Preguntas… preguntas… preguntas (y falta de respuestas)
Alberto Maldonado S.*
¿Por qué, si a Milosevic, presidente de Yugoslavia —hoy ex Yigoslavia— lo llevaron a La Haya para juzgarle por genocida (por lo de Kosovo) no le aplican igual tratamiento a George Bush hijo, de Estados Unidos, a Tonny Blair, de Inglaterra, y a José María Aznar, de España (entre otros genocidas) por la invasión sin razón alguna de Iraq, la matanza de más de un millón de civiles iraquíes y el ahorcamiento de Sadam Hussein, entre otros crímenes y atrocidades cometidas contra ese país?
¿Por qué el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no ha resuelto aplicar medidas coercitivas contra Israel —por ejemplo— que “se toma la molestia” de bombardear y asesinar a palestinos, cada vez que le da la gana, u ocupar militarmente (con muertos y desaparecidos inclusive) una nave que se dirige a la Franja de Gaza a tratar de llevar algún alivio a su población (millón y medio de personas) que está sujeta a un implacable bloqueo; y en cambio, amenaza y toma medidas cada vez más agresivas contra Irán, por la sola “presunción” de que está tratando de armar su propia bomba atómica?
¿Por qué Israel si tiene el derecho a tener un arsenal de bombas atómicas (cedidas por Estados Unidos) y en cambio, para el tal Consejo de Seguridad, “no es admisible” que Irán pretenda fabricar la suya propia —a pesar de que repetidas veces ha dicho eñp gobierno iraní que solo pretende utilizar la energía atómica con fines pacíficos, lo cual fue certificado por Turquía y Brasil, dos testimonios que fueron echados al canasto de la basura?
¿Por qué en el seno de este Consejo de Seguridad de las NNUU siguen teniendo derecho a veto las cinco potencias nucleares que, con solo “utilizar” con cualquier pretexto, el uno por ciento de su potencial nuclear, determinarían el fin de todo ser vivo en el planeta Tierra? ¿Por qué no se les da ese mismo derecho a otros países que llegan a formar parte de ese Consejo de Seguridad y que no solo están en contra sino que denuncian a la terrible guerra nuclear como el fin de la vida?
¿Por qué no han sido enjuiciados y sentenciados a prisión perpetua los 10 presidentes constitucionales de los Estados Unidos de Norteamérica que han dictado y han mantenido el bloqueo criminal contra Cuba, durante 50 años —Obama acaba de reiterarlo— a pesar de que la Asamblea General de las Naciones Unidas se ha pronunciado, repetidas veces y en forma casi unánime, contra tan atroz y arbitraria medida genocida?
¿Por qué, si todo el mundo sabe que Estados Unidos es el principal productor y consumidor de droga en el mundo, su Departamento de Estado y la famosa y ultrasecreta DEA se permiten anualmente juzgar a otros países (como Ecuador y Venezuela) y sindicarlos como “débiles y complacientes” en el tráfico de estupefacientes (principalmente hacia Estados Unidos) sin que por lo menos el mundo sepa que hace algo, en su propio país, por combatir o por lo menos contrarrestar ese infame así como multimillonario mercado; y por desenmascarar y llevarlos a la cárcel a los capos que en EEUU manejan a su antojo ese mercado y nos les pasa nada?
¿Por qué no se enjuicia a la administración de justicia estadounidense por mantener 12 años en la cárcel, sometidos a durísimas penas (hasta una doble sentencia a perpetuidad) a cinco cubanos por “el delito” de haberse infiltrado en la mafia cubano-estasdounidense de Miami para prevenir a su país de complots criminales en su contra; es decir, exactamente por haber hecho lo que se propusieron (luchar contra el terrorismo) el señor Bush Jr. y la señora Condoleza Ricce, después del atroz y el terrible 11-S? ¿O la justicia norteamericana espera que se mueran en la cárcel los cinco héroes cubanos para “pedir perdón” por la injusticia cometida, como lo hicieron con los anarquistas italianos Sacco y Vanzetti?
¿Por qué la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), que dice que defiende en el continente la libertad de expresión, no condena y protesta contra la gran prensa norteamericana en manos de 10 consorcios internacionales que anualmente “ignora” para su público decenas de informaciones de interés mundial (leer la publicación anual “El Proyecto Censurado” que anualmente edita la universidad de Sonoma, California, Estados Unidos) y desinforma, de esta manera, a la ciudadan´ñia de ese paìs sobre asuntos de su absoluto interés?
(El público norteamericano ignora, por ejemplo, que a título de “lobby” una práctica muy común y aceptada en EEUU hay un tráfico de influencias que se acerca y rebasa prácticas de corrupción en sectores legislativos; o que durante siete años de ocupación armada en Iraq fueron asesinados más de un millón de inocentes civiles iraquíes; o que en los sectores de inteligencia del ejército estadounidense se cometen, desde hace años, actos contrarios a los derechos humanos, más ignominiosos que los que la prensa yanqui suele “descubrir” en nuestros países tercer mundistas)
¿Por qué los medios comerciales del continente prefieren seguir autodenominándose “independientes” cuando —todo el mundo lo sabe— son total y completamente dependientes —pero de quienes son dueños de sus patrimonios sociales— y, sobre todo, de la publicidad comercial que, para mantener la sociedad de consumo, debe gastar anualmente una costosísima publicidad pagada que impone a los medios sus propias políticas y directrices?
