Por qué la Concertación debe olvidarse de la presidencia de Chile

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Rivera Westerberg

Lo cierto es que Eduardo Frei puede ser elegido. La falta de interés en la elección como el legítimo miedo a la derecha en un país atomizado, sin educación –ni cívica ni de la otra–, despolitizado y, por lo mismo, permeable al vuelo del buitre de la comunicación persuasiva –como algunos definen a la publicidad comercial–, permite suponerlo. El problema es que llegaron los radicales.

Es tanta la pobreza intelectual del mundillo político, que la nueva querella planteada por radicales-socialdemócratas, y al parecer no por un candidato más o un candidato menos, quizá por ideas (¿ideas…? ¿qué es eso?), confesamente por falta de programa de gobierno, agobió al candidato concertacionista. Sólo pudo balbucear (eso sí, "golpeado"):

Las elecciones se ganan con trabajo en terreno y votos y no con advertencias en los medios de comunicación. –Y se sintió orgulloso probablemente por sus dotes de político. Penoso.

Ninguna referencia a un programa por cumplir (o prometer siquiera). Nada. El vacío, la palabrería, la orfandad más terrible de quien quiere posar de estadista, ausencia de un motor que le articule el discurso.

Cuál discurso, por otra parte, ¿el que lo impelió a apoyar el golpe de Estado y asesinatos consiguientes en 1973? ¿el que, de hecho, contribuyó tanto como el de Zaldívar o el de la dupla Alvear-Martínez a dividir la Democracia-cristiana hace pocos meses?

Se diría que ideológicamente el señor Frei acabó su armazón teórica cuando el cambio de "look" (palabreja tomada de revistas livianas, a su alcance): nuevo corte de pelo y abandono –temporal– de la corbata y muestrario –también temporal– de tres o cuatro ensayos de sonrisas simpáticas con ánimus electoral.

Lo anterior son, en rigor, razones por las que es perfectamente no insolente pensar que el señor Frei, de todos los posibles "presidenciables" de la Concertación, era el peor. Y aquí cabe considerar eso de que no es el chancho el culpable, sino quien le da su afrecho. El señor Frei hace lo que puede, aunque pueda poco (convengamos que el joven maese Bowen y el resto, los mayorcitos, no pueden tampoco mucho más).

Y convengamos también que la Concertación fue lo que mejor le pudo haber pasado al país para seguir en paz las aguas asesinas del tata sin necesidad de mayores asesinatos (bue, uno que otro: accidentes del devenir, avatares).

Gacias al pacto concerta-derecha la sociedad chilena no conoce el feroz trauma de haber intentado una constitución política democrática y que la escasa ciudadanía nunca fue llamada a ese espanto antiguo que son los referendos, y que ¡aleluya! los niños y jóvenes siguen instruyéndose según mandó la dictadura minutos antes de de replegarse de la casa de gobierno a la caseta de vigilancia y control.

Radicales: el viejo elefante en la cristalería

Minutos después de la medianoche, y en el noticiario del canal estatal, el vicepresidente del PRSD, Fernando Meza, señalo que su colectividad "no tiene" candidato presidencial. Dijo que, de tenerlo, éste sería el senador Frei, pero que la decisión final está supeditada no a conversaciones baladíes, sino al compromiso –del candidato y de toda la Concertación– en torno a un programa concreto de gobierno.

Dijo que el PRSD había entregado para su discusión algunos puntos no negociables: educación pública gratuita y de calidad para todos los niños, la nacionalización de los recursos acuíferos, el pago de la deuda social con los profesores, obras públicas, etc… sin haber tenido en semanas respuesta. Ni del candidato y su comando de campaña, ni de los partidos de la coalición. Puntualizó que carecen de representantes en el equipo asesor de Frei en materia electoral.

No se refirió –tal vez no tuvo tiempo– a la actitud de uno de los lumpen-dirigentes del conglomerado ofcialista hacia el presidente del PRSD, senador José Antonio Gómez, al que los analistas políticos –y muchos militantes– ven como probable candidatao del partido si se produce el rompimiento de la coalición y resuelven ir por fuera.

Lumpen política y dinero

Los argumentos del dirigente radical –¿será coincidencia?– son los mismos que en su oportunidad esgrimieron Alejandro Navarro, Jorge Arrate y Marco Enríquez-Ominami al abandonar, en el mismo orden, el Partido Socialista: falta de democracia, falta de respeto y olvido de las cuestiones ideológicas. Misma argumentaciòn de, por ahora, centenares de ex militantes del PS que se han sumado a alguna de las candidaturas de los referentes individualizados.

En estricto rigor, las única precandidata que desde el mismo vamos apostó a dar un contenido de verdad político a su pretensión es la de la periodista Pamela Jiles, silenciada brutalmente por el "stablishment" con la complicidad activa de los demás precandidatos.

Desde hace unos días en los corrillos de la izquierda se asegura que Jiles terminará, ante la imposibilidad de económica de solventar su campaña y romper el cerco de hierro que ahoga su propuesta– por entregar su apoyo al senador Alejandro Navarro –lo que en la semana ha sido imposible de confirmar.

Lanzar, solamente eso, una candidatura presidencial tiene en Chile un costo que supera los US$ 200.000. El candidato señor Piñera afirmó que estaba dispuesto a invertir nueve millones de dólares de su peculio a lo largo de su campaña. Frei no dice nada.

