Por la libertad de Pedro Rosas

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Esta vez sí estuve en la Cárcel de Alta Seguridad. Esta vez encontré y quise al prisionero Pedro Rosas Aravena, preso politico mirista detenido en 1992.

El encuentro destruye el velo de opacidad que lo ha envuelto a el, a los otros compañeros encarcelados de la democracia, a los muros de cemento, a las rejas, a las aberraciones juridicas, a los maltratos, a las humillaciones, a las torturas que se han realizado en democracia.

El encuentro abre al deseo de actuar ahora, sin ilusión, sin satisfacernos de promesas, con consciencia y rigor, creando lazos entre nosotros; experimentando la solidaridad, el encuentro revierte la inmovilidad. Pequeñísimos gestos cotidianos van creando acciones colectivas, volvemos a ser actores de una sociedad mas justa. La vida no es una cosa personal, la vida es junto a otros, atravesados por los otros y sus destinos.

El devenir de Pedro Rosas nos concierne, a cada uno, personalmente. Con él, junto a los otros presos politicos, una parte de nuestro ser se encuentra encarcelada.

He sido ciega durante años a esta realidad, y no deseo seguir siéndolo, me gusta ver las cosas como son, aunque el mundo de la injusticia sea atroz y parezca imposible cambiar de rumbo; me atrae la energía que destruye mi indolencia, me alegra tomar una cerveza en el bar de la esquina del museo Vicuña Mackenna, luego de la segunda reunion del colectivo,
reencontrarme con viejos compañeros que se ríen de sí mismos y confiesan sin verguenza su deseo de reinvertir sus devenires de liberación en la acción comun por extraer a Pedro y los otros compañeros de la CAS.

No hay culpalidad, no debe haberla al menos; sólo quiero compartir con ustedes la experiencia del encuentro con Pedro, la vitalidad que extraigo de esos momentos, de ese contínuum de momentos pasados en la celda de Pedro, en la sala inmunda de la enfermeria de la CAS. Compartir, porque es un privilegio accesible a todos. No se trata de comunicar el encuentro, no se puede comunicar, se comparte actuando -que no es lo mismo que haciendo- cada día y desde dónde nos encontremos con él en la cabeza y el corazon.

Pedro es un hombre bueno, un hombre que piensa y lucha. Un hombre libre escribió en el prologo a su libro ya publicado, más libre que muchos de nosotros; su mirada sincera percibe lo indecible, su atención al otro dibuja un paisaje más allá de las palabras escuchadas; sus gestos mesurados retienen la ilusión de la velocidad, su inteligencia decifra la realidad compleja, su convicción irrestricta sobrepasa el pesimismo de la lucidez, su amor por la vida es compromiso de lucha, simplemente porque así y no de otra manera es la verdadera vida.

Al aterrizar en París hace unos dias el gris y el frío me envolvieron. Un desgano maldito me acorraló entre cuatro paredes. Necesitaba esas visitas a la cárcel, ya me había acostumbrado a recibir de Pedro esa inteligencia, esa mirada, su reflexión. Ya tenía mis pequeños hábitos, un te, una galleta, los poemas de Hazim Ahmett, el libro de Robert Antelme, La especie Humana, que Mauricio y Andrés consideraban que no era adecuado leer en la carcel. Y seguro que tenían razón, pero yo me había acostumbrado a compartir con Pedro pensamientos, incertidumbres, visiones y su lectura de ese extraordinario testimonio sobre los campos de concentracion nazi, esa reflexión tan cruda sobre lo que es un hombre, lo que perdura de lo humano cuando se es sometido a ese sistema de exterminio. Todo eso me interesaba sobre manera.

Para mí, durante los primeros años del exilio, ese libro de Antelme había sido esencial para aproximarme al horror de la tortura y la represión de la dictadura. Entonces -cuando lo descubrí en una librería- me alegré mucho de que hubiese sido traducido para poder compartir ese testimonio con Pedro. Pero me
precipitaba, imponía mis ganas sin atender a su situación, a nuestra situación.

