Pluriverso socialista descolonizador: crítica radical para el nuevo proyecto histórico
Javier Biardeau R*
Qué tiene que hacer la figura histórica de Bolívar en la América todavía? Una respuesta tentativa: apuntalar la ética de la liberación, de la justicia, de la alteridad de la “patria grande”. Pero a la vez, asumir la radicalidad del pensamiento crítico, para no recaer en ninguna de las figuras históricas del despotismo político, intelectual y moral. No hay oportunidad para el nuevo socialismo descolonizador sin una revolución democrática permanente, sin un proyecto de democracia participativa ejercido por las multitudes nacional-populares de Nuestra América, cuyo soporte sea una ética de la emancipación, de la justicia y de la alteridad.
Proyecto de pueblos-naciones que más allá de los dispositivos de los Estados, de sus encuadramientos y cortapisas, contribuyan al proyecto cosmopolita de la multitud emancipada contra el Imperio, de la democracia absoluta contra el despotismo oligárquico y plutocrático, reconociendo las singularidades históricas, culturales y revolucionarias. Un llamado a la creación heroica desde múltiples voces, modelando nuevos lenguajes para la emancipación.
Sin “calcos y copias” monocolores, ni “calcos y copias” de pensamientos únicos, sin “calcos y copias” del “marxismo en singular”, sin “calcos y copias” de la única voz impuesta, no solo en sus expresiones, sino es sus contenidos más profundos, desgarrando la experiencia, por la voz geocultural que bajó de las carabelas.
De allí, la radicalidad del pensamiento crítico. Para asumir la polémica dialógica de saberes y conocimientos, la necesidad de argumentar, de comprender las diversas posiciones de las ciencias sociales e históricas críticas, de las diversas teorías criticas contra-hegemónicas; es decir, elaboradas desde el punto de vista de las clases, grupos, sectores y etnias oprimidas, para cuestionar las lógicas de la dominación social, sus registros imaginarios y simbólicos. Pluralidad de voces, polifonía. Diversidad de cuerpos, pasiones y afectos. Se requiere de un pluriverso liberador para asumir una pluralidad socialista descolonizadora. Para superar el discurso moral geo-históricamente limitado de la Modernidad euro-céntrica.
Bolívar en su “Carta de Jamaica”, representa un pasaje, una encrucijada, un símbolo de las encrucijadas y tensiones de un proyecto de autoafirmación geo-histórica, en medio de incertidumbres y conjeturas. Eso lo sabe el Imperio, quién pretende desarticular día a día su potencia constituyente, intentando desfigurar, desarticular y neutralizar la memoria y esperanza de la emancipación. Y Bolívar, el Libertador también exprimentó la cárcel de las redes imaginarias y simbólicas del imaginario colonial-moderno, de su situación no solo de clase, sino de su posición en las encrucijadas de la geo-históricas de la política-cultura:
“Los americanos meridionales tienen una tradición que dice que cuando Quetzalcóatl, el Hermes o Buda de la América del Sur, resignó su administración y los abandonó, les prometió que volvería después que los siglos desiguales hubiesen pasado, y que él restablecería su gobierno y renovaría su felicidad. ¿Esta tradición no opera y excita una convicción de que muy pronto debe volver? ¿Concibe Vd. cuál será el efecto que producirá si un individuo, apareciendo entre ellos, demostrase los caracteres de Quetzalcóatl, el Buda del bosque, o Mercurio, del cual han hablado tanto las otras naciones? ¿No es la unión todo lo que se necesita para ponerlos en estado de expulsar a los españoles, sus tropas y los partidarios de la corrompida España para hacerlos capaces de establecer un imperio poderoso, con un gobierno libre y leyes benévolas?
¿Cómo quería Simón Rodríguez que el pueblo aprendiera a gobernarse? En la Educación Republicana. Dar movimiento a las “ideas sociales” (Simón Rodríguez), ir más allá de los manuales de “marxismo-leninismo ortodoxo”, y más allá del colonialismo intelectual, para comprender que no se trata de viejas distinciones entre “socialismo utópico” y “socialismo científico”, sino entre tal vez entre “socialismo burocrático” y “socialismo libertario”. “Dénseme los muchachos pobres”, decía Simón Rodríguez, y verán “que es un hombre que conoce sus derechos cumpliendo con sus deberes, sin que sea menester forzarlo o engañarlo”. Una pedagogía de la liberación que no manipula, engaña o trata de forzar los espíritus.
Romper con siglos de dominación cultural es mucho más complejo que masticar las citas de las manuales marxista-leninistas, como si fueran inventos propios, con contrabandos ideológicos. El autogobierno popular en una república social y democrática, necesariamente pluri-cultural por la condición singular de nuestra indianidad y cimarronaje constitutivo, un autogobierno comunal y popular mucho más fecundo que la construcción de un Estado Despótico-Burocrático que explote, oprima y enajene políticamente a la multitud popular en nombre de las banderas de Marx y Engels. ¡Basta de estupideces!
Es imprescindible comprender las fuerzas geo-culturales de Nuestra América. Aimé Cesaire nos ha planteado, desde el Caribe negro, como sujeto en proceso de descolonización, el desprendernos del reduccionismo y el falso universalismo europeo. Desde allí, el sujeto nacional-popular será también indo-afro-mestizo, no un “proletariado” de “calco y copia”, un “proletariado de carabelas”.
También sabemos, que el nuevo proyecto histórico no puede encallar, en un particularismo estrecho, que es funcional a la domesticación imperial (como lo demostró el uso del integrismo islámico por parte de Reagan y los neocons), pero menos la farsa del universalismo abstracto de una totalidad cerrada, producto de una voz geo-histórica específica llamada Modernidad occidental.
Pluriverso y descolonización, premisas geo-culturales para abordar la pertinencia del “Socialismo del siglo XXI”. No hay nuevo socialismo sin crítica radical al colonialismo material, intelectual y moral, a sus redes imaginarias y simbólicas. Si no queremos reproducir la moral compulsiva, la voz de los amos, y la espiritualidad de los conquistadores, desprendámonos de catequizar a las multitudes desde arriba, con una propaganda alienante y calcada de las técnicas de propaganda del estalinismo, comencemos a dialogar críticamente desde abajo y desde las singularidades nuestro-americanas, no por culto fascistoide a la “tierra y a la sangre”, sino para desarmar el jeroglífico de la dominación político-cultural profundamente arraigado, sedimentado por siglos de hegemonía ideológica colonial, liberal-criolla y de una izquierda colonial.
Allí, el nuevo socialismo pasará a construirse desde múltiples voces, desde múltiples cuerpos y pasiones, desde múltiples singularidades históricas y culturales. Allí comprenderemos las razones por las cuales la mayor parte de las zonas de valor biológico del planeta, de gran biodiversidad, coinciden con la presencia de pueblos indígenas y cumbes que resisten desde la autoafirmación de las memorias africanas o desde la lucha contra la discriminación y el racismo. Si de verdad se lucha por un mundo multipolar, entonces no perdamos de vista, que el camino hacia la consecución de este fin es un mundo sin colonialismo y sin racismo, en fin pluri-cultural e intercultural.