Periodista premiado. – UN DISCURSO CON TILDES

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Cuando Magallanes era poco más –o menos– que una aldea, a fines del siglo XIX sus tres mil habitantes contaban con un periódico, El Magallanes –. Tierra de encuentro de culturas y gente hecha al viento y por la soledad, la geografía donde comienza el mundo tiene una rica historia de hurgar en sí misma, de construir identidades propias a partir de tradiciones que entremezclan generaciones y distancias del planeta.

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Producto de Magallanes es Gazi Jalil Lebrotic: abuelos que caminaron la Palestina ardiente, abuelos que miraron las olas del Adriático. No es el único caso del mestizaje magallánico. Osvaldo Wegmann, también periodista –y escritor– descendía de alemanes, Tomás Dodman podía rastrear sus orígenes hasta Inglaterra. Apellidos poco usuales en Chile, como los de Simón Eterovic, el del entrañable amigo que fue José Bozic, el de Vladimiro Mimica, en fin, fundidos en las radios y diarios de la zona, primero, y en el resto del país y del exterior con otros, criollos, como Mella, Ibáñez, Truco, Gómez…

Amaron, bebieron, hicieron su trabajo; cuando les tocó morir a los que partieron, se fueron en silencio. Y pobres.

Los que viven hablan por su trabajo cotidiano; una cotidianidad que en el caso de Jalil comenzó muy pronto: todavía con esos pantalones como de golf, abotonados al tobillo, con los que las madres protegían a la prole del viento y la larga oscuridad de los inviernos. Doce, catorce o quince años no es demasiado temprano para querer ser periodista. Lo demás, el paso por las entonces nacientes escuelas universitarias es un agregado que, por otra parte, ni agrega ni quita.

Jalil, editor de los noticiarios del canal estatal de TV, obtuvo –su larga carrera y tarea docente en la Universidad de Viña del Mar recibió– el premio que instauró la embotelladora local de Coca-Cola –galardón que, seguro, no le impediría mañana investigar si necesario el juego sórdido de la trasnacional y sus representantes locales en el «mercado» de las aguas embotelladas para consumo humano–. Al recibir el diploma debió pronunciar el discurso de estilo. Vale la pena leerlo.

Dijo Jalil:

«Quiero en primer lugar, agradecer al jurado que me otorgó esta distinción. La determinación me sorprendió, no la esperaba y creo sinceramente que hay muchos colegas con merecimientos para esta distinción.

«Gracias por reconocer una trayectoria basada preferentemente en el trabajo informativo, inculcando normas de ética, de estilo y de ejercicio de la profesión, en forma rigurosa y pluralista.

«Durante gran parte de mi trayectoria periodística, casi toda, he tenido la suerte de estar involucrado en el día a día noticioso, ya sea como reportero, como editor o con responsabilidades mayores, como en los últimos 10 años. Digo suerte, porque esta realidad está muy ligada, a lo que dentro de la profesión, es mi vocación más profunda. El día a día es el termómetro de la realidad, una realidad siempre cambiante, con altos y bajos con alegrías y desgracias, en fin, como la vida misma.

«Son etapas vividas con grandes satisfacciones y de muchas incomprensiones.

«De hacer periodismo basado en el sacrificio diario y en el compromiso de la búsqueda de la verdad, que no siempre se encuentra fácilmente. El recibir un premio como el que se me entrega en este acto, es una oportunidad de reflexionar sobre el periodismo por el que me ha correspondido transitar y el que vivimos hoy.

«En estos casi cuarenta años de periodismo, he ejercido en períodos trascendentes de la historia de Chile, en los que la Prensa, para bien o para mal, ha estado intensamente involucrada. Mis inicios se caracterizaron por desarrollarse en el escenario de un país dividido, lo que generó una prensa de trincheras, en las que las ideologías estaban por sobre la razón.

«Ese periodismo polarizado, que condenaba sin juicios, era parte del alma nacional, que prácticamente no tuvo tiempo ni espacio para la reflexión, la vuelta atrás, ni el dialogo. Ese estilo, nos llevó a un capitulo negro de la prensa y de las instituciones democráticas, que después todos lamentamos.

«Vivimos a continuación una larga etapa de dolor en la historia nacional. Las dictaduras no se relacionan con las libertades y la prensa vivió años de boletines oficiales, de censura y lo que es peor aún, de autocensura. Habíamos perdido la esencia de nuestra profesión, que es la libertad de expresión. Muy pocos medios, se aventuraban por la difícil y en ese entonces casi suicida, tarea de revelar lo que ocurría en una nación herida. Nos queda el recuerdo de periodistas victimas de ese pasado reciente.

«Cuando en 1990 Chile recuperó su democracia, el periodismo renacía y quienes habíamos vivido las traumáticas etapas anteriores, teníamos la responsabilidad y tarea de evitar excesos, intolerancia y falta de rigor.

«El respeto a los demás, el ejercicio valiente, pero objetivo de la profesión, la pérdida del miedo, la investigación seria y la aplicación de criterios estrictamente profesionales, fueron objetivos de nuevas y antiguas generaciones de periodistas que sentían que el país reclamaba por lo que no se hizo en el pasado y por lo que ahora había que asumir, en la recuperación de los caminos de la justicia y la verdad.

«A inicios de los noventas, los representantes de los poderes del estado, eran las principales fuentes de la noticia. La sociedad civil, o sea el Chile del hombre común, tenía escaso espacio para expresar sus puntos de vista y crear opinión en torno a asuntos de su interés.

«A lo sumo logra hacerlo esporádicamente, y usualmente asociado a una tragedia. Pero el periodismo, movido por la necesidad de responder a las esperanzas ciudadanas cambió a pasos agigantados.

«Ya el año 2000 se iniciaría un remezón en la agenda informativa. Casi ningún poder salió libre de falta cuando los medios de comunicación rompieron la sumisión tacita a la doctrina de la razón de Estado y hurgaron en los secretos de las instituciones y los personajes.

fotoEl jurado y un plus

El jurado para otorgar el Premio Embotelladora Andina – Coca-Cola 2006, estuvo integrado por María Elena Gronemeyer, directora de la Escuela de Periodismo de la Pontificia Universidad Católica; Gustavo González, director de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile; Juan Pablo Vildósola, director de la Escuela de Periodismo de la Universidad de las Américas; Ascanio Cavallo, director de la Escuela de Postgrados de Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez; Juan Pablo Cardenas, Premio Nacional de Periodismo; Eliana Rozas, último Premio de Periodismo Embotelladora Andina; Luis Conejeros Saavedra, presidente del Colegio de Periodistas; Rodolfo Echeverría, gerente general de Coca-Cola y Renato Ramírez, gerente general de Embotelladora Andina, quien actuó como presidente del Jurado.

“El premio es un justo reconocimiento a la capacidad profesional que él tiene y no me extraña porque no es primera vez que recibe un reconocimiento de este tipo, ya que ha recibido el premio al mejor editor dos veces por sus pares” dijo Sergio Celedón, director de la Escuela de Comunicaciones de la Universidad de Viña del Mar refiriéndose al premiado.

Jalil recibió además la invitación formal de la Academia Nobel de Noruega para asistir a la entrega del Nobel de la Paz 2006 en Oslo.

La fotografía de Punta Arenas corresponde a la ciudad hacia 1908.

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