Ese jueves de visita nos dimos cita para discutirlo en Valparaiso cuando su cuerpo y su piel vuelvan a sentir la brisa del mar. En este momento Pedro tiene mucho trabajo, la tension es gigantesca: saldrá o no saldrá en libertad; nadie da respuesta, el computador del ministerio de Justicia señala que Pedro no es indultable, su caso no cabe dentro de la ley de indulto aprobada, pero el informe no dice los porqués, no señala cuales son las razones kafkianas por las cuales estos cuatro compañeros no pueden acogerse a esa ley, (haber sido indultado de penas cortas, 5, 8 años, ya sobreseidas). Ocultan que nada se opone al indulto presidencial -no hay delitos terroristas, de sangre-.

Pedro, que conoce su situacion juridica mejor que abogados, jueces, fiscales, ministros, no es escuchado, no le vienen a preguntar, no le dicen nada, y pasan los días y los días entre esas muralllas frias, detrás de esas rejas; incertidumbre, tensión, retención del deseo, desolación. Pero no: resistir, tensar otra vez los músculos, recurrir a esa fuerza inimaginable de carácter, a la lectura, impedir la recaída del cáncer, no caer en la tristeza, no perder la confianza, no y no.

Se necesita coraje y entereza para mantener y la lucidez y la esperanza.

Permítanme una sugerencia: si están tristes, si el deseo de justicia los perturba, vayan a visitarlo en la CAS; se sentirán más potentes, más alegres, mas vivos. Pedro crea lazos entre nosotros, nos hace mas fuertes y clarividentes, mejores.

Cierto nada de eso interesa en el Chile neoliberal. Un preso no cuenta, un pobre tampoco, un indígena menos. Ninguno de nuestros sentimientos, de nuestros deseos le importan a los administradores del poder. Entonces ¿qué hacer?

Aunque nada le importe al poder nuestro clamor, nuestros dolores, ni el devenir de Pedro, de los presos, de los ex presos -como Guillermo Rodriguez- que no pueden tener contratos de trabajo normal, ni ser ciudadanos, o de Hugo Marchant y los otros que no pueden regresar a Chile, aunque no le importe nada los días y las noches de los pobres y de los menos pobres, no nos queda otra más que continuar nuestra lucha por la libertad y por la justicia. Continuar.

Digan lo que digan los medios de comunicación, la ideología dominante, la verdadera vida esta en la creación -a pesar de todo- de la resistencia y la lucha, o sea, me digo, sabremos inventar como luchar por la libertad de Pedro y los compañeros, sabremos hacerlo, lo lograremos, entre todos lo lograremos.

Tocaremos puertas con orgullo de ser lo que somos, de haber sido lo que fuimos, de seguir siéndolo; con dignidad explicaremos la situación, mostraremos la realidad, abriremos los ojos de las personas, que en todos lados hay personas de bien, digo, si la máquina de exterminio no terminó con los seres humanos, la del mercado tampoco lo logrará. Aunque este sistema es sinuoso y perverso, no logrará aplastarnos ni corroer nuestros sueños.

Aquí -en Francia- ya iniciamos la campaña, las cartas de personalidades francesas, las peticiones, estan saliendo a la embajada de Chile, a La Moneda. La informacion sobre la realidad de Chile, a 30 años de neo-liberalismo maduro y con presos políticos encarcelados desde hace más de diez, sorprende, indigna.
Somos más, no menos, más allá de fragilidades y dispersiones, la potencia y la vida estan de nuestro lado, la tristeza y
la impotencia del otro.

Lo estamos experimentando.

No somos libres por decreto, solo tenemos devenires de liberación y el de Pedro nos ayuda a vivir el nuestro.

Carmen.

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Una entrevista a Pedro Rosas se puede leer en:

www.pieldeleopardo.com/modules.php?name=News&file=article&sid=498.

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