Postal venezolana
Saul Landau*
Las sociedades dominadas por el consumo llenan el vacío espiritual con sonidos e imágenes: comprar, comprar, comprar. Pero el consumismo no parece ser compatible con la conciencia histórica.
Los jóvenes venezolanos que conocí parecen ignorar su historia reciente. Es más, la mayoría de ellos apenas tenían uso de razón o no habían nacido cuando sucesivas pandillas de kleptócratas –autodenominados líderes de partidos políticos– robaban los ingresos provenientes del petróleo.
“La construcción del socialismo en Venezuela está ratificada, y ahora nos dedicaremos a profundizarlo.”
(Presidente Hugo Chávez, después de conocer los resultados de las elecciones del 23 de noviembre).
El Partido Socialista Unificado (PSUV) de Chávez ganó este año 17 de las 23 gobernaciones con una ventaja de aproximadamente 60 a 40%. Pero su partido perdió en estados de gran población y mucho petróleo, así como la alcaldía de la populosa capital, Caracas.
En 1989, bajo el segundo mandato del súper ladrón Carlos Andrés Pérez –un supuesto socialista–, las fuerzas represivas mataron a 2.000 manifestantes en las calles de Caracas durante un levantamiento (el “Caracazo”) en respuesta a su decisión de que los caraqueños pobres, no sus ricos amigos, debían soportar la carga del plan de austeridad del FMI para Venezuela.
(Los venezolanos ricos y los funcionarios norteamericanos sacudieron su cabeza con lástima. El pobre Carlos Andrés tuvo que tomar medidas desesperadas para mantener el orden necesario. Era impensable situar la carga de hacer con menos sobre los hombros de los que tenían más).
Desde inicios de la década de 1961/70 hasta mediados de la de 1991/80 la corrupción y el pillaje caracterizaron tanto a gobiernos democristianos como socialdemócratas. Los electores, disgustados con el comportamiento ladrón de un régimen, elegían a un grupo sucesivo de políticos para que robaran la riqueza petrolera.
En 1998 Chávez ganó la presidencia. Juró terminar con el gobierno de elites y redirigir la riqueza petrolera del país hacia la educación, la salud y la seguridad social para los pobres.
En diez años, cientos de miles han recibido atención médica, alguna educación y formas primarias de seguridad social. Chávez y sus aliados continúan ganando cargos en elecciones libres, y Chávez ha anunciado que realizará un referendo en febrero para pedir al pueblo que le permita mantener el poder presidencial hasta el 2021.
El sentimiento anti-chavista –que inspiró un fracasado golpe militar en 2002– se ha vuelto más inteligente. El recién elegido gobernador Capriles Radonsky participó en ese golpe, pero ahora se ha comprometido con el gobierno de Chávez para enfrentar los problemas nacionales. ¿No fue eso lo que McCain dijo a Obama?
El policía bueno de la oposición encuentra su antítesis en la radio. En 747 AM, el conductor de programas suena como un Rush Limbaugh** hablando castellano. “Yo odio a Chávez”, gritó el 1º de diciembre. A eso le siguieron efectos de sonido: reverberaron disparos como para incrementar el drama de su soliloquio acerca de las maldades del chavismo, incluyendo a los 30 000 médicos cubanos que brindan atención primaria de salud a los pobres de Venezuela.
Un taxista en Margarita, a 40 minutos en avión desde Caracas, también despreciaba a Chávez. Supuso que yo era un turista norteamericano y por tanto, lógicamente, en contra de Chávez. Dijo con sorna del señor Presidente: “Imagínese, ha disgustado al poderoso Estados Unidos e invitó a la Unión Soviética o como se llamen ahora para que traigan aviones de guerra y barcos”.
Otro taxista se preocupaba por el crimen y se expresó de manera cínica acerca de la posibilidad de que Chávez pudiera alcanzar sus objetivos socialistas.
“La corrupción en este país –dijo todavía otro taxista de Margarita– llega muy lejos. Del policía en la calle a ministros del gabinete, pasando por la familia del presidente (en referencia a rumores de que familiares cercanos de Chávez obtenían favores de negocios en el estado de Barinas).
Miro por la ventanilla; Margarita: una isla tropical que fue una perfecta tarjeta postal con montañas y palmeras mecidas al viento, cálidas aguas oceánicas y aves tropicales. Luego llegaron los urbanizadores que deben haber contratado a malvados adolescentes con acné en el alma para diseñar la arquitectura. Las filas de bloques de condominios de varios pisos harían revolverse en su tumba a Frank Lloyd Wright. Las vallas tienen anuncios vulgares de Digitel.
Carteles de mujeres pechugonas y traseros con hilo dental exhortan a comprar, los que “necesitan”, una tercera casa –incluyendo a extranjeros, que compran condominios.
–¿Cómo se puede construir el socialismo aquí? –pregunté a un amigo que vive en Caracas.
Vemos dramáticamente los obstáculos en las calles del centro de la repleta capital de Venezuela (un estimado de cuatro o cinco millones de habitantes), con tráfico compacto que alfombra las calles 12 horas al día. Por dos dólares un venezolano puede llenar al tanque de su auto. ¿Cómo se puede prohibir los autos, comprar en el centro de Caracas y pensar en ser reelegido?
