«Progreso»: la cara sucia del milagro económico chino

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Pablo M. Díez.*

China se ha convertido en el basurero global de la tecnología electrónica. La mayoría de los ordenadores viejos que se tiran en el mundo acaban en Guiyu, una ciudad de la provincia de Guangdong, donde sus trabajadores extraen, por cinco euros al día y sin medidas de seguridad, todos los componentes que pueden aprovecharse. Debido a las sustancias tóxicas que contienen los aparatos electrónicos, los niveles de contaminación medioambiental y en el organismo son hasta 600 veces superiores a lo normal. El caso peruano.

China es la “fábrica global” de la que procede la mayoría de los productos que se consumen en el planeta, pero también el basurero mundial al que van a parar cuando ya no son útiles. Así salta a la vista en Guiyu, una ciudad situada en la provincia de Guangdong, al sur del país, que se ha convertido en el mayor vertedero de basura electrónica de la Tierra.

De hecho, en las calles de Guiyu, que se encuentra a cinco horas en coche de Hong Kong, se apilan montañas de hasta cinco metros de alto de ordenadores viejos, televisores con las pantallas destrozadas, equipos de música pasados por la trituradora y todo tipo de electrodomésticos despanzurrados. Un desolador panorama muy distinto al que Guiyu presentaba hace quince años, cuando era un idílico pueblo dedicado al cultivo de arroz a orillas del río Lianjiang.

A mediados de los noventas, llegó hasta aquí la industrialización que ha convertido al gigante asiático en la cuarta potencia económica del mundo y ha transformado radicalmente su faz. Sin embargo, no lo hizo en forma de fábricas o polígonos empresariales, sino de contenedores de chatarra que eran desguazados y, en teoría, reciclados.

Uno de los primeros en dedicarse a este negocio fue el señor Li, quien sólo desvela su apellido. “Antes era muy pobre porque trabajaba en el campo, pero ahora tengo mi propio taller y dispongo de una docena de empleados”, relata en el patio de su tienda, por cuyo suelo hay desperdigados montones de placas y discos duros de ordenador.

De los 150.000 habitantes de Guiyu, el 95 por ciento de la población se gana la vida con la basura electrónica, ya que la ciudad es un enorme vertedero al aire libre y todas las casas son, a la vez, talleres en cuyos patios se abren los ordenadores y se desmontan los aparatos electrónicos sin ninguna medida de seguridad. Por unos 50 yuanes al día (cinco euros), emigrantes venidos las provincias más pobres de China, como Sichuan, Anhui, Hunan o Henan, se pasan toda la jornada sentados en un taburete y hurgando con sus destornilladores y tenazas en las tripas de viejas computadoras y electrodomésticos.

Con sus manos, y sin utilizar guantes ni mascarillas ni trajes especiales, arrancan los cables y tubos catódicos de las pantallas, abren el tóner de tinta de las impresoras y rocían con ácido nítrico los chips y microprocesadores para extraer el oro de los mismos. Además, queman en el campo o al lado del río los cables de PVC para sacar cobre y otros componentes de los que pueden aprovechar su oro, plata o metales pesados.

Debido a los numerosos componentes tóxicos que tienen tales aparatos, como plomo, cadmio o mercurio, dicha labor supone una auténtica temeridad y un gran riesgo para la salud de estos trabajadores, que al mismo tiempo están provocando un desastre medioambiental que estallará durante los próximos años en Guiyu en forma de enfermedades y de una polución sin remedio.

No en vano, su río está ya tan contaminado que sus habitantes deben beber el agua que grandes camiones cisterna traen desde Chengdian, otro pueblo situado a unos 30 kilómetros. Y es que los niveles de plomo en este tramo del río Lianjiang son entre 400 y 600 veces superiores a los límites establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Según un reciente estudio de la Universidad Baptista de Hong Kong, los niveles de dioxinas de Guiyu son los más altos del mundo. Por su parte, los trabajadores que operan con la basura electrónica están ya tan afectados por dichas sustancias tóxicas, que son cancerígenas y dañan al metabolismo y al cerebro, que sus concentraciones de dioxinas en el cuerpo son entre 50 y 200 veces superiores a lo normal.

Pero, mientras el dinero siga fluyendo en esta todavía mísera China rural, pocos se preocuparán por la salud cuando su principal prioridad es llenar el estómago. Así lo reconoce la familia Wang, que antes trabajaba a sueldo en otra chatarrería y hace tres años montó su propio taller de desguace.

“El negocio deja dinero, pero éste no es un buen sitio para vivir”, indica una de las mujeres del clan, que se dedica a comprar viejas agendas telefónicas (PDA) de Taiwán para desmontarlas y vender todo lo que se pueda aprovechar de ellas, desde algunos chips y conductores recubiertos con oro hasta el plástico de las carcasas. El resto del aparato, lo que no sirva, acabará en el vertedero local junto a la basura convencional y a montones de electrodomésticos.

