Perú: buena economía, mala vida

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Un 0.42 por ciento bajó el rendimiento del sector pesquero y la actividad agraria creció poco más del 1.5 por ciento. La minería -motor de su impulso económico- se mantuvo estable en el mes de enero. La información fue difundida los primeros días de marzo por el INE, Instituto Nacional de Estadística e Informática.

Cabe señalar que durante el mismo mes de 2004 el sector minero creció un 10,7 por ciento. Perú es el quinto productor mundial de cobre y ocupa también uno de los primeros lugares en la extracción de zinc. A lo largo de 2004 la minería aportó el 56 por ciento de los más de US$ 12.350 millones que produjeron sus exportaciones.

Las autoridades encargadas del manejo de la economía peruana esperan un crecimiento del 5.5 por ciento para este año basada -como en Chile, primer productor mundial del metal- en el precio del cobre y el sostenimiento de las exportaciones de productos derivados de la pesca.

El sector agropecuario, empero, de cuya actividad depende la calidad de la vida de la mayor parte de la población, sólo creció 1.54 por ciento frente al 4.2 experimentado en enero del año pasado; esto es: bajo los niveles del crecimiento vegetativo de la población.

El campo es el sector más deprimido de la economía peruana y su estancamiento explica en buena parte las olas de protestas que sacuden a este país.

La pesquería, que es es el segundo motor en cuanto al aporte de divisas -básicamente la producción y exportación de harina de pescado-. Las exportaciones de harina de pescado habían crecido en enero de 2004 un 5.1 por ciento. Perú es el mayor proveedor mundial de este insumo, destinado fundamentalmente a la fabricación de alimentos para animales.

De cualquier modo, el comportamiento macroeconómico del país es en su conjunto saludable. Las estimaciones de crecer un 5.5 por ciento -frente al 5.07 de 2004- configuran una expectativa razonable, y si sigue la escalada del cobre en los mercados mundiales, y no se plantea una disminución de los cardúmenes, probablemente incluso sean rebasadas.

No obstante las actividades del agro -que en 2004 experimentaron una baja de poco más del uno por ciento- no permiten suponer el final del descontento del campesinado. El estado no logra vertebrar una acción coherente y constante de asesoría y ayuda al sector, lo que quedó de manifiesto en 2004 ante la fuerte sequía que afectó sus cultivos; los agricultores no logran abastecerse, por otra parte, de antiplaguicidas y otros insumos vitales.

Los pequeños campesinos viven asediados por las deudas, los bajos precios de sus coscehas, la falta de caminos transitables bajo toda condición climática y el olvido de las autoridades competentes. Muchas comunidades aymaras se debaten apenas sobre el nivel de la mera supervivencia.

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