Polémica a propósito de síndromes: porque ya no somos niños en Chile

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Giorgio Varas*

Debiera ser normal, para un considerable número de funcionarios de gobierno –jóvenes y no tanto, designados o a honorarios, progresistas o de los otros–, comulgar con la tranquilidad laboral e institucional que supone la continuidad de sus tareas pese a la candidatura presidencial oficialista. Debiera ser normal, pero no lo es.

Entre otras cosas porque nadie mejor que ellos, los que hacen la pega in situ, conocen desde dentro las triquiñuelas y cuchufletas varias del aparato del Estado: desde la óptica provinciana del “carguito por acá, pesito por allá”, hasta la engrasada y lubricada maquinaria política que reparte cargos y proveedores públicos cual agencia de empleos.

Son funcionarios aptos, capaces y meritorios los que asisten con frecuencia y en tribuna al formidable ascenso y cambalache de seres celestiales, capaces de reconvertirse en peritos de bienes nacionales, educación, turismo o economía con admirable propiedad divina, y transitar desde cargos de responsabilidad gerencial en Banco Estado a encargados de la JUNJI o la CONAF con la misma genialidad y solvencia que cruzar desde una subsecretaria fiscalizadora a un directorio privado anteriormente inspeccionado.

Nadie cuestiona el puente entre un programa de gobierno y sus leales ejecutores: distinto es el cuoteo del "júnior" o el caso de las frambuesas. Del resto ha de saber Vidal, pero en presencia de Armendáriz.

Son los seres divinos que –convertidos en entes terrestremente vivos– buscan el poder escalonado hacia el cielo de la Torre de Babel. El resto estamos out, no damos garantía de gobernabilidad ni liderazgo responsable.

No damos “el ancho” de la sabiduría, y aunque defendimos con sufragios a nuestra presidenta en 2004 de esos mismos asaltos, a coro en sus alianzas coludidas, nos dan de populistas y poco serios.

Pero lo que habría de ser obvio para quienes pagan dividendo hipotecario desde sueldos menos que gubernamentales, comienza a preocupar a las conciencias. A aquellos que rompiendo la espiral del silencio levantan esa voz de minoría –o pretenden promover ideas de mayoría–. A ellos les esperan, allá adentro, embates como mínimo ofensivos.

Acá afuera, ya centran los cuestionamientos en la incapacidad de gobernar y rasgan vestiduras con la misma soberbia que les hemos conferido por 20 años. No nos equivoquemos nuevamente.

Es cierto, somos de centro, derecha e izquierda y muchos leímos a Nicanor Parra, somos pelolais y pokemones, artistas e intelectuales, profesionales y liberales, conservadores y esperanzados que aún creemos en el Estado. Contradictorios como todos, no criminalizamos la política ni estereotipamos los ideales.

Marco Enríquez-Ominami encarna esa luz de esperanza híper ventilada, incompatible, desperjuiciada, imperfecta, audaz y creativa con la cual se identifican los jóvenes y los no tanto. Por cierto no un es ser divino y está lleno de contradicciones, como las de todo individuo al cual la gente de la calle llama por su nombre y no por su apellido o investidura.

 “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica“, nos dijo Salvador Allende. El fantasma que ha recorrido Chile por décadas, el del compañero presidente, nos acompaña siempre, y ha de ser nuestro garante contra virus del escepticismo dogmático a la izquierda de algunos, recado confidencial para la complicidad adherente a la derecha de otros.

No nos vengan con cosas del conflicto entre privados contra el Estado y del neoliberalismo. No nos vengan con cosas, compañeros; nosotros no fuimos los coludidos y contagiados con la pandemia del mercado. Nosotros no vendimos sanitarias, carreteras o aguas nacionales.

Somos jóvenes y no tanto que aprendimos desde la dignidad de Sola Sierra a no olvidar, aunque tenemos la distancia generacional que nos otorga la capacidad de perdonar. Somos jóvenes y no tanto, que alcanzamos a percibir como nos canjearon un noble Bustos con una movida de contrainteligencia marca Schilling.

Somos jóvenes y no tanto que jamás creímos que Neruda se comió una guagua y estuvimos siempre contra la exclusión, sin condicionamientos ni cálculos honorables escritos en boca de un Pizarrón tacaño y altanero, sin promesas de hospitales de un empresario conmovido por la muerte de Volodia –que dicho sea de paso nunca probó bocado de ese festín gastronómico de guaguas al pil pil que tanto nos trataron de vender los socios y otros chicos del montón que hoy están detrás de la candidatura Piñerista.

No colgamos las medallas de lucha por recuperar la democracia, no nos correspondió estar y agradecemos a nuestra ascendencia por hacerlo, y exigimos –por lo mismo– competir sin escándalos ni histerismos, sin represión ni asesinatos conceptuales, sin caricaturas ni exacerbados dogmas, sin chantaje verbal ni moral. Pero con ideas y propuestas, con debates y respuestas.

Somos ingenuos. Pero ya no somos niños –y aún creemos en nuestros sueños.

*Músico y empresario cultural.
 

Nota de la redacción: No resulta impropio pensar que el texto de este artículo es una respuesta a la entrega que se encuentra aquí.

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3 Comentarios
  1. Pablo dice

    Respetable retóricamente, empero, irrelevante argumentativa e historiográficamente.

  2. Mario Angel Figueroa dice

    el famoso brevaje se prepara con uvas dulces y frescas…
    refresca y embriaga si se bebe en exceso… mas no hace màs daño que una indigestion pasajera.

    estoy orgulloso querido amigo se sentir que màs que miles somos un monton los que creemos en la distincion de lo ordinario con lo cotidiano.
    en la cotidianeidad hay miles de matices que no se ven reflejados en ninguna de las paletas cromaticas que presentan estos señores… pues aqui vamos.
    no quiero decir muchas palabras màs bien quiero decir que el debate esta abierto y desde hace poco… y espero crezca para volver a poner flores a los maceteros resecos de los balcones de la moneda.

    un abrazo

  3. Juan Carlos dice

    P’tas que cierto… Aún hay esperanzas de que no todo se haya ido al carajo y las generaciones de relevo devuelvan la ética a la política. Dan náuseas observar como antigüos rrrrevolucionarios hoy se venden por 30 monedas a los mismos que condenaban, da asco constatar como un ex-ministro del compañero presidente se da una voltereta indefendible e inexplicable. Todos tenemos derecho a cambiar de opinión como dice Maturana, pero si vamos a virar en 180 grados, debemos hacerlo dignamente y en silencio.

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