por tener dignidad».

Tres hermanos obligados al exilio luego de ser apresados y torturados. Uno falleció en Suecia, otro sobrevive en Francia, el último lo acompaña en la campaña electoral. En 1977 Fernando se hace cura, congregación del Verbo Divino: de inmediato misionero en Ecuador. «Por cinco años he tenido la oportunidad de profundizar la teología pastoral con teoría y practica cotidiana». Los estudios le han permitido comprender las condiciones sociales del continente:

«He aprendido a mirar a la gente de manera diferente y tomé conciencia de la inutilidad del desespero: tenía que hacer algo para ayudar la esperanza. Comprender el trabajo de los pobres, que eran casi todos: Ecuador, Paraguay, Brasil, Centroamérica. El testimonio recibido me ayudó a conectarme más con la fe porque la fe no es sólo observación contemplativa, sino relación con la realidad».

Confía en la teología de la liberación cuando Roma la sofoca con prudencia y bellas palabras. En 1982 la misión termina, vuelve a casa. Coordina las cooperativas y asociaciones de trabajadores del campo. Llevado preso y expulsado «por atentado a la paz social»: arrogancia que confirma la micro historia de millares de familias con la dignidad pisoteada en las crueldades cotidianas.

Roma, se ponía melancólica al primer encuentro. Roma ha sido el refugio de su exilio, cuatro años que le enseñaron la moderación de las democracias moderadas. Pero moderación no quiere significar renuncia. En seguida de ser arzobispo de San Pedro Apóstol, diócesis pobrísima del Paraguay pobre, organiza alrededor de su cátedra depósitos de consumo directo: del pequeño productor al pequeño consumidor, con precio por la mitad. Huertas comunitarias, cooperativas para distribuir las cosecha más allá de las redes de comercializaciones en las manos de las «solitas manos». Mientras tanto el país cambia de piel, pero no de jerarquías.

La arrogancia de los militares se convierte en la astucia de quien cultiva privilegios en torno a la política. Pero el 90 por ciento de la gente continua viviendo sin derechos, sólo deberes …y el miedo a los pasos en la noche. Al «arzobispo rojo» se le acercan sindicalistas, campesinos; se le acercan intelectuales, estudiantes, otros curas. Nace una unión colectiva que en 2005 se transforma en Movimiento Popular Tekojoja: juntos e iguales en idioma guaraní.

«Juntan adhesiones para convencerme de ser candidato, cien mil firmas en pocos meses. Una tortura tomar la decisión pero comprendo que no puedo huir y acepto» Un día antes de la Navidad del 2006 renuncia al ministerio de sacerdote y al arzobispado. El Nuncio lo desaconseja, el Vaticano le dice que lo piense bien ante de hacerlo, la conferencia episcopal paraguaya condena la elección con palabras de circunstancias, pero conciente de que la mayoría de los curas de base está de acuerdo y ayudará a su Alianza por el Cambio.

Desde la residencia de San Pedro, se muda a un chalet en la periferia de Asunción, al lado del terminal de buses. «Quien me vota no tiene auto y viaja en bus». La Alianza junta movimientos y partidos alrededor de la palabra «cambiamiento», ideologías y éticas muchas veces lejanas. Una parte considerable es partidaria del divorcio y al aborto.

¿Una vez presidente cómo enfrentará las contradicciones?

«Estoy en contra a aquello que amenaza la vida humana. Como católico y como cristiano debo defender esos valores. El tema divide el movimiento. Será necesario elaborar una carta ética y científica, no tan sólo por Paraguay sino también por toda la América Latina.

¿Lugo presidente tendrá nostalgia del Lugo arzobispo o sacerdote?

«A la nostalgia no se la comanda. A veces me dan gana de volver. Pero la urgencia es otra: estar junto a la gente para devolver aquella dignidad que mi padre se obstinaba a defender pagando con prisión. Compromiso político y fe en el mensaje de la Iglesia, creo, pueden convivir: El electorado lo encuentra natural. Quien me rodea intuye el dolor de la renuncia. Pero estoy convencido que cuando Dios me llame podré responder que he cumplido Su voluntad y Su deseo de justicia».

Las palabras terminaron; Lugo debe desmontar el medioevo para acercar millones de desheredados al siglo XXl. Salto en la historia que notables y negocios continuarán combatiendo. En su futuro dificultades gigantescas, pero una especie de felicidad acompaña el cambio de todo el Cono Sur: hace treinta años la Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile vivieron una masacre bajo el nombre de Operación Cóndor: miles de desaparecidos terminaron en fosas comunes por haber opuesto la razón a la violencia militar.

Los generales-presidentes han desaparecido; los nuevos gobiernos recomponen la normalidad sofocada. Corren sobre el hilo de la disidencia a la América de Bush, heredero espiritual de la América de Kissinger, Nixon, Reagan y el Bush padre de la Cia, estrategas del terror que sacaudió el pasado. Apuesta que da una esperanza: También Wáshington está cambiando de mano.

Para cada violencia y embrollos sobre los cuales intentan estar atentos 500 observadores extranjeros: puede ser que el íncubo Paraguay se haya disuelto de veras en la noche.

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* Periodista.
mchierici2@libero.it.

Publicado originalmente en el diario L’Unità. Reproducido en el portal del www.partitodemocratico.it.

Traducción de Luigi Lovecchio.

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