Primero de mayo: – LA CULTURA DEL PARO Y ADIÓS LUNA DE MIEL

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

No extraña que el presidente asuma el papel de gendarme de las petroleras, cuando el año pasado –fiel a sus ofertas de campaña– garantizó el respeto a la seguridad jurídica a las trasnacionales. Lo que nos hace deducir que con este gobierno tendremos cuatro años más de saqueo y festín petrolero, pues nada hacer prever que se nacionalice el petróleo.

Será acaso que le molesta al presidente que durante un mes se suspendió la producción del Campo Palo Azul, otrora de Petroecuador, hoy sobreexplotada por Petrobrás, a consecuencia del paro de los colonos en Orellana, Cantón Joya de los Sachas. Más allá de la escandalosa realidad de la participación insignificante del Estado en el negocio petrolero –que favorece en más del 80% del reparto a las multinacionales–, hay una realidad que ni al gobierno ni a los medios de comunicación les afecta en lo más mínimo.

Derrames por doquier, contaminación de las fuentes de agua de consumo humano, emisión las veinticuatro horas del día de gases tóxicos al ambiente, son el común denominador de la actividad petrolera, que afecta a 400 mil habitantes de las provincias orientales.

Cuando la prensa miente por ignorancia o mala fe al resaltar en grandes titulares que Tantos millones de dólares pierde el país por el paro en Orellana o en Sucumbios, son ellos quienes mienten para blindar toda capacidad de respuesta por parte de la opinión pública, ante las justificadas razones de la protesta popular.

Quienes hemos transitado por años en los campos petroleros sabemos que cuando se suspende la producción, apagando las bombas que extraen el crudo del subsuelo, no se pierde el producto, más bien se pospone su extracción en el tiempo. Y si fuese cierto que se pierde producción, qué vale más, la salud y la vida de los seres humanos que habitan la amazonía, o el petróleo que se fuga del país, sin beneficio de inventario para los ecuatorianos pobres de la Patria.

Las cuñas con mensajes subliminales del gobierno correísta «bolivariano y de izquierda» son un tributo a la mentira. Cómo puede decirse «Ahora la Patria es de todos», o «Hemos recuperado la soberanía» cuando se pretende silenciar las voces de los campesinos e indígenas, expresión del auténtico poder popular, al satanizar la protesta ciudadana; o pretender aplicar la Ley Antiterrorista que ya se aprobó en El Salvador, para criminalizar los paros o las luchas callejeras de los pueblos afectados por la explotación petrolera y minera.

El doble discurso del regimen nos desconcierta, pues sin querer afectar los intereses de varios sectores empresariales que apoyaron económicamente la campaña de Alianza País, se pretende aplicar paños de agua tibia a la inhumana explotación de la tercerización, suspendiendo a ciertas empresas, cuando de lo que se trata es de quebrar para siempre a la intermediación laboral, instaurando la sindicalización pública a nivel nacional. Por ejemplo, cómo es posible que en Petroproducción existan empresas como IISA, donde 140 obreros reciben sueldos de poco más o menos 400 dólares, cuando la estatal paga a la contratista 2.600 al mes, por cada servicio. La diferencia obviamente va al bolsillo de la tercerizadora.

Mil veces insistiremos que es más rentable para el Estado contratar directamente a los trabajadores –sin excepción alguna– como personal de planta, que seguir engordando las chequeras de los empresarios explotadores.

Cientos de miles de trabajadores representan a igual número de de familias desamparadas, que ante la tragedia de la tercerización, encuentran como legítima arma de lucha el paro petrolero. El hambre no puede esperar tres, cinco y más meses sin percibir un centavo de remuneración.

A usted señor presidente, que gana más de 4.000 dólares mensuales, que por su alta dignidad tiene protección, seguridad y las comodidades de la gran ciudad, para su familia, no le afecta la preocupación de tener que dejar de enviar a los niños a la escuela por falta de dinero.

Sepan los que hoy se han encaramado en el poder, junto a la derecha –representada por la Izquierda Democrática– que la cultura del paro responde a una necesidad de supervivencia, ajena a las comodidades de las grandes metrópolis centralistas de Guayaquil, Cuenca y Quito.

El paro es y será la trinchera de lucha de los pueblos amazónicos, como expresión de solidaridad de aquellos recintos, parroquias y cantones donde el agua potable llega a solo al cinco por ciento de la población, la luz eléctrica al 30 %; donde las escuelas son tan solo cuarenta tablas apolilladas, con techo de zinc corroído y piso de tierra.

Finalmente, no hable más de soberanía señor presidente, que el alma nacional se desangra con el puñal artero que propinó Paco Moncayo al permitir la construcción en pleno corazón de la capital quiteña, del nuevo «búnker» imperialista de la embajada de EEUU.

El 1º de mayo el pueblo del Ecuador debe aprovechar la ocasión para enarbolar una vez más la bandera de lucha y de denuncia, porque los derechos de los pueblos tienen en la cultura del paro su trinchera.

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* Servicio de Prensa Alternativa.
www.nodo50.org/serpal.

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