Pudo más la ruleta. MAGALLANES, TIEMPO DE NOSTALGIA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Hace algunos días nuestro diario La Prensa Austral y el El Mercurio traían en sus páginas imágenes que derribando muros y columnas sepultaban recuerdos y nostalgias. Era una máquina pesada, fría e insensata la que, resguardada por el escudo del desarrollo y el progreso, transformaba en polvo el Gimnasio de la Confederación Deportiva de Magallanes. ¿Será igual nuestra calle O’Higgins sin esas monumentales columnas que recordaban a griegos y romanos y que eran el símbolo del gran coliseo patagónico?.

Allí, junto al estrecho quedaron marcados a fuego a lo menos 50 años de rica historia. En las retinas invisibles del corazón están vivos los primeros torneos interescolares; los clásicos estudiantiles entre Liceo y Comercial los que, con sus chascarros y leyendas nos permitieron soñar con Chile al que desde lejos sólo imaginábamos o candentemente subirnos al globo que, con Cantinflas a bordo, daba la vuelta al mundo en 80 días.

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La retroexcavadora se llevó las emociones que nos brindara el glorioso Sokol de Ivo Radic, Marzan y Giergia ganándole al invicto Goes de Montevideo; el triunfo memorable de Punta Arenas ante el Temuco de Fethland y los hermanos Salvadores. Allí brillaron el “Grasa” González el “Pollo” Radic, Valpreda, Karelovic y Martí. Se fueron las fintas de “Yayo” Ojeda; la puntería fina de “Popeye” Cárdenas; la algarabía provocada por el triunfo de nuestro combinado regional ante la selección nacional de los Torres, Donoso, Sibilla, Thompson y compañía que rindieron pleitesía a colosos de aquellos tiempos como el “Toto” Ríspoli, Hernán Cabrera, Mauricio Rodríguez, Lucho Hald, Enrique Trapp, Rafael Araya y “Pepe” Lagos, por recordar a algunos de los nombres ilustres que tuvo nuestro baloncesto en aquellos tiempos.

En ese viejo parquet nos maravillaron Melisenda, Taberner y Pavlov; Marino, Moreno y Mondaca; Carvallo, Santibáñez y Nasmy Reyes; los hermanos Ojeda, Enzo Vidal y el Rana Garay, Slavic, Karmelic y Montealegre; Pedro Gómez y Otelo Hijerra, Cachicho Pérez; De la Fuente, Munilla y Gilberto. Allí nuestros niños de la mano de Mariano Muñoz se titularon Campeones de Chile; el Sokol fue tercer Campeón Sudamericano y la gran Ismenia Pouchard con Colo-Colo paseó su galanura.

En el gimnasio que ya se fue disfrutamos en domingos invernales con el talento de Sonia Galindo, el empuje de Silvia Cabrera, la bravura de Wilma Casanova, los aciertos de Nancy Formantel, el temperamento de Blanca Valdez, la pachorra de Dora Barrientos, la fuerza de las hermanas Martinic, el entusiasmo de Griselda Mihovilovic y la picardía de Margott Serón.

Las noches del boxeo

Navegando por el estrecho se fueron las noches rutilantes de nuestro boxeo. Campeonatos nacionales hechos a ñeque y pulmón con José Perich, Alfonso Chelén, Justo Vargas y Carlos González como inspiradores y realizadores. En el viejo cuadrilátero de ese inolvidable coliseo se paró el más grande de los campeones mundiales de la categoría mosca, el argentino Pacual Pérez, sin embargo, también vibramos con Gonzalito y Rambaldi, Domingo Rubio y el Peloduro Lobos, los hermanos Loayza, Raúl Astorga y Martín Vargas; Nilo, Mattessi y el chilote Alvarado en los últimos tiempos. De pie nos pusieron los hermanos Aguila, Alfredo Agüero, Lorenzo Ruiz, Carlos Cid, Ramón Villegas, los hermanos Montiel, Cornelio Bosch y nos emocionamos con el coraje de “Chubasco” Vargas, el nocaut fulminante de Héctor Talma y la maestría del campeonísimo Mario Paredes.

Siendo jóvenes adolescentes despertaron desde el viejo gimnasio nuestros sueños, las voces contagiantes y profundas de Eduardo Frei, Salvador Allende o Radomiro Tomic, quienes nos hablaban de que era posible construir una patria mejor, más justa e igualitaria.

