Prensa y sociedad – – ¿PERIODISMO CRÍTICO U OPOSITOR?

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El primero aspira a dejar de serlo: busca que sus ideas sustituyan a las vigentes contra las que lucha, y si lo consigue, abandonará la oposición. El periodismo crítico no pretende ser otra cosa en el futuro. Sus principios no son ideológicos sino metodológicos: en esto se parece al derecho o a la ciencia.

El periodismo opositor, por su propia definición, muere de éxito el día que pasa a ser oficialista. El periodismo crítico tiene una misión perpetua: como la investigación académica nunca se agota porque se renuevan los interrogantes.

Cada palabra que se pretende
suprimir o borrar termina resonando con más fuerza

Watchdog. El periodismo crítico hace de auxiliar del orden democrático: suma contrapeso al sistema de división de poderes. En Estados Unidos se lo llama watchdog (perro guardián): gobierne quien gobierne, su función es ladrar. Tan institucionalizado está su papel, y desde hace tantos años, que Thomas Jefferson, autor de la declaración de Independencia de Estados Unidos y de parte de su Constitución, dijo: «Si tuviera que elegir entre un gobierno sin periódicos o periódicos sin un gobierno, optaría por lo último».

Pero en la Argentina, donde durante cincuenta y tres años (1930-1983) la norma fueron las dictaduras –interrumpidas esporádicamente por gobiernos elegidos por el voto popular pero autoritario o famélico–, muchas generaciones no pudieran apreciar la importancia del sistema de división de poderes. Y si no fue fácil distinguir la diferencia entre elecciones y democracia, resulta lógico que haya sucedido lo mismo con el periodismo crítico y el opositor.

Esta confusión y desacostumbramiento incluye a los profesionales de la política. Las notas o investigaciones críticas que generan en dirigentes argentinos odios viscerales y respuestas brutales contra la prensa en las democracias desarrolladas son digeridas con naturalidad.

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Las tapas de la revista Noticias, tan revulsivas para este gobierno, resultan corteses si se las compara con el trato que le dispensa Veja a Lula, la BBC y The Economist a Tony Brair, The New York Times a Bush o La Repubblica a Berlusconi, por citar sólo algunos ejemplos.

La irritación de los políticos argentinos se explica por el aislamiento sumado a la falta de roce y contagio con ideas y costumbres habituales en otras partes del mundo: el matrimonio presidencial recién viajó al exterior cuando ocupó la Casa Rosada, hasta hace veinticinco años el líder radical Ricardo Balbín se enorgullecía de no haber salido nunca del país y pocos políticos hablan otro idioma.

Ese aislamiento generó falta de modernidad, un conservadurismo cómodo (el cambio siempre demanda esfuerzo), falta de sensibilidad frente al atraso, y una ignorancia a veces disfrazada de falso nacionalismo.

A largo plazo no se puede menos que ser optimista porque las nuevas tecnologías, que acortan las distancias y a veces hasta la suprimen, tendrán un impacto cultural aún mayor en las próximas generaciones: nuestro aislamiento tuvo origen geográfico porque vivimos en el extremo sur de un hemisferio habitado sólo por el 10% de la población del planeta y donde el 70% de su superficie está ocupada por océanos. Pero a nuestra generación le queda cruzar el desierto de desinformación con ánimo de pioneros.

La prensa es un jinete que monta su caballo
con fusta en mano y espuela en el talón.

(José Martí)

Ser anticíclico. La ex decana de Periodismo de la Universidad de Columbia de Nueva York, Joan Konner, me dijo hace algunos años: «No confundimos al periodismo con otros lenguajes de comunicación. Nosotros enseñamos periodismo como un servicio público y tenemos una especie de juramento hipocrático que consiste en contribuir a mantener sana a la democracia ofreciéndole a los ciudadanos mayor conocimiento
(ciudadanos, no gente).
Básicamente enseñamos ética y a pensar críticamente».

El mejor ejemplo de periodismo crítico en la Argentina es la revista Noticias. Trató a De la Rúa y a Menem con el mismo espíritu acusatorio con el que hoy trata a la administración Kirchner (y su predecesora, la revista La Semana, fue clausurada por la dictadura militar).

Por eso resulta tan didáctica la campaña de publicidad con la que Noticias celebra los 30 años de Editorial Perfil, que como adelantamos la semana pasada continuará hasta diciembre próximo.

En este diario y en todas las publicaciones de la editorial, se comenzó con los primeros avisos. Progresivamente se volverán a ver las notas y tapas críticas a todos lo gobiernos porque, como dice Noticias,»entender cambia la vida».

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* Periodista. Presidente ejecutivo de Editorial Perfil, de Buenos Aires, y director del periódico del mismo nombre.

En esta revista puede leerse un artículo de Luigi Lovecchio –La hipocresía y los medios de prensa –, en el que se hace referencia a Editorial Perfil y a Jorge Fontevecchia, publicado días antes del que reproducimos, que se publicó a su vez en el diario Perfil.

Sería desde luego presuntuoso y fuera de lugar creer en modo alguno que el texto de Jorge Fontevecchia contiene algún tipo de respuesta al artículo de Lovecchio; ocurre que ambos, con diferente óptica, tocan asuntos de importancia para el ejercicio del periodismo y la relación entre prensa y sociedad.

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