Identidad Sindical
Devorará energía y agua como una ciudad, y dejará apenas 600 empleos. El proyecto Stargate Argentina promete desarrollo y modernidad, pero encierra una ecuación desigual: millones en inversión, consumo masivo de recursos naturales y una mínima generación de trabajo.
El anuncio llegó con tono épico. «Hoy nos enorgullece anunciar los planes para lanzar Stargate Argentina», dijo el dueño de OpenAI al confirmar la construcción del primer megacentro de datos de la empresa en América Latina. Lo hizo en un video difundido este jueves, donde también destacó la alianza con la firma energética Sur Energy y la intención de convertir al país en un «centro de inteligencia artificial para toda la región». Pero detrás del discurso optimista y las cifras millonarias -una inversión estimada en 25.000 millones de dólares-, lo que se abre es una nueva etapa del extractivismo digital: el uso intensivo de agua y energía a cambio de apenas unos cientos de empleos.
El plan se llama Stargate Argentina y, según fuentes del sector, se construirá en la Patagonia. No es casual. El clima frío y la disponibilidad de agua convierten al sur en el escenario ideal para este tipo de infraestructura: allí el aire helado ayuda a refrigerar los servidores y los ríos garantizan un suministro constante para los sistemas de enfriamiento. En otras palabras, la Patagonia ofrecería a OpenAI lo que Silicon Valley ya no puede: bajas temperaturas, abundancia hídrica y energía limpia a bajo costo.
El dueño de OpenAI lo explicó con una narrativa esperanzadora. Dijo que «se trata de poner la IA en manos de la gente de toda Argentina» y que el proyecto es fruto de una visión compartida con Javier Milei, a quien conoció durante su visita a San Francisco. Pero los números duros muestran otra realidad. Un centro de datos de 500 megavatios puede consumir tanta electricidad como una ciudad de 250.000 habitantes. Y aunque el discurso oficial hable de innovación y desarrollo, los empleos directos que genera este tipo de infraestructura rondan entre 300 y 800 personas.
Para dimensionar el impacto, una sola consulta en ChatGPT puede consumir hasta 20 o 30 veces más energía que una búsqueda en Google. Mientras que una búsqueda web típica requiere apenas 0,3 Wh, una respuesta promedio de inteligencia artificial demanda entre 6 y 10 Wh, multiplicado por millones de usuarios diarios. En agua, la diferencia también es brutal: cada 10 a 50 interacciones con un modelo de IA pueden representar hasta medio litro de agua dulce utilizada para enfriar servidores.
En otras palabras, un proyecto que absorberá energía, agua y territorio equivalentes a los de una ciudad mediana dejará menos puestos de trabajo que una sola planta automotriz. Según los estándares internacionales, los centros de datos de gran escala operan casi de forma automática: cientos de servidores trabajando las 24 horas, con apenas un puñado de ingenieros, técnicos de mantenimiento y personal de seguridad. No es industria, es infraestructura. No es trabajo humano, es trabajo de máquinas.
Los defensores del proyecto aseguran que la IA traerá beneficios indirectos: desarrollo de talento, modernización del Estado, innovación educativa. Sin embargo, en países como Estados Unidos, Finlandia o Irlanda, donde se instalaron megacentros de datos similares, los efectos fueron ambiguos. Las empresas de tecnología ocuparon grandes extensiones de tierra, consumieron recursos naturales masivos y generaron pocos puestos de trabajo permanentes. El fenómeno ya tiene nombre: extractivismo digital.
El caso argentino se potencia por el contexto. En un país donde la industria nacional se achica y la energía es cada vez más escasa, la llegada de una corporación extranjera que consumirá electricidad y agua dulce para alimentar algoritmos globales abre una pregunta inevitable: ¿de quién será la inteligencia artificial? ¿De los trabajadores que la sostienen con sus recursos o de las empresas que la controlan desde Silicon Valley?
Mientras el gobierno celebra el desembarco como una señal de confianza internacional, la realidad muestra otra cara. Los servidores de OpenAI no necesitan obreros, no emplean metalúrgicos ni mecánicos, no generan cadenas productivas. A diferencia de una fábrica o un parque industrial, un centro de datos no produce bienes, no exporta manufacturas, no dinamiza economías locales. Consume electricidad, ocupa territorio y usa agua. El resto es relato.
