¿Qué busca Israel en América Latina?

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José Steinsleger*

El genocidio palestino en Gaza, la llegada al poder de un régimen de ultraderecha y el cambio de administración en Washington han puesto en serias dificultades a Israel. En Europa, las pérdidas a raíz de los boicots portuarios ascienden a 21 por ciento de las exportaciones, y en países árabes aliados de Estados Unidos, como Egipto y Jordania, crecen los obstáculos para el flujo normal de sus inversiones y mercaderías.

Necesitado de socios comerciales, el gobierno del premier Benjamin Netanyahu dispuso en los últimos días de julio que el impresentable Avigdor Lieberman, ministro de Relaciones Exteriores, emprendiera una gira por cuatro países estratégicos de América del Sur: Brasil, Argentina, Perú y Colombia.

Lieberman fue recibido por el presidente Lula, uno de los pocos gobernantes del mundo que apoyaron a Mahmud Ahmadinejad frente a las denuncias de fraude en las pasadas elecciones iraníes. Mohsen Shaterzadeh, embajador de Teherán en Brasilia, aprovechó la ocasión para advertir al visitante que Brasil se caracteriza por “… una diplomacia fuerte y altiva y que no es influenciable por las ideas de un país pequeño, racista y que no es reconocido por todo el mundo” (Página 12, 22/7/09).

Valter Pomar, secretario de Relaciones Exteriores del Partido de los Trabajadores (oficialista, PT), calificó a Lieberman de racista y fascista. En cambio, el presidenciable de derecha José Serra, gobernador de Sao Paulo, lo agasajó con una comida que tuvo lugar en la poderosa Federación de Industrias del estado brasileño. Por fin, negocios son negocios: Brasil, que en los pasados seis años aumentó en 50 por ciento el presupuesto militar, compró a Israel ocho aviones no tripulados para vigilar las fronteras. En tanto, organismos de derechos humanos de Rio de Janeiro pedían a las autoridades que dejasen de usar el Caveirao, mortífero vehículo blindado que en los territorios ocupados mata indiscriminadamente a los palestinos, y en las calles cariocas intimidan las manifestaciones políticas.

En Argentina, donde el peso electoral del sionismo y la fuerza del American Jewish Committee consiguieron que el gobierno torciera nuevamente el curso de las investigaciones destinadas a esclarecer los atentados dinamiteros contra la embajada de Israel y la mutual judía AMIA (1992/1994), Lieberman fue recibido por el canciller Jorge Taiana, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli; el jefe de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mauricio Macri, y la Unión Industrial Argentina.

El intercambio argentino-israelí se ubica en cuarto lugar después de Brasil, Colombia y México. No obstante (y a despecho de la opinión de miles de judíos antisionistas que repudiaron la presencia del funcionario israelí), Tel Aviv cuenta con poderosos aliados entre la alta y mediana burguesía argentina, a los que ahora hay que sumar a la novel Asociación de Amigos de los Soldados de Israel, fantasmagórico sello político que acaba de constituirse con la presencia en Buenos Aires del general (R) Yitzhak Gershon.

En Perú, Lieberman empezó a relajarse. Una semana antes se había visto con el ex presidente peruano Alejandro Toledo, quien declaró en Jerusalén lo que un político correcto debe declarar: que las relaciones entre Irán y Venezuela, y gobiernos como el de Bolivia, Venezuela y Nicaragua representan una amenaza para América Latina.

La amistad de Toledo con Shimon Peres, presidente de Israel, permitió el blanqueo de los escándalos financieros con los papeles de la deuda externa peruana durante el primer gobierno de Alan García (1985-90). Así como después, progresivamente, se silenció el contrabando de armas llevado a cabo por Vladimiro Montesinos (jefe de seguridad del ex presidente Alberto Fujimori, 1990-2000, actualmente en prisión) y sus socios israelíes Illan Weil, Roni Lerner y Moshe Rotschild.

Según se dijo, la visita de Lieberman tenía como finalidad afianzar los acuerdos económicos, el de protección de inversiones en particular, y el apoyo al tratado de libre comercio que Bogotá no ha conseguido hasta hoy con Estados Unidos. Sin embargo, el objetivo número uno y excluyente de su agenda parecía responder a prioridades de su política exterior: ¡cuidado con Irán! De paso, el negocio de la muerte.

Haciendo el trabajo sucio de Estados Unidos en la región, las empresas israelíes del terror llegaron a Colombia de un modo silencioso y efectivo (ver “Semblanza de un contratista occidental”, La Jornada, 6/2/08). Luego, Aministía Internacional denunció que en 1997 la compañía colombiana Defense System Colombia (DSC, filial de la británica DS Ltd) compraba a través de la empresa de seguridad israelí Silver Shadow material militar para la 14 brigada del ejército, con un “… historial atroz de violaciones de los derechos humanos”.

En 2008, la visita a Israel de Juan Manuel Santos (ex ministro de Defensa y primo del anterior) representó un salto de calidad en los planes guerreristas de Uribe. Colombia compró a Israel 24 aviones cazabombarderos F-21 Lion (o Kfir, en hebreo: “cachorro de león”, copia mejorada del francés Mirage, con motores de la estadunidense General Electric) y Santos contrató al general (R) Israel Ziv, miembro de Counter Terrorism International y de la Task Force on Future Terrorism (ver “Israel en Colombia”, La Jornada, 6/2/08 y 12-19/3/08).

Hace un mes, en Cartagena, uno de los Kfir se salió de la pista y se incendió. La fuerza aérea quedó boquiabierta, pues el piloto era israelí. Moshe Cytter, representante en Bogotá de la firma Israel Aerospace Industries Ltd y la Israel Aircraft Industries (IAI, inscrita en la Cámara de Comercio), atribuyó el accidente a “factores humanos”, y no a la tecnología que el propio gobierno de Israel ya no usa por obsoleta.

Según el periodista Nelson Fredy Padilla (El Espectador), Cytter y la IAI no habrían cumplido ninguno de los requisitos exigidos, a pesar de haber sido recomendado con certificación por el cónsul de Colombia en Tel Aviv.

En la gira, Avigdor Lieberman estuvo acompañado de la imaginativa señora Doris Shavit, directora general para América Latina y el Caribe del Ministerio de Relaciones Exteriores. En entrevista con El Tiempo, Shavit aseguró que el dinero recolectado por las mezquitas colombianas era utilizado en “la financiación de organizaciones terroristas de Medio Oriente” (ver “Israel y la paranoia antiraní”, La Jornada, 12/8/09)

Ajustándose al “espíritu” Obama, el propio embajador de Washington en Colombia, William Brownfield, dudó del infundio. En enero pasado, Brownfield visitó la mezquita de Omar Ibn al Khattab de Maicao, en la Guajira colombiana. Los fieles lo cubrieron de elogios y cumplidos.

*Periodista argentino-mexicano, columnista de La Jornada

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1 comentario
  1. Simon Bolivar dice

    No me gustan nada los sionistas israelitas. Esta claro que esos cuatro paises que ese ultraderechista visito son eleccion facil para su pais teniendo en cuenta los megalomanos que los gobiernan.

    Yo voy mas alla. Miles, decenas de miles de judios israelitas, curiosamente muchos de ellos habiendo terminado formacion militar en ese territorio ocupado llamado Israel, van a Bolivia con la excusa de «AVENTURA exploraria».

    Estoy convencido que algunos de esos tipejos son pagados por el gobierno de ISRAEL Y VAN A ESPIAR Y A RECOLECTAR INFORMACION.

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