Paraguay: tereré insulso
José Antonio Vera*
Infusión indispensable bajo los tórridos 40 grados promedio del largo verano paraguayo, intensificado por el creciente recalentamiento del planeta, el tereré es la bebida nacional por excelencia, cuyos elementos de base son la yerba mate y el agua helada. Después viene la cerveza. Ello no significa un mate helado, de ninguna manera.
El tereré es uno de los rasgos distintivos, si los hay, de la identidad paraguaya, pero el que, para agradar al paladar, depende mucho de su aderezo con yuyitos diversos, como el cocú, la menta-í, el capi-í katí, la verbena, el burrito, el taropé, ysy-poperé, las batatillas y el cedrón capi-í, entre otros muchos, en cuya denominación predomina el guaraní.
Mezcla de hojas y raíces que, aplastadas en un mortero, generalmente de palo santo, probablemente conforman un antídoto a la falta general de higiene en la alimentación que cientos de miles de puestitos venden en las calles, sin el más mínimo hábito de limpieza.
El control de calidad de los comestibles y productos en general, está ausente en el mercado de abasto y en todos los otros centros de venta en el territorio nacional, incluyendo los supermercados, modernos y lujosos shopping y despensas y almacenes de barrio.
El tereré se bebe en todos los hogares del país y es la única actividad en la que hay similitud de hábitos y abundantes gestos de amabilidad, que hasta podrían ser de fraternidad y unidad nacional si los tipos de utensilios y los temas de conversación, no revelaran las diferencias de clases sociales y sus respectivos intereses.
Notables diferencias hay en el temario durante las permanentes rondas de tereré. Los albañiles hablan de la escasez de empleo, lo poco que ganan y la carestía de la vida, los pocos científicos verdaderos debaten conocimientos, los tecnólogos se enfrascan en los nuevos modelos informáticos, y los empresarios en lo de siempre, cómo hacer para aumentar su fortuna. Disminuir los salarios y el personal, es la fórmula que primero les viene a la cabeza.
En lo que sí hay uniformidad es que el tereré debe estar bien frío y tener buen gusto, dos elementos irrenunciables. Cuando está soso, insulso, rápidamente se le abandona sin mediar palabra. Reacción muy similar se observa en parte de la opinión pública respecto a la vida política y a sus principales actores.
Apenas ayer…
Hace diez meses y medio, el 20 de abril, el tereré consumido por la aplastante mayoría de la población sabía a delicia y el país festejaba la victoria electoral del ex obispo Fernando Lugo, quien terminaba seis décadas de gobiernos del Partido Colorado, omnipresente, tiránico, demagogo, paternalista, corrupto e incapaz.
Gobernaré con los mejores y más honestos, la población original será dignificada, el campesino pobre tendrá tierra para producir la alimentación de su familia, una reforma agraria comenzará a reparar las injusticias, habrá escuela, servicio de salud y techo gratis para todos los marginados de este querido país, decía Lugo.
La administración pública será limpiada, lo mismo que el Poder Judicial, la Fiscalía General de la Nación, las aduanas y puertos, los ministerios y el Instituto de Seguridad Social, la Policía y el Ejército, donde coexisten tres corrientes, la de los profesionales, la de los empresarios y la de los socios de toda laya, sentenciaba.
Seguiré viviendo en mi sencilla casa, donde me siento cómodo y la residencia presidencial, servirá para actividades del Estado, cuyos jardines estarán destinados a los niños, sin distinción de ninguna naturaleza. Casi como “que los más infelices sean los más agraciados”, le faltaba decir, parafraseando a Artigas.
Paraguay recuperará su soberanía nacional, el país comenzará a ser respetado en todo el mundo, los recursos energéticos que compartimos con Brasil y Argentina en las represas binacionales de Itaipú y Yaciretá, serán los soportes financieros del despegue nacional, para sacar de la pobreza al 60 por ciento de sus habitantes.
Las legítimas y eternas reivindicaciones populares de pan y trabajo serán satisfechas, afirmaba, y se propenderá a dignificar a los humildes y terminaremos con el humillante exilio económico, que a expulsado al exterior a cerca del 20 por ciento de los seis millones de compatriotas.
La mayoría del pueblo, víctima del empobrecimiento material y cultural, con un masivo trabajo informal, alimentado en gran parte por el contrabando de mercaderías brasileñas y argentinas, estaba harto del Partido Colorado y se volcó a favor de la candidatura de Lugo y sus discursos que prometían renovación.
El desprecio e indiferencia por los problemas sociales, había enfermado de autismo a los colorados que terminaron por implosionar. Se fraccionaron en varias tiendas que los intereses personales, de familia y de grupos, y la complicidad en infinidad de delitos, compromete a todos en un juramento de silencio. Quien hable traiciona.
La lentitud es desesperanza
La población fronteriza con Argentina y Brasil, se asiste en los hospitales de esos países, donde los paraguayos recién nacidos reciben esa nacionalidad aunque sigan viviendo con sus padres en su país de origen, desde donde todas las mañanas cruzan los controles para ir a estudiar, dado que su patria no les ofrece aulas, ni materiales, que reciben gratis allende la frontera, junto con desayuno y almuerzo.
A seis meses y medio de la asunción de Lugo a la Presidencia, es muy poco el cambio y gana cuerpo una clara decepción entre quienes militaron para cambiar la situación del país. A menudo se oye confesar con dolor que “me equivoqué” o “es más de lo mismo”, al referirse al comportamiento de algunas autoridades nuevas.
Entre los movimientos sociales, columna vertebral en la movilización nacional a favor del ex obispo, no son pocas las voces que denuncian la falta de cumplimiento de todas esas promesas, el prebendarismo y el cuoteo partidario que genera la creación de nuevos funcionarios sin funciones, todo a la vista de Lugo.
