Pescadores sin carnada: brevísimo ensayo sobre el regreso del Partido Radical

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Lagos Nilsson

En el mapa político-cultural de Chile contemporáneo hay pocas referencias políticas (entendiendo política como Política) y casi ninguna de carácter cultural: lo que no quiere decir que deje de hacerse política ni que la cultura haya desaparecido –cartográficamente hablando–. En fin, sucede que obviar la determinación del PRSD de llevar candidato, más que una pequeñez, es una torpeza de circo pobre.

La sociedad chilena construye un país raro; en pleno proceso de superar u olvidar su complejo de inferioridad respecto de Argentina podría decirse que lo hace asumiendo un legado que, si no es exactamente propio de los argentinos, a ellos atribuye: cierto desprecio mercantil por lo intangible –las cosas comienzan a valorarse por lo que cuestan: el vecino con Mercedes "vale" más que el vecino con Peugeot.

I
Lo que resulta comprensible en Buenos Aires, al fin de cuentas una ciudad-aduana y por consiguiente mercantil, no es tan  nítido al cruzar la Cordillera hacia el oeste: sobre el 60% de los chilenos acumula deudas de consumo, que si pueden ser judicialmente cobrables, resultan imposibles de pagar. Hay más.

Ir al sicólogo o recibir asistencia sicológica se ha convertido en parte de la actividad social chilena más allá de modas; para muchos es el último recurso que les permite seguir tirando la carreta de la vida familiar, del trabajo o de la canción que llama al sueño todos los días.

Sin lucha, por ahora, los chilenos se "deschilenizan" con más rapidez que los mexicanos obligados a "desmexicanarse" en el ara del comercio dizque igualitario con EEUU. Entre los "méritos globalizadores" del mercado debe anotarse la tendencia a que los pueblos pierdan insensiblemente sus características definitorias, incluyendo la lengua. En Chile la Concertación sabe mucho de eso.

En fin, la California surera en que han convertido a buena parte del país camina rauda a la extinción de sus peculiaridades. Y, ¡cuidado!, quienes presentan lucha por conservarlas corren el riesgo de ser "malos chilenos" (un ex presidente dixit) o terminar en prisión tras un buen apaleo andragógico.

II
Las sociedades, empero, dan sorpresas. Y mientras algunos de entre sus intelectuales aplauden el desafuero que se comete y otros procuran acomodarse o bregan por un subsidio o una beca (rogando chapulinescamente que alguien venga en su ayuda) y los demás reciben el "pago de Chile" –y de sus partidos políticos, si todavía hay quienes militen en ellos– saltó al "ring" un tipo que en la tele, al menos, parece honesto: el senador y presidente del radicalismo Juan Antonio Gómez.

¿Qué significa ser radical? Abrevar en las corrientes del humanismo laico, pero los socialistas se declaran también humanistas y laicos; aunque sin duda es más fácil ser radical que socialista: los socialistas se han subido al tren que para en todas las estaciones de la traición y los radicales hace tiempo que lo traicionaron todo –aunque, menester es reconocerlo, en la segunda mitad de la década de 1961/70 hicieron un esfuerzo por enmendar sus pasos. Por esos años actuó la Juventud Revolucionaria Radical, uno de cuyos buenos oradores –los radicales siempre tuvieron buenos oradores– fue un joven dirigente de los estudiantes de Derecho de la Universidad de Chile llamado Jorge Arrate Mac Niven.

Si los asuntos del humanismo y la social democracia podrían al descuidado observador hacerle encontrar similitudes entre la vieja tienda de Matta y Gallo y la que alguna vez albergó a Clodomiro Almeyda y Salvador Allende, conviene advertirle que son más las diferencias. Los radicales, por ejemplo, en su corazoncito siempre recuerdan bien a Aguirre Cerda y Juan Antonio Ríos –dos Presidentes de la República a los que la república debe más de lo que saben las falanges de consumidores que la habitan–; los socialistas que recuerdan del mismo modo a Allende, en cambio, parece que deben irse de la tienda.

