Pena de muerte. – ALBERTO GONZALES: ¿DIOS O EL DIABLO EN TRAJE AZUL?

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El hombre a quien se le entregará un poder tan impresionante, gracias al presidente Bush y en virtud de una de las muchas preocupantes disposiciones de la Ley Patriota, es el mismo que estimó que las protecciones contra el abuso y la tortura, consagradas por las Convenciones de Ginebra, eran curiosas. Es el funcionario que presidió el despido al por mayor de fiscales federales debido a razones ideológicas y políticas. Es el hombre que parece ser incapaz de decir alguna vez “la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad”, incluso al Congreso.

La posibilidad de que se le den a Alberto Gonzales poderes ampliados de vida y muerte es escalofriante por una razón más allá de los escándalos en los que ha estado enredado recientemente y las indignidades que ha perpetrado en su cargo actual. La razón es lo que Alberto Gonzales hizo la ultima vez que se le dio ese tipo de poder: la de actuar como un facilitador en serie para que Bush y el estado de Texas realizaran ejecuciones al por mayor –hasta el punto de ignorar serias dudas acerca del debido proceso, la imparcialidad, la compasión e incluso la inocencia–.

Sucedió a fines de la década de 1990, cuando Gonzales era Fiscal General de Texas y George W. Bush gobernador de ese estado. La historia fue presentada en un excelente artículo (Los memorandos de Clemencia de Texas) por Alan Berlow en la edición de julio/agosto de 2003 de la revista Atlantic Monthly (aquí). Lo que sigue son citas textuales del artículo de Berlow (se omiten las comillas):

* Durante los seis años de Bush como gobernador, fueron ejecutados en Texas 150 hombres y dos mujeres –un record que ningún gobernador ha podido igualar en la historia moderna norteamericana–.

* Cada vez que una persona era sentenciada a muerte, Bush recibía de su asesor legal un documento que resumía los hechos del caso, generalmente en la mañana de la fecha señalada para la ejecución, y luego este asesor le hacía un resumen verbal de esos hechos.

* Basándose en esa información, Bush permitió que se realizaran todas las ejecuciones, menos una.

* Los primeros cincuenta y siete resúmenes fueron preparados por Gonzales.

* Los resúmenes de Gonzales eran la fuente primaria de Bush para decidir si alguien debía vivir o morir… Un examen minucioso de los memorandos de Gonzales sugieren que el Gobernador Bush con frecuencia aprobó las ejecuciones basándose en resúmenes muy superficiales de los hechos disputados.

* No he encontrado evidencia de que Gonzales haya enviado a Bush una sola petición de clemencia –o cualquier otro documento– que resumiera de manera concisa y coherente el mejor argumento de un condenado en contra de la ejecución en un caso que implicara serias dudas de inocencia o de debido proceso.

* Gonzales y Bush convirtieron el proceso de clemencia en una farsa. Era una decisión tomada de antemano de que cualquier condenado a muerte tenía que morir, incluso un retrasado mental o alguien cuyo defensor había sido incompetente o alguien que hubiera sido víctima de abusos en su niñez. El único caso en que Bush conmutó la condena a muerte fue el de un hombre que debía ser ejecutado por un crimen cometido cuando el condenado ni siquiera se encontraba en el estado.

Berlow señala que convertir la clemencia en una farsa es especialmente grave en un estado como Texas, donde han ocurrido la tercera parte de las ejecuciones de estados Unidos desde 1976, y donde el sistema de justicia está plagado de prejuicios e incompetencia.

Pero el asunto no es de debido proceso, ni siquiera de justicia. El asunto, para Gonzales y su jefe George W. Bush, en Texas entonces y ahora en la nación, es lubricar y afinar la maquinaria de ejecuciones, de manera que funcione con la velocidad y poder de un auto de carreras de NASCAR, para parecer duro con el crimen, a fin de complacer a los electores sedientos de sangre que, entonces y ahora, son los más fervientes seguidores de nuestro presidente “conservador compasivo”.

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* Periodista. En www.progresosemanal.com.

majcastro@gmail.com.

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