Pobreza. – LA NUEVA ESTADÍSTICA DE LA UNIÓN EUROPEA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Ya puede Horst Köhler –presidente de la República Federal Alemana– opinar que en Alemania pretender una igualación tendencial de las condiciones de vida es tarea ociosa, y en ningún caso un objetivo nacional que merezca el esfuerzo. Afortunadamente, en la Unión Europea se piensa de otra manera.

Inveteradamente, la Unión de los Estados, sirviéndose de sus diversos fondos estructurales (desde el fondo regional hasta el fondo de cohesión creado después de 1990), trata de impedir que el balance social dentro de la Unión se desequilibre demasiado. En el punto de mira de las ayudas están las regiones con desempleo juvenil por encima de la media; ”zonas estructuralmente débiles“ reciben subvenciones de Bruselas, a menudo durante décadas. Buena parte de la disputa sobre los límites de la ampliación de la UE gira en torno de la nueva distribución de los medios procedentes de esos fondos desde la Europa meridional hacia la Europa oriental, en donde se hallan los nuevos pobres de la Unión. Por pequeños que sean esos fondos, algo han podido conseguir con los años.

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Sin embargo, el desnivel social en la UE no ha disminuido, aun si los enclaves regionales deficitarios se distribuyen hoy de muy otro modo que hace 20 años. Algunos de los tradicionales países pobres –el ejemplo paradisíaco es Irlanda, el ”tigre celta“— han ascendido a la categoría de zonas de prosperidad. Del otro lado, pueden hallarse en este continente enclaves de pobreza que uno sospecharía más bien propios de África o de América Central: formas extremas de desempleo duradero –de jóvenes y viejos–, subocupación y trabajo infantil.

Eurostat, la oficina estadística de la UE, acaba de presentar ahora nuevas cifras sobre la distribución regional de la pobreza y la riqueza en la Unión desde 2004. Tratan sobre el producto interior bruto (PIB) regional per capita de la población. Una magnitud presupuestaria que en la actual política aparece por doquier, convertido en el indicador más importante de la riqueza social o bienestar. Con el PIB per capita se mide la cantidad de dinero que “gana” un determinado espacio en un determinado tiempo, independientemente de cómo lo consiga: la especulación bursátil, la usura inmobiliaria, el crimen organizado, la codicia especuladora con los precios del petróleo, el gas o la electricidad; todo contribuye al crecimiento del PIB; es decir, de acuerdo con la sabiduría convencional, al aumento de la riqueza de una sociedad.

Muchos economistas saben lo que todavía más legos sospechan o sienten, a saber: que todos esos cálculos no sirven para nada. No sirven en modo alguno para obtener una imagen realista y en cierta forma inteligible de la actividad y del atractivo económico real de un país. Mejor sirve ese cómputo como artículo de fe, como fetiche científicamente lustrado de la religión económica cotidiana llamada capitalismo. En el cálculo del PIB brillan notoriamente por su ausencia muchas cosas que no deberían desatenderse; por ejemplo el trabajo doméstico y personal no remunerado, que representa cerca de la mitad del volumen del trabajo social.

Y está demasiado deslumbrado por muchas otras cosas que habría que contar entre los costes reales de nuestro modo de producir riqueza: los daños sociales, las pérdidas de productividad y de calidad de vida, el derroche cotidiano de fuerza de trabajo y de creatividad humanas.

No aparecen los daños ambientales que lastran a las presentes generaciones no menos que socavan la oportunidades vitales de las venideras. De aquí que los estadísticos de Eurostat tiendan de grado a considerar el mundo de la UE como mucho más rico y hermoso de lo que realmente es. La clase política jura por esa ficción. Su objetivo supremo sigue llamándose “crecimiento” –vulgo: aumento— de esa riqueza en parte ficticia, sistemáticamente mal concebida y siempre mal computada.

EL PIB per capita también es un mal indicador de la riqueza de una sociedad, porque esa magnitud nada dice de la distribución del ingreso y del patrimonio. Tampoco sobre la parcelación regional de la pobreza y la riqueza en la UE.

Eurostat ofrece dos innovaciones para mitigar esos problemas. Primero, el nuevo criterio de poder de compra (CPC), merced al que las diferencias de niveles de precios entre países y regiones pueden compensarse estadísticamente recurriendo a la paridad del poder de compra. Y en segundo lugar, la NUTS –Nomenclatura de las unidades territoriales estadísticas, introducida en 2003—, la nueva sistemática para la partición de los ámbitos territoriales en la UE, conforme a la cual el conjunto de la Unión está articulada en 268 regiones estadísticas artificiales. Mientras que Alemania se halla distribuida en 41 regiones, Dinamarca, Estonia, Letonia, Chipre, Malta Eslovenia y Luxemburgo se reducen a una región NUTS.

