QUEMAR EL VIEJO PODER Y PURIFICARNOS EN ESE FUEGO
El grotesco y cruel punto final que puso el Estado ecuatoriano a través del gobierno y el congreso, en contra de nuestro derecho social y político de realizar la asamblea constituyente, nos hace pasar de la indignación a la burla. Coincidiendo magistralmente con las fiestas de fin de año, propongo que asumamos la burla como una de las nuevas calidades de nuestra lucha.
Siendo el humor, la sátira y la burla una cosa seria, son al mismo tiempo una privilegiada expresión de lucidez de la inteligencia y la sensibilidad y matriz de creatividad que puede manifestarse en el muñeco de año viejo, en los disfraces, en las inocentadas y de una manera especial en la redacción del Testamento de Año Viejo.
Propongo y pido que nos unamos en barrios, comunidades y medios de comunicación de todo nuestro burlado país para expresar la burla luchadora, quemando lo decrépito y decadente para que el fuego haga nacer nuevas ideas, luchas y el espíritu de un nuevo Ecuador.
Quememos las naves para que nadie escape del compromiso de hacer un año nuevo para una lucha nueva.
Este punto final vergonzoso con el que la oligarquía y su Estado de democracia meramente formal vuelve a ofender nuestra dignidad cerrando filas unitariamente en impedir que por la vía legal constitucional establezcamos otra institucionalidad de país marca nítidamente también, el fin de nuestra estancia en «esta sala de espera sin esperanza» como canta Sabina.
El peor acto de corrupción del Congreso no es la eficacia del «Hombre del Maletín» sino su desvergonzada acción dictatorial de imponerse sobre el derecho democrático de la ciudadanía.
El peor hecho de corrupción por parte del Gobierno no es la falsificación de firmas o los pésimos funcionarios sino su palabrería solemnemente pronunciada para refundar un gobierno de siempre: obediencia debida a los caudillos del viejo poder y a la imposición del Imperio.
¿Qué podíamos esperar y qué podemos esperar de esta espera sin esperanza? La nada y la permanente postergación de nuestras obligaciones como gente especial como buenos ciudadanos, como promesa de mejores seres humanos.
El peor acto de corrupción desde la ciudadanía es esta espera sin esperanza, es nuestra espera en el discurso zalamero del inmortal caudillo, del vocinglero congresista o del aprendiz de candidato oportunista: el no creer en nosotros, el no cumplir con nuestra obligación de hacer política en la protesta, en la propuesta y en el testimonio.
Por ello, frente a lo actuado por el congreso y el gobierno y ante el colapso de una democracia que imposibilita mejores condiciones de vida y de derechos de ciudadanas y ciudadanos y ante el riesgo de caer en manos de candidatos o candidatas, viejos o jóvenes sirvientes de esta corrupta calidad de política se alza nuestra obligación ética de constituirnos en asamblea social desde barrios, comunidades, parroquias, cantones y provincias para fundar un país de dignidad. Libres de estar atados a vaivenes y negociaciones de diputados y gobiernos debemos constituir lo social civil y popular autónomamente para resolver las bases de ese país que debe convertirse en ley constitucional pero primero en ley poli-ética que autodetermine nuestra vida humana social cotidiana.
No solo necesitamos una participación ciudadana sino una revolución social por la vía de empoderarnos de lo público desde una reconfiguración del contenido de lo privado como productores directos de lo social, cultural y económico.
Una movilización así no busca regular lo que ahora funciona a medias o mal, busca emanciparnos de este sistema global que corrupto o no, mediocre o no, nos somete para el enriquecimiento de pocos por más que tengamos o redactemos la mejor constitución del mundo. Ese es el cambio fundamental que requerimos. Esa es una espera con esperanza.
Sin esta actuación corremos el riesgo de que el año electoral que viene nos depare un gobierno de viejos caudillos o de jóvenes «outsiders» pero con el mismo telón de fondo, de decrépitos funcionarios o de jóvenes que presten su valioso contingente para regular el funcionamiento del viejo aparato de dominio. Para esta lucha la integración del valioso e indispensable contenido del diálogo de géneros, de generaciones y de culturas tiene otro carácter pues no podríamos engañarnos regularizar el funcionamiento del injusto y decadente estado de cosas usando burdamente a las mujeres, a los jóvenes o a los hermanos indígenas.
Entonces es indispensable constituir una nueva movilización social para tener una nueva política, para convertirnos en matriz creaciones sociales, políticas y constitucionales, para redactar, candidatizar y aplicar un programa de nuevo Ecuador.
No más inocentadas, no más esperas que desgastan, que postergan y que garantizan la consolidación de lo decadente que hay que quemar en el fuego de la movilización social y política de la altivez y la dignidad.
Encontrémonos y organicémonos pues estas no son puras ideas. Aspiran a ser ideas puras que enojen a los dominantes, a las fuerzas oscuras, a los políticos cuya carrera sea el arribismo y a los que usan la política como sinónimo de maniobra y practicismo.
A los indolentes les dejo la agudización de su mal crónico: la complicidad, pues no se puede ser libre e indolente a la vez.
Quememos ahora la calidad de nuestra desgastada lucha social y política, porque la política de aquellos que nos oprimen, está hecha cenizas.
Testamento del Año Viejo 2005.
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* Profesor universitario y ensayista. Escrito en Santa Ana de los Ríos de Cuenca, Diciembre del 2005.
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