El propio discurso del empresario, que recordó a Matt Trevisano -el negociador argentino fallecido en un accidente-, apela a la emoción y al idealismo. Habla de futuro, de creatividad, de oportunidades. Pero el verdadero impacto se medirá en megavatios y litros de agua, no en sueños. Millones de argentinos ya usan ChatGPT cada semana, dice el fundador, como si eso fuera una prueba del progreso. Pero la pregunta que debería hacerse el país es otra: ¿qué queda para nosotros, además de la factura de luz?
Si la instalación finalmente se concreta en la Patagonia, será el mayor proyecto de infraestructura digital en la historia argentina. Y también un símbolo del modelo que se viene: un país que entrega su energía y su agua para alimentar cerebros de silicio, mientras la economía real sigue en pausa.
Lo que sabemos
El Proyecto Stargate (puerta estelar) es un plan en el que vienen trabajando OpenAI, Oracle y SoftBank desde 2022. En enero de este año, un día después de la asunción de Donald Trump, la Casa Blanca fue sede de un anuncio impactante: Stargateinvertiría 500 mil millones de dólares en el desarrollo de la mayor infraestructura mundial para inteligencia artificial, con varios centros de datos en Estados Unidos. Más tarde se sumarían planes similares para Emiratos Árabes Unidos y Noruega. Stargate Argentina sería el primer proyecto de la empresa en América Latina, reseña el diario argentino Perfil.
Una semana después de aquel anuncio en Washington, China presentó Deep Seek, un sistema de IA de código abierto, más barato y más eficiente desde el punto de vista energético. Las acciones de las tecnológicas de Silicon Valley se desplomaron. En particular, las de Nvidia, la empresa que fabrica los “fierros” que hacen funcionar a los centros de datos. Nvidia ya había firmado con OpenAI un acuerdo para proveer equipos por 100 mil millones de dólares.
También sabemos que el socio argentino de Stargate es Sur Energy, una empresa enfocada en infraestructura digital, fundada por el recientemente fallecido Matías Travizano junto con Emiliano Kargieman, acompañados por Stan Chudnovsky. La compañía no tiene página web ni empleados, pero dice de sí misma que se especializa en implementar proyectos de data center sostenibles que combinan tecnología avanzada y energías renovables para apoyar el crecimiento global de la inteligencia artificial, añade el diario.
Argentina desarrolló su propio modelo de reactor modular, el CAREM. Ni bien asumió, Milei frenó el proyecto cuando este mostraba cerca de un 70 por ciento de su avance y se llevaban invertidos más de 600 millones de dólares. Reidel anunció que el país construiría otro modelo de reactor modular, uno desarrollado por la empresa pública rionegrina INVAP, que ya cuenta con patente internacional.
Ese proyecto insumiría no menos de cinco años para concretarse. Desde que Reidel lo anunció en diciembre de 2024, el plan no mostró ningún avance. ¿Por qué abandonar un reactor que está a punto de terminarse por otro al que le falta un lustro para ver la luz? Esa es la pregunta que ni Milei ni Reidel pueden contestar. Quizás la respuesta esté en la reciente adhesión de Argentina al Programa FIRST de Donald Trump. Ese programa establece una curiosa colaboración.Los países adherentes le entregan a la Casa Blanca información sensible sobre sus planes nucleares. A cambio, la Casa Blanca les vende reactores modulares. Un trato justo ¿No?
Este anuncio se produce en el marco de un inédito rescate financiero del Gobierno de Donald Trump al plan económico de Javier Milei y Luis Caputo, del cual se desconocen las condiciones, pero se pueden deducir. Argentina es una pieza significativa en el tablero estratégico de Washington, que busca revertir el avance firme de China en el sur global. En esa carrera comercial, industrial y digital, Estados Unidos ya da por perdida a África, donde Beijing juega fuerte y domina. América Latina, con sus enormes recursos naturales, es un territorio en disputa.
La hora de las preguntas
El comunicado de Stargate no señala en qué lugar de la Patagonia se desarrollará el centro de datos, ni cuál es su proyecto de ingeniería. Si el lugar es Neuquén, en Vaca Muerta, tendremos una pista de cuál va a ser la fuente de energía que se va a usar, señala el analista Claudio Martínez.