Durante muchos años, entre 1938 y 1952, incluida la barrabasada traidora de González Videla, los radicales estuvieron al timón del buque del Estado, después soportaron con cierto estoicismo los gobiernos de Ibáñez del Campo, Alessandri Rodríguez y Frei Montalva, atrincherados en la burocracia estatal, las llamadas entonces profesiones liberales, algunos negocios y la docencia. Muy disminuidos en número e influencia política cometieron uno de sus últimos errores políticos cuando las elecciones presidenciales de 1964 –que ganó Eduardo Frei Montalva.

El abogado Julio Durán Neumann, más cerca de los negocios que de los tribunales, más querendón del conservadurismo que del humanismo laico y más anticomunista que González Videla, fue ese dicho año candidato a la Presidencia de la República con el apoyo del entonces Partido Conservador –y de la derecha en general–. Obtuvo el cinco por ciento de los votos escrutados. De él quedó por un tiempo la "Teoría del péndulo" –los partidos pueden cambiar de principios según la conveniencia del momento, hoy oscilan hacia la izquierda, mañana se vuelcan hacia la derecha.

La Teoría del péndulo, hoy denominada pragmatismo político basado en encuestas y sondeos parecen haberla adoptado, debidamente aggiornada, tanto la Concertación –en especial los dirigentes socialistas– como la Alianza por Chile.

De cualquier modo, la aventura de Durán Neumann fue el golpe de gracia que liquidó al radicalismo; el sexenio de Frei Montalva alumbró los esfuerzos radicales por no desaparecer y regresar a lo medular de su corriente ideológica contemporánea, esto es: sumarse al frente programático y electoral de socialistas, comunistas y grupos de católicos de izquierda. Votaron, pues, por Allende en 1970 por convencimiento, disciplina o entusiasmo.

III
Casi 39 años después, viene el senador Gómez a revolver los pollitos concertacionistas. Las preguntas saltan de inmediato. ¿Cuánto resta en la memoria del partido –y en la masa ciudadana– de lo que significó para el país la constitución del Frente Popular, a fines de los treintas, y de la consigna de "don Tinto" de que gobernar es educar? ¿Cuánto queda en la memoria social de la acción de la Corporación de Fomento de la Producción? ¿De las obras públicas? ¿De la educación laica y gratuita en todos sus niveles? ¿Del Servicio Nacional de Salud y una larga lista de etcéteras?

Cuando gran parte del socialismo –la dirigencia de ese partido, que líderes allí no hay– olvida la primera lección de los socialistas: no confiar en acuerdos entre las clases que oprimen o administran la opresión y las oprimidas (en verdad una lección del anarquismo del siglo XIX), y hace de paso imposible la constitución de un frente ciudadano cohesionado para atajar la expoliación del neoliberalismo conservador, en el Partido Radical cobra vuelo el ensueño romántico, el sturm und drang, el ímpetu y la tempestad, por dotar de contenidos a la futura contienda electoral presidencial.

Resulta por lo menos curioso constatar la dicotomía que se presenta en la Concertación entre ex "revolucionarios" que aplauden y proclaman al muy católico y más bien conservador Frei Ruiz-Tagle —un ex presidente mediocre– su candidato, y militantes de un partido de origen burgués, o pequeño burgués, que demandan una discusión ideológica que contribuya a generar un programa para dotar de políticas de Estado (y sociales) al gobierno que quieren obtener. En política las dicotomías terminan siempre como contradicción y las contradicciones en confrontaciones,

IV
La tragedia de la Concertación (tragedia, porque caminan al cumplimiento de un destino fatal inexorable: su derrota y disolución) es que no será perdonada por sus errores, malos pasos, soberbia, traiciones. Tal vez por ello es que se ha disuelto la "disciplina" concertacionista de antaño de Arrate y otros y emerge en su lugar, con potencia, no se niega, el reclamo de hacer realidad el legado allendista. La duda, legítima,  es si son éstos los hombres que dejarán atrás la ignominia.

Probablemente, si se espera decisiones fundadas y fundamentales del sector político, llegue la ciudadanía, y ahora sí más temprano que tarde, a la conclusión de que una segunda presidencia de Frei Ruiz-Tagle será inviable, pestilente y peligrosa para un país "al borde de un ataque de nervios". El asunto es que lo mismo debe pensarse de un eventual gobierno encabezado por el ciudadano Piñera.

Tiene razón el subcomandante Marcos: la mirada se extiende más, llega más lejos, "cuando su base se asienta abajo y a la izquierda".

 

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