Los Wang pagan entre 50.000 y 100.000 yuanes (entre 5.000 y 10.000 euros) por una tonelada de viejos aparatos electrónicos, que los seis miembros de la familia y varios empleados desmontan en un par de días para obtener un beneficio superior a los 5.000 yuanes (500 euros).

“Antes ganábamos más dinero porque los ordenadores eran más grandes y había menos gente trabajando en esto”, se queja la mujer amontonando varias placas de circuitos en una mesa situada en el comedor de la austera vivienda, justo al lado de donde los niños de la familia están almorzando.

En torno a la chatarra de Guiyu ha proliferado una gran industria perfectamente jerarquizada y especializada. Así, los grandes importadores de basura electrónica traen los ordenadores viejos a la ciudad y los pequeños talleres, agrupados en gremios según las piezas que trabajen, les compran los componentes que más les interesen para reciclaros y venderlos luego a otros comerciantes o técnicos que reparan computadoras.

Es el final, y la vuelta a empezar, de la pujante industria de la electrónica, que el año pasado vendió en todo el mundo 269 millones de ordenadores, 22 de ellos sólo en Estados Unidos.

En la actualidad, se calcula que hay en uso en todo el planeta unos mil millones de computadoras (destacando EE.UU. con 200 millones), que suelen tener una vida media de entre tres y cinco años. Según un informe de la Asociación Internacional de Reciclaje, en los próximos años se tirarán 3.000 millones de aparatos electrónicos, lo que creará un grave problema ecológico porque sólo el 10 por ciento de dicha basura es debidamente gestionada y reaprovechada.

El resto, entre el 50 y el 80 por ciento de la chatarra tecnológica, acaba en ciudades-vertedero de China como Guiyu, en la provincia de Guangdong, Taizhou, en Zhejiang, o en otros lugares de Pakistán, India y Nigeria. Todo ello a pesar de la Convención de Basilea que, en 1992, prohibió a los países desarrollados exportar su basura electrónica a las naciones pobres.

Al contrario que EE.UU., que no ha ratificado dicho documento, China se sumó al mismo y prohibió la importación de este tipo de aparatos viejos, pero la corrupción rampante entre las autoridades locales y ciertas lagunas legales permiten camuflar la chatarra bajo la fórmula de “reparaciones” o “reciclaje”.

Y es que mientras haya ricos generando basura, habrá pobres dispuestos a dejarse la vida para aprovechar sus detritus tecnológicos, ya que en una tonelada de ordenadores viejos hay más oro recubriendo chips y microprocesadores que las que se pueden obtener con 17 toneladas de hierro de oro. Por ese motivo, en Guiyu acaba buena parte de las entre 20 y 50 millones de toneladas de basura electrónica que se generan cada año en todo el mundo.

* Periodista.
En www.abc.es
Más información en: http://www.ban.org

Addenda

En América Latina sólo en Perú se acumulan 72.000 de toneladas de basura electrónica

Argenpress.*

Perú acumuló al menos 72.000 toneladas de basura electrónica que no es recolectada tras el aumento en el consumo de teléfonos celulares, computadoras y aparatos electrónicos, informó la Supertintendencia Nacional de Tributos (Sunat). En los últimos 14 años se multiplicron 30 veces las importaciones de aparatos tecnológicos en Perú.

En 1995 ingresaron al país 717 toneladas de computadoras y piezas informáticas, cantidad que se elevó a 22.000 toneladas en 2009. A partir de 2001 la adquisición de celulares creció a un ritmo vertiginosos.

Un informe del estatal organismo de Supervisión de Inversión Privada en Telecomunicaciones, arrojó que hasta junio de pasado se registraron 22,8 millones de líneas activadas de teléfonos celulares o móviles.

Los expertos afirmaron que el tiempo promedio de renovación de un celular no supera los dos años y el de una computadora los siete años, por lo tanto en 14 años los peruanos dejaron de usar 7.000 toneladas de celulares y 65.000 toneladas de computadoras.

Esto da un total de 72.000 toneladas de desechos electrónicos, según el primer diagnóstico de residuos electrónicos en Perú que elaboró el equipo de la Sunat con financiamiento del Instituto Federal Suizo de Investigación y Prueba de Materiales y Tecnologías.

Las cifras de la llamada "tecnobasura" en Perú son mínimas en comparación con las de países industrializados como Estados Unidos, donde se arrojaron 315 millones de computadoras en siete años. Los expertos en medio ambiente aseguran que el problema es la disposición final de estos residuos.

Perú, como muchos otros países de América Latina, carece de disposiciones específicas y hábitos responsables para darle un destino final adecuado a la basura electrónica. Sólo existen tres empresas formales que recogen basura electrónica en Lima, las cuales se encargan de recolectar los metales valiosos, con un volumen anual estimado en apenas 400 toneladas.

El resto por lo general llega a manos de los recicladores, personas que recogen las cosas más inimaginables, las reparan y vuelven a vender, o a los mercados de segunda mano.

* www.argenpress.info

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