(En Colombia, se comprobó que más de una transnacional de "márketing" financiaba y respaldaba a paramilitares que se apoderaron por las armas de tierras y propiedades de campesinos colombianos, que hoy deambulan por todo el país y por países vecinos como refugiados).
¿Por qué siete asambleístas ecuatorianos fueron a “quejarse” en Estados Unidos de un proyecto de ley de comunicación que está en trámite en la Asamblea Nacional, cuando saben a ciencia cierta que esa ley debe ser tramitada y aprobada por las instancias legales pertinentes, ya que es un mandato constitucional? ¿Y por qué nadie les ha denunciado, por lo menos para que pierdan sus calidades de asambleistas, o por lo menos les den un certificado de “chismosos”?
¿Qué tiene que decirnos la señora Catalina Botero, colombiana y que las oficia de “relatora de la OEA” respecto de los proyectos de ley ecuatorianos (que todavía no son ley), cuando no ha dicho media palabra respecto de los crímenes y amenazas “logradas” por el ex presidente Álvaro Uribe Vélez y sus paramilitares, contra periodistas y medios colombianos (el último, el señor William Parra, primer corresponsal de Telesur en Bogotá, quien está enjuiciado por “terrorista” según expresión del propio Álvaro Uribe) o ha condenado la matanza de periodistas en México, a título de una guerra del narcotráfico; o los 10 asesinatos que hasta hoy lleva el gobierno del señor Lobo en Honduras?
¿Por qué los medios sipianos (de la SIP-CIA) en el Ecuador encuentran que las réplicas que semanalmente debe hacer el presidente Rafael Correa —por las mentiras y agravios que recibe durante la semana— son “un peligro para la libertad de expresión” (sic) y, en cambio, lo que ellos dicen y difunden del gobierno de Correa “es ejercicio de esa misma libertad de expresión”?
¿Por qué la prensa sipiana (especialmente la impresa) desde hace tres años, ha relegado a páginas indeterminadas, espacios secundarios y resúmenes intrascendentes, lo que dice, anuncia o critica el Jefe de Estado cuando, hasta esos años, la misma prensa sipiana daba al jefe de Estado y su gobierno “anticipos” de primera plana y espacios destacados a la información oficial? ¿Es eso ser independientes?
¿Por qué los asambleistas sipianos (en el Ecuador) pretenden encontrar “una amenaza contra la libertad de expresión” solo porque en el proyecto de Ley de Comunicación se define que la información (la noticia) en los medios debe ser “veraz, verificada, oportuna, contextualizada y plural”, si los propios periodistas de antaño (que no tenían una formación profesional universitaria) nos insistían en que la noticia “debe acercarse a la verdad, recoger las distintas versiones, ser plural” ya que una información es un hecho concreto, cierto, que ha ocurrido; y no un invento del reportero —y aquello lo hemos venido haciendo todo los días, desde hace décadas?
¿Por qué el premio Nobel de la Paz, Pérez Esquivel, escribe, desde Argentina, un ensayo titulado La información contaminada” en el cual denuncia que la empresa periodística comercial de estos tiempos manipula, tergiversa, amputa o ignora la información, según sus conveniencias o las directrices que reciben desde EEUU?
¿Cómo creer en la democracia y la libertad de las que nos hablan, semana a semana diarios como La Nación y Clarín de buenos Aires o el Mercurio de Chile o el País de Paraguay si esos periódicos (prototipos del diarismo tipo SIP) fueron puntales de las dictadurs más abominables que se dieron en la década de los 70-80 del siglo pasado? ¿Cómo creer en lo que nos dicen individuos como el cubano-estadounidense CIA Montaner, o el uruguayo Danilo Arbila y otros personajes de ese jaez, que la prensa “libre e independiente” de nuestros países, reproduce semana a semana, como si fueran la biblia del periodismo de opinión, si el uno fue vulgar terrorista en su país; y el otro, un sirviente de la peor dictadura que ha tenido Argentina?
¿Cómo creer en la independencia de los diarios El Comercio de Quito y El Universo de Guayaquil si estos dos periódicos sipianos manipulan, tergiversan y mienten todos los días, respecto de informaciones que son lanzadas sin prueba alguna, pero que afectan a un gobierno que ha sido elegido y reelegido democráticamente en lar urnas?
(Para muestra dos botones: la mentira “piadosa” de que el gobierno “había suprimido” el almuerzo escolar a más de medio millón de niños y niñas, especialmente de las escuelas rurales; pero no pusieron énfasis que, en su lugar, el Estado está sirviendo a esos niños un desayuno reforzado que es mucho más beneficioso para efectos de su formación y educación.
Y aquel otro: que Correa quiere comprar “un avión más grande” que el que tiene para sus movilizaciones dentro y fuera del país, cuando ni desde la Presidencia o desde la FAE o el Ministerio de Defensa nadie ha pedido una investigación de precios sobre una nave semejante)
Nota importante. Como las apuntadas, hay en el mundo mil y una preguntas que tienen implícitas sus propias y obvias respuestas. Sin embargo, el autor deja librado a los lectores su derecho a proponer otras preguntas y a darse las respuestas que estimen pertinentes.
* Periodista.