Adolfo Pérez Esquivel*

La represión militar ecuatoriana invadió la casa de retiro y reprimió a los 17 obispos, religiosos y laicos, que fuimos detenidos y llevados al cuartel militar en Quito, a unos 300 Kms. Fue un operativo continental del Plan Cóndor, impuesto a través de la Doctrina de Seguridad Nacional, promovido bajo la dirección de los EE.UU en los regímenes dictatoriales imperantes. Al regresar a la Argentina después de mi liberación en el Ecuador, fui detenido en el Departamento Central de la Policía Federal el día 4 de abril, aniversario del asesinato de Luther King y el primer día de la Semana Santa. Son momentos de fuerte tensión y de resistencia espiritual. Fui llevado a la Superintendencia de Seguridad Federal, un centro de torturas y encerrado en un tubo, calabozo pequeño y maloliente con restos dejados por otros prisioneros, por ese lugar pasaron los Graiver, el director del Buenos Aires Herald, Robert Cox, entre otros. Lugar donde pasaban prisioneras que las transladaban a otras prisiones. con la promesa que las liberarían. Cuando salían a la calle y con el Estado de Sitio, volvían a secuestrarlas. El día 5 de mayo del año 1977, a la madrugada, la guardia abre el tubo y me sacan, llevándome a una oficina donde me informan que sería trasladado. No dan otra información. Hay un oficial quien es el encargado de entregarme, dos oficiales y dos suboficiales, quienes me ponen las esposas y trasladan a un carro celular y soy encerrado en un compartimiento donde únicamente podía estar de pié. Aproximadamente luego de hora y media de recorrido, se detiene y veo que es el aeródromo de San Justo, había un letrero que lo identificaba; está cerca de un hangar de donde sale carreteando un pequeño avión. Me suben encadenándome al asiento trasero. Están el piloto, el co-piloto los oficiales y suboficiales que me buscaron en la Superintendencia de Seguridad Federal, armados con ametralladoras y el avión tomó pista y se elevó dirigiendo su rumbo hacia el Río de la Plata.
Pregunté dónde me llevaban, pero el silencio era absoluto. Conozco perfectamente la zona sobre la que volábamos por haber navegado durante varios años la región. Pude ver los ríos Paraná de las Palmas, el Paraná Mini y el Paraná Guazú, la Barra de San Juan, Colonia y las luces de Montevideo. Era inexplicable ese recorrido y el tiempo transcurrido en el aire dando vueltas sin destino alguno.
Los guardias hablaban entre si en voz baja, uno de ellos se acercó para ver como estaban las cadenas que me ataban al asiento y sujetaba el candado, lo sentía muy nervioso y alterado, pero silencioso, no se atrevía a mirarme. Algo estaba por suceder; yo no lo sabía, aunque presentía lo que podía ser. Los militares esperaban una orden y saber qué hacer conmigo. El piloto llama al oficial y hablan en voz baja. Siento que le dice “estamos esperando la orden”. Muchos recuerdo se agolpaban en mi mente y corazón, sin embargo estaba sereno y mi fuerza nacía de la oración , de la fe y el compromiso asumido junto a los pueblos de América Latina y la Argentina, de la pertenencia, valores y lucha por la vida frente a la dictaduras militares. Recordaba a los seres queridos, a mi esposa e hijos y que el día 7 de mayo es el cumpleaños de Ernesto y el dolor de no poder estar junto a la familia para celebrar y compartir. La incertidumbre de no saber si estaría vivo. Tenía información de prisioneros que la dictadura militar ordenó arrojar desde los aviones al Río de la Plata y al mar. En Ginebra, en la Asociación Internacional de Juristas pude ver algunos micro-films de cuerpos de prisioneros que la corriente del río había arrastrado a la costa uruguaya; El avión continuaba dando vueltas hacia la costa y el río. Hacía mucho frío y el tiempo inmenso transcurría en una espera incierta, cargada de tensiones y olor a muerte de un vuelo hacia ningún lado.La madrugada y sol comenzaban a despertar de una noche llena de presagios e incertidumbres. Permanecía encadenado en el avión, sin capacidad de cualquier movimiento, sin respuesta a mis preguntas; sólo miradas furtivas y el susurro de sus conversaciones y las armas sobre sus rodillas. Me preguntaba si había llegado al límite de la vida; si todo eso era el fin, sólo trataba de aspirar el aire como si fuera la última bocanada de vida.

Cuando regresan el piloto y los oficiales dicen: “póngase contento, lo llevamos a la U9, la Unidad Nueve, creo que hasta me puse contento que me lleven a la cárcel. Lo otro era la muerte. El día 5 de mayo del año 1977, di gracias a Dios y la vida poder continuar la lucha y la resistencia en la esperanza. Sé que esa lucha y resistencia no finalizó, que hay que continuar a pesar de tantas claudicaciones, entrega del patrimonio del pueblo a la voracidad de empresas transnacionales y traiciones de quienes vendieron el país. Hay que recuperar valores, identidad, sentido de vida y dignidad de nuestro pueblo. Que la lucha, esperanzas de aquellos que dieron su vida para dar vida no haya sido inútil. A 32 años hay que continuar construyendo en la esperanza. A pesar de todo.
* Premio Nóbel de la Paz 1980.
The concept outlines the workings of fight-or-flight responses in the whole. The actual mechanisms of this reaction may, however, differ from cell to cell, for cellular survival or death, thus dictating the fate of the cell. Some people have done actual test for getting its mechanism but thinking about death is publicly regarded as cowardly dread and a gloomy flight from the world.
Recomiendo articular este texto con el de Naomi Kleim obama nosecuanto… aparecido el 6 de mayo de 2009. Lo dicho sobre las esperanzas y las vidas, pueden suscitar el pensamiento! gracias a los dos autores y a udes que lo publican.