El secretario general del Ejecutivo, Miguel López Perito, militante de larga data, con años de cárcel en la lucha contra la tiranía de Strossner, se encoge de hombros ante las protestas y responde que “nos llueven las críticas y pueden seguir criticando nomás”, dando la impresión de una sorprendente indiferencia.
Los principales titulares de las carteras que deben obedecer a Lugo, en algún raro descuido de gentileza, intentan disculpar su inoperancia por la carencia de colaboradores aptos, cosa que es relativamente cierto, dado el bajo nivel cultural y de capacitación profesional, pero también es muy cierto que en la mayoría de los organismos estatales continúan prestando servicios, en general con los más altos cargos y salarios, funcionarios del puro estronismo cavernario y amoral.
Decenas de cientos de militantes intermedios y de base, que pusieron el hombro para instalar un gobierno de justicia social, que aportara fuentes de empleo, salud y educación, reforma agraria y otros reclamos populares, hoy siguen marginados de la función pública, aunque posean una buena formación académica.
Por su lado, la masa grande de gente necesitada, no encuentra que su vida esté mejorando con el nuevo gobierno y la defensa de éste ha comenzado a perder adeptos en forma peligrosa.
Resbaladiza relación con el ejército
Mucho se ha hablado de que el 3 de febrero de 1989, tras el golpe de Estado militar que reemplazó al general Alfredo Strossner, tras 35 años en el poder, comenzó un período de transición hacia una vida democrática, pero la verdad es que sólo fue un cambio de maquillaje y simplemente resultó un gatopardismo.
Quizás sería más correcto concluir que la transición está comenzando, tras la llegada de Lugo a la jefatura del Estado, aunque metodológicamente hay muy poca diferencia con las administraciones anteriores y en algunos rubros se reproducen resabios abyectos como ocurre en la relación del mandatario con el ejército.
En los últimos días se produjo un hecho que genera repulsa masiva, entre otras cosas porque el Ejecutivo sigue sin ofrecer alguna información lógica, si es que la tiene, alimentando especulaciones diversas, como la de que al interior del anillo del presidente, habría una tendencia favorable a toda clase de transacciones políticas.
Uno de los objetivos de esa corriente es el ex general Lino César Oviedo, quien a reiterado en público su vocación golpista, “en bien de la patria”, apoyado en el tercio del parlamento que le sigue, y un sustento brasileño que él mismo reconoce y manifiestan funcionarios, militares y empresarios el gigante vecino.
El coronel Lorenzo Benítez Liseras fue dado de baja por el anterior mandatario Nicanor Duarte Frutos, tras ser condenado en Argentina a cuatro años de cárcel por contrabando de cigarrillos pero, al salir de prisión con libertad ambulatoria y retornar a Paraguay, fue exculpado con el cínico pretexto de que “el delito se cometió en el extranjero”.
Lugo lo visitó en su domicilio, le hizo recuperar el salario por todo el tiempo que estuvo fuera del país y, ya sobreseído, lo ascendió a un alto cargo en Inteligencia de la fuerza aérea, contra el desagrado general y ácidos comentarios de prensa, que exigen rectificación. “Si ustedes conocieran la verdad, no hablarían así”, comentó a un grupo de periodistas el mandatario, sin revelar nada del misterio.
Entre los opinadores asalariados, hay coincidencia en suponer que esa medida se corresponde con uno de los varios acuerdos que el mandatario estaría tejiendo con la alta oficialidad en su reunión de todas las semanas en el Colegio Militar, un ritual que heredó del estronismo.
El único cambio que se ha operado en esa relación del presidente con el ejército, es el día. Antes era el jueves, ahora es el miércoles. No son pocos los paraguayos que se preguntan la razón de tamaña atención a una institución verticalista y siempre obsecuente con el mandamás de turno. ¿Habrá temor y se busca neutralizarla?.
Similar dependencia del Ejecutivo se observa en su relación reciente con el empresariado, hasta ayer acérrimo contrincante y hoy casi correligionario. En un reciente Plan Anticrisis, elaborado por el Ministerio de Hacienda, cuyo titular es el fondomonetarista Dionisio Borda, el único sector consultado fue la patronal, cuya satisfacción ante la propuesta gubernamental la difunde a los cuatro vientos.
El Plan, que se quiere sustentar endeudando al país por más de 500 millones de dólares, que gustosos le ofrecen los organismos internacionales de crédito, contempla medidas caritativas en dirección de los tres millones de pobres y de miserables y el grueso se destinaría a subvencionar a la agroexportación, reservando alguna limosna para las pequeñas y medianas empresas.
Los sindicatos y organizaciones campesinas, reclaman aumento de salarios, pero la patronal, en su conjunto, levanta el grito al cielo y amenaza con despedir personal y aumentar el precio de todos los productos, alimentación, útiles escolares y transporte, en especial, sin que el gobierno se decida por controlar los costos, para frenar la usura.
Al interior de la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), que Lugo preside, las rencillas persisten y obstaculizan el funcionamiento del Ejecutivo, saboteado por los otros dos poderes, el Legislativo y el Judicial, cuya mayoría de miembros se divide entre adversarios y enemigos declarados del mandatario.
El tereré está soso y, aunque Lugo tiene la yerba y algunos buenos elementos para aderezarlo, lo está cebando con agua tibia y no utiliza algunos de los yuyitos mejores, lo que genera malestar, disgusto, desánimo, abandono y la sensación de que poco importa que la esperanza esté decayendo en forma peligrosa.
* Periodista.
Despacho de www.argenpress.info