¿Dónde, pues, se gana más dinero en la UE? ¿Dónde están las regiones económicamente más fuertes y ricas, de acuerdo con esos criterios? Gran Bretaña –el país con un extremo desnivel de ingreso y riqueza— encabeza la lista de las regiones más ricas de Europa. En Londres, la City de Londres, el barrio de los bancos y el mercado de valores, es donde más se gana: con un 303% de BIP per cápita respecto del promedio de la UE. Siguen Luxemburgo, con un valor del 251% del promedio de la UE, y a corta distancia, la región de la Gran Bruselas.

En esas regiones de punta viven y trabajan, muy por encima del promedio, muchos que se ganan la vida como suministradores de servicios financieros, como abogados hiperespecializados en problema económicos, como «brokers» o como banqueros, bien situados en su calidad de altos funcionarios de la UE y de lobystas excelentemente pagados. Por eso tienen Londres y Bruselas fama de plazas tremendamente caras. Una clientela con ingresos monetarios exorbitantes que no guardan la menor relación con ningún rendimiento individual imaginable o calculable, hace muy difícil la supervivencia en esas ciudades a quienes tienen ingresos normales.

Sólo en Londres pacen más de 360.000 banqueros supremamente remunerados, que en 2006 ingresaron bonos por valor de 13.000 millones de euros. Grandiosos pisos y apartamentos sobreencarecidos en los mejores barrios de esas ciudades contribuyen a su vez, conforme al Eurostat, a la creación bruta de “valor” en estas regiones, aun tratándose de precios inmobiliarios puramente ficticios, cuyos continuados incrementos resultan de la expelente concurrencia intraurbana en el ciclo habitual de modernización y gentrificación.

Alemania está representada en el grupo de cabeza de las regiones con más elevado PIB per capita con cuatro regiones: Hamburgo, la región alemana más rica (puesto 4o, con 195% del promedio de la UE), la Baviera septentrional, puesto 8o, con 169%, Darmstadt, puesto 11o con 157% y Bremen, puesto 14o con 156%.

Francia sólo ha conseguido colocar una región en el grupo de cabeza, la Ille de France, puesto 6o con 175% del promedio UE. Incluso los pequeños Países Bajos están representados arriba con Utrecht (puesto 10o con 158%, a la par con Praga, la única región significativamente descollante de la Europa del este.

De 46 regiones con porcentajes superiores a 125% del promedio de la UE, ocho se hallan en Alemania, ocho en el Reino Unido, siete en Italia, cinco en Holanda, cuatro en Austria, tres en Bélgica, Francia, Suecia e Irlanda. Las regiones pobres se hallan todas en la Europa oriental y meridional, sólo cuatro en Francia –todas en los departamentos de ultramar–, cuatro en la Italia meridional y en Portugal, y una en España.

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Esa clasificación se refleja en el ránking por países elaborado conforme a las cifras para el PIB per capita en 2006 establecidas por el Eurostat: Luxemburgo, Irlanda y los Países Bajos son las tres comunidades más ricas de la Unión; Luxemburgo dobla holgadamente el valor medio de la UE (Alemania lo rebasa con apenas un 105%). En cambio, los países más pobres, Rumania y Bulgaria, están más de un 60% por debajo del promedio de la UE; en el caso de Hungría, Polonia, Eslovaquia y los Estados bálticos, entre un 30 y un 50%.

No resulta, pues, sorprendente que las 15 regiones más pobres de la UE se hallan todas en Rumania, Bulgaria y Polonia: sólo Bulgaria tiene tres regiones que están en el 26% de la media de la UE en PIB per capita. Las regiones más pobres de Hungría, Portugal y Grecia están visiblemente por encima de ese nivel.

Si se consideran en conjunto todos esos datos del Eurostat, la conclusión es expedita: el desnivel de riqueza entre las regiones de la UE es ahora mucho mayor que el que se da dentro de cada uno de los países de la UE. El centro de Londres es once veces más rico que el noreste de Rumania.

Todas las estadísticas muestran, además, que la rica potencia económica mundial que es Europa tiene un serio problema de riqueza: el 15% de la población de la UE –72 millones de seres humanos– viven en situación de pobreza o con elevado riesgo de caer en ella; otros 36 millones, apenas por encima del nivel de pobreza. En la medida en que Europa desconoce todavía una verdadero movimiento migratorio interior, esa población pobre se distribuye entre países y regiones de forma tal, que la mayoría de los europeos ricos todavía pueden escurrir el bulto de esa realidad cotidiana.

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* Seudónimo de un analista financiero alemán.

Publicado en http://jbcs.blogspot.com/

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