Aunque el anuncio habla de energía renovables, no aclara cuáles se van a utilizar. Este no es un dato menor. El consumo energético de estas instalaciones es motivo de controversia en el mundo entero. Las compañías no lo informan con claridad. En los contratos que firman con las empresas proveedoras de electricidad suele haber cláusulas de confidencialidad que protegen esos datos. En las declaraciones públicas, las tecnológicas se pintan de verde y anuncian planes para reducir el impacto ambiental, pero en la realidad esas intenciones no se verifican.
El consumo de agua es otro aspecto clave para evaluar las consecuencias de instalar un centro de datos de esta magnitud. Los racks con placas que constituyen el cerebro de la inteligencia artificial levantan mucha temperatura. El rango para mantener un funcionamiento adecuado debe ir entre los 18 y los 27 grados, y para lograrlo se usan torres de enfriamiento que funcionan gracias a la constante circulación de agua. Aunque las empresas tecnológicas aseguran que se trata de sistemas de ciclo cerrado, el desperdicio de agua es muy significativo.
Ahí aparece otra vez la opacidad en la información. Con el poder económico que ostentan, estos monstruos digitales tienen la capacidad de influir en las regulaciones de los territorios en los que desembarcan. En otras palabras, escriben las leyes que luego los van a controlar.
Stargate Argentina promete crear miles de empleos directos e indirectos. La realidad es que los centros de datos insumen mano de obra intensiva durante su construcción. Una vez que están en marcha, son galpones en los que trabajan apenas decenas de empleados. En el mejor de los casos, cientos.
Según el comunicado que se conoció el viernes pasado, la inversión prevista se realizará en el marco del Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI). Recordemos que el RIGI, sancionado por el Congreso en 2024, otorga estabilidad normativa por30 años en materia tributaria, aduanera y cambiaria: el Estado queda atado a esas reglas aún si cambian las condiciones económicas o energéticas. En nombre de la “seguridad jurídica”, se cede capacidad regulatoria por tres décadas.
La Argentina no produce los equipos que requiere un centro de datos, por lo que hay que importar casi toda la tecnología: servidores, sistemas de enfriamiento, transformadores y equipamiento eléctrico.l RIGI establece que las empresas acceden a exención de derechos de importación para bienes de capital y de informática y telecomunicaciones vinculados al plan aprobado, y puede cancelar IVA con certificados de crédito fiscal.
Además, tienen beneficios cambiarios. Es decir, acceden directamente al mercado de cambios para pagar utilidades, dividendos e intereses al exterior sin autorizaciones previas. Para la economía argentina esto implica salida de divisas y menor recaudación, sin desarrollo de proveedores nacionales de alto valor. El RIGI asegura por 30 años que esos beneficios no puedan ser restringidos por normas futuras más gravosas.
La ecuación parece inmejorable: se invierte con beneficios públicos, se opera con energía nacional y se transfiere la ganancia al exterior.
No es una cuestión menor conocer cómo se conformará Stargate Argentina para entender si la promesa de inversión no terminará agudizando la restricción de dólares que asfixia a la economía argentina.

No es lo mismo una empresa nacional que procesa datos en el país y los exporta al mundo, que un enclave extranjero que hace extractivismo de datos y consume divisas. ¿Qué compromisos establecerá Stargate con el sector público argentino? ¿Será un mega centro de datos para respaldar la digitalización de la gestión? ¿O usará los datos de los argentinos para alimentar la maquinaria de manipulación global en la que se convirtió el espacio digital?
¿Será Stargate Argentina una solución para los desarrolladores locales de IA que hoy tienen que pagar el procesamiento de sus aplicaciones en dólares en el exterior? ¿Será este proyecto el camino hacia la soberanía digital y cognitiva que merece la Argentina?, sigue preguntando Claudio Martínez.
Esta claro que el país no tiene los recursos financieros para desarrollar por si mismo un emprendimiento de esta magnitud. Bienvenidas las inversiones, pero hace falta discutir las condiciones, con acuerdos razonables, con beneficios reales y riesgos controlados. Se trata de que los que vienen a invertir integren al país en la producción del conocimiento que generan. La contracara de la estabilidad, las exenciones y la energía barata debe ser el contenido local, la formación de trabajadores y la transferencia tecnológica. Si no, no estaremos hablando de desarrollo, sino de dependencia.
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