La gobernabilidad es un asunto moral

Si el sangramiento de la democracia-cristiana cuando ida de su ex presidente, el senador Zaldívar, y un grupo de connotados dirigentes y parlamentarios pudo atribuirse a ambiciones personales, la renuncia al PS de un ex pesidente y dos parlamentarios (más un número no especificado de dirigentes medios, los "fracasados" que llamó Escalona) y también el rompimiento con el PPD de un par, al menos de prohombres, que incluyen a un senador, Flores, y a un abogado de reputación dudosa al menos en lo político, Schaulsohn, permite suponer una vida familiar poco recomendable en la Concertación y la advertencia radical, indican algo mas grave.

Puede hasta comprenderse –nunca compartir– las razones del pacto o acuerdo secreto con la derecha del tata Pinochet por la gana de librarse del tirano asesino y, según algunas líneas de investigación, ladrón; pero no tiene explicación válida –salvo una que da al traste con la honra de los dirigentes concertacionistas– su conducta en el gobierno desde 1990.

Se humanizó para la mayor parte de la población –menos para la nación mapuche– el modelo impuesto por la dictadura, pero el precio que pagan los chilenos en términos sicológicos individuales, de organizaciones sociales, por la pérdida de hábitos y costumbres mantenidos por generaciones y calculados en dinero es muy alto: el 90 por ciento de la población con trabajo regular está endeudada sobre la posibilidad de pagar.

El seco golpe sobre la mesa con el que el PRSD cerró en la práctica la semana política el jueves 30 de julio, indica que ya no es posible tapar los resultados de la operativa de la lumpen dirigencia. Y si mañana el PRSD echa pie atrás, eso no hará más que confirmar que la coalición de gobierno terminó de agotarse, está pegada "con moco", se desmorona y en consecuencia sería suicidio permitir que vuelva a La Moneda.

Cuando cierre Bachelet por última vez la puerta de su despacho, se llevará con ella la última ilusión de que todavía algo era posible con el grupo de tránsfugas protagonistas de variadas historias, entre circenses y delincuenciales.

Por qué la derecha no aplaude

la derecha no se atreve a ocupar un palco para gozar de las tribulaciones concertacionistas porque sabe, paradójicamente, que mientras más emputecidamente se disperse, rota, y todo, menos posibilidades tiene de llegar al gobierno y joderle más la vida al país.

En realidad se diría que es la Concertación (la lumpen-dirigencia) la que quiere que la Alianza por Chile llegue a La Moneda y termine de entregar el país a los innombrables del Hemisferio Norte. No lo lograron en la presidencial pasada porque "la gente", esto es: la ciudadanía, no lo permitió. No es vaticinio decir que hoy la resistencia es mayor a votar por sus candidatos.

Frei no gusta, de Piñera se desconfía. Y hay razones, ¡cuántas razones!

Sucede que así como Frei es lo peor –electoralmente hablando, puede ser buena persona en su casa y con sus elegantes vecinos–, el señor Piñera es también lo peor en el lado más soleado de la calle; ambos juegan un juego de sombras y espejos sin grandeza ni mayor dignidad. Alguien dijo que, entre uno y otro, la elección sólo determinará quien pierde por menos.

Fácil sería decir que en la derecha –considerando contra mejor consejo– si bien hay mujeres y hombres honestos (pero pocos, sin duda), es un grupo de fantoches trasnochados que quieren asegurar no les toquen sus bienes; error, son un grupo de fantoches, pero son fantoches peligrosos. Lo probaron en 1973, lo probaron en 2009 allá, en Honduras.

Y mientras más se derrumba la torre de la Concertación menos ganarán, porque cada piedra o ladrillo de barro que cae de la coalición en el gobierno significa que un ciudadano reivindica su conciencia de tal y se reconoce en lo que es: un explotado. Y los explotados no pueden confiar en quienes le sacan el cuero a tiras.

Lo que nos lleva al joven MEO

Con una pinta a lo Tony Blair cuando su primera vez, Marco Enríquez-Ominami avanza –más gracias a los errores de los "mayores" que a méritos propios o, mejor, porque sabe capitalizar las barbaridades de sus rivales–. Lo que se debe temer de él son las características que lo hacen crecer: ¡esa gana de ser monedita de oro y caerle bien a todos!

Lo que, por otra parte, está en todos los manuales; se llama sumar. Se logra procurando no acorralar a nadie, no herir a nadie, con mucha sonrisa y algunas generalidades. Un candidato, como un buen domador, antes de montar quita las cosquillas, tiene paciencia. Y despierta expectativas.

El problema es que muchos sienten que se los han montado mal, en el sentido mas obsceno de la expresión.

Es de esperar que en las próximas semanas diga para qué exactamente quiere sumar. Y hacia adónde cabalgará y con quiénes. Eso de que todos somos chilenos es una frase del fútbol, no de política. Está probado que no todos sons la misma clase de chilenos. La palabra clase no es ajena al vocabulario político. Aunque no le guste a la Alianza y la lumpen dirigencia la haya olvidado.

¿Y la izquierda confesa?

la izquierda confesa mandó al barranco a la unica izquierdista, Pamela Jiles. Con sus razones (siempre hay razones, a priori y a posteriori). Y ahora, cabe preguntarse, ¿qué? ¿Qué pasará con ellos?

Lo peor es que no tienen sus representantes un discurso coherente, quizá ni vivan una realidad coherente. Los jóvenes –es un "hecho probado en la causa"– no les creen ni medio. Cabe también preguntarse por qué. De su respuesta depende su vida política.

Curiosidad histórica: Pedro Aguirre Cerda –que le dobló la mano a la derecha en la década de 1931/40– era un radical de vieja raigambre derechista; hizo, empero, un gobierno con contenido y proyección profundamente social. Se dio cuenta del país que iba a gobernar. ¿Habrá comprendido eso el señor Gómez, y si lo comprende: será capaz de seguir el ejemplo?

 

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