PREPOTENCIA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

¡Quién de nosotros no ha sido víctima de algún prepotente!, de alguien que abusa o hace alarde de su poder y se cree superior a los demás. Cuántas veces nos han dicho: «no sabes con quien te estas metiendo» o «no tienes idea de con quien estas hablando» o «tú actitud te va a costar bien cara cuando hable con Zutano».

Si somos honestos debemos confesar que alguna vez también hemos sido prepotentes.

La persona dominante es aquella que no sólo trata de imponer su voluntad en todo momento, sino que, además, no admite que otros puedan tener opiniones, ideas o conocimientos superiores o diferentes a los propios. Es una peligrosa mezcla de vanidad, soberbia, intransigencia y mala educación. Muchas veces impresiona a su auditorio por su osadía, y no falta quien manifieste: ¡Qué personalidad tan destacada!

Pero no se trata de una característica de personalidad: va más allá. Se trata de un apetito inmoderado de poder –que generalmente termina en fracaso.

Hay que comprender que el que posee una personalidad fuerte y destacada, es verdaderamente útil sólo cuando estimula la superación de otros. Un líder que no entusiasma, un instructor que no admite controversias, un director que no sabe delegar responsabilidades podrán ser distinguidas personalidades individuales, pero su eficacia es limitada.

El prepotente tiende a centralizar todo en sus manos y generalmente le gusta rodearse de seres mediocres que acaten sus órdenes sin expresar –no digamos oponer– criterios propios.

Es una conducta que se debe combatir, porque para ser provechoso a una comunidad es necesario saber trabajar en equipo, y no solo permitir sino estimular lo bueno y constructivo que hay en cada ser humano. El talento de una persona no radica en su éxito personal, sino en lograr que los que la rodean, también consigan obtenerlo.

Hay prepotentes en todos los aspectos de la vida. Tanto en las cosas grandes como en las pequeñas. ¡Cuantas veces está un grupo sometido al yugo de la dominación de una persona! Los encontramos en la política, en los deportes, en la familia, en el trabajo, entre los amigos.

Los gobiernos pueden llegar a extralimitarse cuando afectan valores que la sociedad considera vitales, obstaculizan las libertades personales o modifican en su desmedro leyes sociales, invaden instancias que no le corresponden y manipulan a la comunidad, no solamente a través de acciones específicas, sino también a través del silencio, del ocultamiento de la realidad y de la presencia de la censura.

El prepotente es peligroso porque se impone a los débiles. Su presencia irrita a los que no lo son y desean oponérsele y, si se le agrega esta tendencia a la malacrianza y a la falta de educación, se convierte en un ser detestable, que agobia con su sola presencia al grupo donde se encuentra.

Así que tenemos que tener mucho cuidado de no confundir la prepotencia con la personalidad. Por eso debemos escudriñar nuestros supuestos éxitos, nuestra influencia sobre otros, nuestras dotes de organizadores, de personas «indispensables» para ver si en todos esos superlativos, con los cuales nos complacemos en adornarnos, no se encuentra una dosis de prepotencia.

Recordemos: la prepotencia puede conducirnos al triunfo temporal, pero fatalmente significará la peor derrota que podamos enfrentar.

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* Periodista.

giselaoo@cantv.net.

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