Con sus muros hechos añicos, partieron las danzas de los pueblos eslavos; el canto y el baile de los festivales folclóricos en la Patagonia; navegan en la barca de los recuerdos Violeta Parra y René Largo Farías; resuenan las voces de “Cocho” Cárcamo y el “Negro” Ruiz; golpean al oído abierto de los tiempos idos los Fronterizos y los Tucu Tucu; Los Cuatro de Córdoba y Zamba Quipildor; nos contagia con su fuerza interpretativa la pequeña Soledad y nos encandilan Los Nochero; resuenan las risas que nos provocaron Jorge Romero “Firulete”, Landrisina, Alvaro Salas y nuestro Miguel Angel Centella; seguimos cantando con Inti Illimani, Patagonia Cuatro, el grupo Alturas, los Quila, César Isella y Tejada Gómez, Jorge Yánez, Tito Fernández, también Los Quincheros; Roberto Ternan, Horacio Guaraní y Víctor Heredia.

Quedan en el polvillo del recuerdo los rostros preclaros de quienes fueron casi extensión de nuestras propias familias. Allí quedaron para siempre la entrega sabia y generosa de don Carlos Botti, Reinerio García, los doctores Amarales y Carvajal, Alejandro Karelovic, Félix Guzmán, Julio Ramírez Fernández, el Tany Barría, José Perich, Mateo Karmelic, Antonio Ríspoli Díaz, Manuel Fajardo, Lucho Miller, Pepe Tenore, José Ballesteros, Mansilla Taboada, Senón Melipillán y desde luego, la familia Nancuante, por años celosos guardianes de nuestro principal escenario deportivo.

Desde sus antiquísimas cabinas, Olegario Gómez, Carlos Vergara, Antonio Pavicic, Ruzmir Domic, Arturo Traba, Jorge Antonio Silva, Angel Serra, Mario Andrade, Vladimiro Martinic, José Calisto y Abdón Oyarzún nos transmitieron sus emociones y fueron permanentes promotores de un deporte cada día mejor. Son testigos de esta historia Néstor Tadic, Jure Martinic, Julio Valderas, Salem Selim, Lucho Alvarado, Juan Gatica y otros que aportaron su sacrificio y esfuerzo, como el infatigable Jacinto Vásquez por ejemplo.

La retroexcavadora se llevó los recuerdos que nos dejara el Mundial de Básquetbol del 66, sueño hecho realidad, gracias a un puñado de valientes encabezados por Guillermo Inhen, Arturo Curtze, Néstor Tadic, Lucho Miller y otros que fueron capaces de acercarnos a selecciones de tierras distantes como Puerto Rico, México, Perú, Paraguay y Argentina.

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Se ha marchado nuestro histórico gimnasio. Se llevó consigo los saltos mortales de los hermanos Farfán, la comicidad del Tony Caluga y Pin Pin, payasos eternos que de vez en cuando alegraban desde el gimnasio nuestros modestos veranos patagónicos.

Lo que denominan modernidad, desarrollo y progreso logró lo que parecía un imposible: Derribar una mole de cemento que tuvo el mérito de atesorar por más de 50 años los hitos más importantes de la rica historia del austro.

Cambia, todo cambia. El Gimnasio por el Casino. La gloria deportiva, las emociones compartidas, los triunfos y fracasos, el canto, la danza, el discurso encendido, el aplauso hecho ovación, la vida nuestra del ayer, han sido sencillamente canjeados por dados y cartas; por punta y banca, bingos, tragamonedas y ruleta; por las candilejas luminosas y sus destellos multicolores que nos acercan otros tiempos. ¡Créanme que tengo dudas, si serán mejores que los nuestros!

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* Periodista. Premio Nacional de Periodismo Deportivo en Chile.

La fotografía de apertura corresponde a la tapa de un libro de Jaime Perich, investigador, escritor e impulsor del deporte en Magallanes. El Gimnasio llevaba su nombre. No se ha dado a conocer cómo se llamará el casino.

El proyecto de la empresa que operará el casino supone además la construcción de un hotel «5 estrellas» de 80 habitaciones, centro de convenciones, restorán, cafetería y bar –además de un gimnasio de uso interno– con una inversión de alrededor de treinta y ocho millones de dólares.

Más información en el diario La Prensa Austral, aquí.

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