Desde un repleto McDonald’s en Chacaito vemos masas de humanidad que se atropellan camino a las compras. Detrás del centro, situado en un largo valle, están los barrios, aferrados a los cerros circundantes.
En esas barriadas marginales vive una mayoría de pobres venezolanos, seguidores de Chávez. Recibieron poco de los gobiernos ricos en petróleo del pasado. Chávez ha repartido algo de la riqueza bajo la forma de programas médicos, educacionales y de seguridad social. Los médicos cubanos han construido clínicas modulares y miembros de las brigadas de alfabetización han brindado educación básica en las áreas más pobres –gratuitamente.
Además, el gobierno de Chávez ha ofrecido comida sana en las áreas más pobres.
A diferencia de su mentor en la isla socialista, Chávez llegó al poder por medio de las urnas, no la guerra de guerrillas. Fidel Castro exportó a sus enemigos, irónicamente con la cooperación de EEUU. ¿Por qué no? En 1960, los poderosos en Washington y los ricos exiliados que esperaban en Miami creían que podían deshacerse de Castro y la revolución sin siquiera tener que enviar tropas norteamericanas. En abril de 1961, el nuevo Presidente John F. Kennedy descubrió su error cuando la fuerza exiliada de la CIA cayó ante el ejército novato de Cuba en Bahía Cochinos.
Mientras W prepara su salida, Castro permanece vital en su nueva carrera como escritor (La Paz en Colombia, publicado en noviembre). Sin embargo, Chávez no puede exportar a sus enemigos. La elite de Venezuela y el gobierno de EEUU aprendieron la lección después de 50 frustrantes años de tratar de derrocar a la revolución cubana desde Miami.
Una oposición organizada hace ruido político especialmente por medio de las elecciones –acusaciones y contra acusaciones, anuncios en TV, radio y vallas–. Imaginen si los revolucionarios de Cuba hubieran tenido que transformar la economía y la estructura social de la isla con la presencia de un millón de ruidosos opositores.
Fidel tuvo que enfrentarse a un airado Wáshington, pero no a los diarios ataques de su propia clase rica que paga por los asaltos en periódicos, TV y radio y montan una red internacional de rumores para demonizarlo.
La visión socialista de Hugo Chávez ha emergido en medio de un entorno y una economía mundial en derrumbe en un país cuya cultura hacia el exterior apesta a consumismo, enloquecidas bocinas de autos, embotellamientos del tránsito, el escándalo del "reggaetón" reverberando en los autos y altavoces públicos.
Caracas apesta de anarquía peligrosa en medio de la riqueza no compartida de una pequeña minoría. El consumo se ha convertido en el valor espiritual del capitalismo: la obsesión por lo superficial: supuestamente Venezuela es el líder mundial en operaciones plásticas de mamas per cápita.
Venezuela es en gran parte capitalista, no socialista. En 10 años Chávez ha aprendido como presidente que el cambio no se da fácilmente por medio de legislaturas y tribunales cuando los políticos de la oposición, rica también, usan los medios para ayudar a entorpecer la justa distribución de la riqueza.
Chávez carece de un gran número de cuadros disciplinados para llevar a cabo sus políticas y de un curtido partido político de gente dedicada únicamente en la vida a trabajar para cambiar el curso de la historia del país.
“El petróleo en manos de gobiernos corruptos ha corrompido este lugar”, dice Jesús Marrero, que en 1973 sufrió brutal tortura supervisada por el comisario Basilio. “Evidentemente era un tipo importante en la inteligencia venezolana (DISIP)”.
Marrero pertenecía al Movimiento Insurreccional Revolucionario (MIR). “Este hombre (Basilio) que irradiaba un frío cinismo” supervisó durante meses las sesiones en la que su gente aplicaba choques eléctricos a Marrero en las orejas, testículos y pene.
“Escapé de la prisión en 1975”, dijo, “y me reuní con mis compañeros en las montañas. En octubre de 1976 vi en el periódico la noticia del sabotaje en pleno vuelo a un avión comercial cubano que mató a todos los que iban a bordo. La foto del periódico era de Basilio, identificado como Luis Posada Carriles”.
Marrero quiere declarar contra Posada “en cuanto Obama comprenda que este hombre es un verdadero terrorista, a diferencia de los cinco cubanos. (Se refiere a cinco agentes de la inteligencia cubana que entregaron material al FBI acerca del terrorismo de los exiliados cubanos en Miami, y que fueron arrestados y condenados a largas penas de prisión en penitenciarías federales.)
Marrero dice que Venezuela se enfrenta a un reto formidable. Pero “Chávez ha iluminado el camino sano y debemos superar la basura que bloquea nuestras mentes y nuestras calles y trabajar en pro de la justicia y la igualdad en un mundo verde”. Yo asiento. Él ha mantenido su celo revolucionario durante décadas de exilio en México.
En 1998 regresó para trabajar a favor de la misma visión que lo tentó a convertirse en revolucionario treinta años antes. Marrero ayuda a llevar energía solar a áreas rurales remotas, para usar el calor del sol para potabilizar agua y otras necesidades.
Si Chávez gana el referendo para continuar hasta el 2021, miles más podrían unirse a Marrero en su intento por llevar energía limpia a los necesitados.
* Cineasta, analista político, escritor.
En http://progreso-semanal.com