Si bien el desconcierto que ha traído la discrepancia entre el preconteo y el escrutinio ha sido lo que más ha llamado la atención, no es lo único que ha puesto bajo el fuego al registrador. Alexander Vega tiene la lupa encima desde que logró patinar una ambiciosa reforma al código electoral, mostrando dotes más propios de un manzanillo que de un funcionario imparcial. Creó más de 1.000 cargos nuevos en su entidad que acabaron en manos de políticos.
También tuvo problemas con la inscripción de las cédulas de los votantes, discrepancias con el DANE respecto al censo electoral, cuestionamientos sobre el software contratado para la realización de los escrutinios, se le cayó la página el día de las elecciones, inventó un ataque cibernético desmentido por la Fiscalía, y es evidente que muchos jurados no estaban suficientemente capacitados, entre otras irregularidades. Cuando el registrador fue cuestionado por quienes no confiaban en su imparcialidad, Vega se limitó a decir: “El que no sienta garantías, no debería presentarse”.