Pueblos y semillas. – MERCADO ORGANICO CONSCIENTE Y SOLIDARIO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Empresas privadas trasnacionales han generado la extracción indiscriminada de recursos naturales, expropiación de tierras, y destrucción de las comunidades y el medio ambiente.

A esto se suman factores de inequidad e injusticia social acrecentados en medio del conflicto armado en el que se encuentra Colombia y frente al cual no se vislumbra un panorama de resolución pacífica por la vía del diálogo y la solución negociada que abrirían las puertas hacia la transformación de las causas estructurales y la sanación de la sociedad.

Por el contrario, la solución del conflicto social y político se plantea a través del reforzamiento de la guerra y la militarización de la sociedad, con nefastas consecuencias para la población y la biodiversidad del país.

Se debe agregar la falta de espacios de participación de la sociedad civil en los procesos de construcción de paz y la exclusión de la mayoría de la población frente a las decisiones de planeamiento local y regional del gobierno, lo que ha llevado a la implementación de políticas muchas veces ajenas a las realidades de las comunidades incidiendo en algunos casos en la pérdida de biodiversidad y de sus formas de vida tradicionales.

Ejemplo de esto es el modelo de revolución verde adoptado en varios países de Latinoamérica a partir de la década de los setentas, basado en la producción a gran escala, el monocultivo, y uso intensivo de insumos como fertilizantes químicos.

La implementación de este modelo ha generado dependencia a los agroquímicos, alto grado de mecanización, y pone en riesgo los recursos genéticos de nuestro país a partir de la utilización de pesticidas y semillas extranjeras y trasgénicas que al contrario de contribuir en la solución de la problemática alimenticia del país la ha agudizado, creando dependencia a las nuevas tecnologías, resistencia en las plagas, contaminación de la salud y el ambiente y exportación e importación de productos sin tener en cuenta las demandas reales del país.

En Colombia el debate público sobre los transgénicos es bastante reciente y la sociedad en general se encuentra desinformada sobre los riesgos que puede generar esta tecnología; a esto se suma que la comercialización de productos orgánicos en las ciudades hasta el momento ha sido dirigida a sectores sociales de altos recursos disminuyendo el nivel de accesibilidad a los sectores de menos recursos, además, a pesar de los altos precios el campesino continua recibiendo lo mínimo por la venta de los productos, ya que la mayor parte de los dividendos queda en manos de la comercializadora y los intermediarios, lo que disminuye el interés del campesino por la producción orgánica ya que esta requiere un mayor esfuerzo en mano de obra que finalmente no es reconocida.

Los efectos sociales de la aceptación de este modelo fueron el de marginar a gran parte de la población rural, mayor concentración de la tierra, incrementar la diferencia entre los campesinos y los terratenientes, y poner en riesgo la autonomía alimentaria de las comunidades.

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Una proposición

En todo el mundo surgen tiendas y mercados que venden productos bajo términos de lo orgánico, ecológico o limpio, muchas veces gracias a la solidaridad de agencias de cooperación internacional que financian proyectos por el afán de tranquilizar su conciencia por los daños irrecuperables que sufre el medio ambiente y los seres humanos.

Lo orgánico se convirtió en una moda, y por lo general una moda cara que sólo puede llegar a un público exclusivo que tiene la oportunidad de alimentarse bien, y así de nuevo: limpiar su conciencia.

Pueblos y Semillas no entra en esta lógica. Primero que todo, es un proceso colectivo de varios prosumidores quienes nos juntamos hace más de dos años para compartir e intercambiar productos, saberes, prácticas y experiencias en torno a la producción limpia, la autosostenibilidad, el consumo conciente, y la autonomía alimentaria.

Hace un año abrimos nuestra tienda Mercado Orgánico Conciente y Solidario, un tienda que se sostiene gracias al esfuerzo permanente de los y las prosumidores: somos nosotros quienes organizamos el espacio, atendemos la tienda, asumimos la administración, informamos al público, realizamos talleres y otras actividades.

No hay financiamiento detrás, ni intermediarios: el precio que paga el cliente llega directamente al prosumidor.

Segundo, ofrecemos productos que tienden a ser orgánicos y limpios, somos nosotros quienes evaluamos los productos, desde la confianza y por medio de visitas a los proyectos y la acumulación de experiencias entre los prosumidores, porque nadie tiene más saberes que un colectivo de campesinos, agrónomos, sociólogos, ingenieros de alimentos, amas de casa, artistas, y comunicadores…

No estamos de acuerdo con el comercio internacional de los sellos verdes, que más que verdes son capitalistas y engañosos. La producción agroecológica para nosotros es una búsqueda que asumimos como punto de llegada y no como punto de partida.

