Que viva México

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RW

Hay consenso de que esta película de 1931 –en cuatro partes más prólogo y epílogo– del realizador soviético Seguei Eisenstein debió haber sido la cumbre de su carrera, su obra más grande; en cambio fue su fracaso y tragedia mayor. Recién en 1979 otro cineasta ruso, Grigori Aleksandrov –que había trabajado con el director–, logra armar una versión fiel –en todo lo posible– a la idea original.

Que viva México es un ejemplo vivo de una realidad:  intereses extra cinematográficos y artísticos pueden, en el país que gusta considerarse paradigma de libertades, sabotear, mutilar e impedir, en definitiva, la expresión y posterior difusión de un trabajo llamado a ser una obra maestra. Para que otros lucren.

Cuatro películas direrentes, con diferentes nombres (Thunder Over Mexico, Eisenstein in Mexico, Death Day y Time in the Sun) conocieron las audiencias; fueron montajes de la imágenes conseguidas por Eisenstein y que Hollywood, literalmente, le robó.

Todo comenzó en agosto de 1929. Eisenstein y sus colaboradores, Grigory Alexandrov y Eduard Tissé, salieron de Moscú invitados a congresos y encuentros cinematográficos en Europa. En Estados Unidos los esperaba un contrato con la Paramount Pictures. Eisenstein era otro realizador europeo captado por la industria necesitada de talentos.

Sólo que el ruso no es "mano de obra" al servicio de los conglomerados capitalistas; sus dos primeros proyectos son rechazados: un filme sobre la saga del oro en California y un largo basado en un libro –La tragedia americana– de Dreiser. No es necesario decir por qué. En su ayuda (una apariencia, como tantas) viene el novelista Upton Sinclair, hombre de izquierda cuando la palabra izquierdista no malsonaba; junto con otros intelectuales están dispuestos a producir una película sobre México.

En esos años galopaba todavía en el imaginario polítco y social la Revolución Mexicana.

A fines de 1930 comienza el rodaje. Eisenstein es un perfeccionista. No se deja atar por otras consideraciones más que aquellas que nacen de la obra emprendida. En pocos meses se acumulan las latas de película impresa, y todavía falta un episodio. Sinclair se enfurece. En enero de 1932 ordena parar el rodaje.

Los inlectuales de izquierda son animales curiosos. Sinclair no sólo detiene la filmación, intriga para impedir que el realizador se encuentre con el material filmado –que había sido enviado a Los Ángeles–: se le prohibe viajar a EEUU. Además Sinclair acusó al director de haberse alejado de los principios socialistas. Esta acusación tendría repercusiones negativas en sus futuros proyectos.

Tras una batalla legal, Eisenstein logra entrar a EEUU. En abril de 1932 logra ver el material en bruto. Será la primera y última vez. Pese a sus promesas, Sinclair jamás se lo entregó.

La película es muda, fue sonorizada posteriormente; tiene leyendas explicativas en ruso y en castellano. Este extraordinario documental –tal vez sea ésta versión la más completa existente– lo puede ver aquí por cortesía de la filmoteca de Roberto Di Chiara (www.robertodichiara.com).
 

 

 

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