Tercero, en vez de calmar nuestra conciencia queremos despertarla, en nosotros mismos y en otros, por medio de espacios formativos y el cuestionamiento permanente de lo que consumimos y producimos y los alcances de nuestro proceso en el contexto que vivimos.

Por ejemplo: en el trayecto muchos prosumidores de alimentos han logrado reemplazar el azúcar que utilizaban antes por la panela orgánica o la estevia, por un lado para promover el consumo de un endulzante orgánicamente producido, que resulta mucho más nutritivo y, por otro, para apoyar a los pequeños productores en vez del monopolio de los ingenios azucareros.

Por último, nos consideramos solidarios por el apoyo mutuo que nos brindamos entre prosumidores, la accesibilidad de nuestros precios para la comunidad, y la construcción colectiva con otros procesos sociales de resistencia a nivel económico, político, ambiental y cultural.

Autoniomía en medio de la dependencia

En un contexto en que cada día más nos venden la idea que dependemos del dinero del plan guerrerista Patriota para lograr la paz, de que necesitamos semillas transgénicas, plaguicidas y pesticidas de la transnacional Monsanto para tener éxito en nuestros cultivos, de que las marcas extranjeras son de mejor calidad que las nacionales y que las frutas y verduras más grandes y brillantes son las más ricas y nutritivas, es difícil imaginarnos la puesta en práctica de un concepto tan complejo como la autonomía, que el diccionario define como “estado o condición del pueblo o del individuo que goza de entera independencia”. ¿Será que la entera independencia existe?

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Pues cojamos una lupa y miremos un momentico cómo los amigos y las amigas del proceso de Mercado Orgánico Conciente y Solidario entienden este concepto: en el Mercado Orgánico Conciente y Solidario se promueve la autonomía en dos niveles: como proceso y como personas que hacen parte del proceso.

La autonomía que se ha logrado como proceso tiene que ver, por un lado, con la toma de decisiones y la orientación política del proceso que no depende ni de Bogotá sin hambre, ni de las políticas gubernamentales, ni de las agencias de cooperación. Es el colectivo que ha tomado las riendas de este proceso, sabiendo muy bien a dónde lo quiere llevar, por qué y cómo.

Por otro lado, gracias a los aportes solidarios de cada uno/a (muebles, pintura, productos de aseo, etc.) y la autogestión (venta de productos propios como los bolsos de mercado, entre otros), se ha logrado una autonomía económica. Sí, ha sido un trabajo con las uñas, o más bien con los hombros, las manos y la cabeza de cada uno/a, pero ha sido un trabajo gratificante y satisfactorio.

No obstante, esta autonomía como proceso no implica un aislamiento de otros procesos afines. Por el contrario, está la conciencia de que hay muchos otros grupos que están luchando por la misma causa y que pueden fortalecerse mutuamente por medio de la construcción de redes donde se relacionan desde la autonomía, la equidad y la solidaridad. Asimismo, no se deja al lado la posibilidad de recibir en algún momento un apoyo económico de afuera, ya que el hecho de haber construido tanta cosa sin dinero ha dejado la claridad de cuáles son las necesidades reales del proceso, de quiénes se aceptaría apoyo o no y bajo qué condiciones.

Como personas que hacen parte del proceso, se entiende la autonomía como:

1. La libertad y el poder que tiene cada uno/a para elegir lo que consume a partir de sus propios criterios (sociales, culturales, políticos, ecológicos, etc.) sin dejarse influir por la propaganda de instituciones y medios masivos de comunicación y manipulación, que permanentemente intentan de lavar cerebros para que funcionen como robots de las grandes empresas transnacionales.

2. La capacidad que tiene cada uno/a de producir e intercambiar semillas, alimentos, útiles, servicios y saberes con otros y de consumir –de esta manera– productos propios o de amigos/as.

3. La autonomía económica que se puede lograr por medio de la promoción y generación de proyectos productivos sostenibles.

Sin embargo, la autonomía no surge por si sola. Si no estamos concientes del contexto en el que vivimos y si no sabemos qué es lo que realmente estamos consumiendo día a día (¿cuáles son los ingredientes o insumos de los productos?, ¿quién los produce y en qué condiciones laborales?, ¿quién los comercializa?, ¿qué tan ecológicos son los empaques?, etc.) no podemos ser autónomos/as.

La autonomía demanda conocer la realidad de una forma crítica y por eso la importancia de la educación y sensibilización hacia dentro y hacia fuera, con el objetivo de despertar la conciencia y fortalecer nuestra posición política, y – a partir de allí – generar alternativas o propuestas de acción que incidan sobre la realidad que queremos transformar.

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* Más información sobre Pueblos y semillas puede encontrarse aquí, y aquí (en inglés).

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