¿Quién es Alberto Fernández?
Nadie sabe de dónde viene, exactamente, aquello de que la política es el arte de lo posible. ¿De Aristóteles, Maquiavelo, Lenin? Pues con igual liviandad puede decirse que también es el arte de lo imposible.
Una aseveración, la segunda, que compartirían Perón, Fidel, Chávez, los Kirchner o Andrés Manuel (López Obrador). En particular, la dama que en mayo pasado, con insuperable maestría cantó jaque, y en los comicios presidenciales del domingo dio mate a Macri, quien se creía el rey de la política argentina. Cristina, of course.
Hace exactamente un año, en un café de la avenida de Mayo, el dirigente social Luis D’Elía (uno de los puntales del kirchnerismo) me propuso entrevistar al operador Alberto Fernández, con quien estaba colaborando.
–¿Alberto? –dije. Pocos argentinos sabían, entonces, que el ex jefe de gabinete de Néstor y Cristina había regresado luego del portazo que, por diferencias de… ¿temperamento?, le dio a la jefa en julio de 2008.
El operador había prestado servicios en los gobiernos de Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando De la Rúa y Eduardo Duhalde, habiendo armado en 2003 la ingeniería política del kirchnerismo originario. Un tipo raro de la política. De honestidad probada, Alberto Fernández piensa con cabeza propia, y supo guardar distancia de los correveidiles y alcahuetes del poder.
Cristina quedó inquieta con su distanciamiento. Dicen que dicen que, a veces, ella preguntaba: ¿Y qué es de la vida de Alberto? Así, pues, en mayo pasado, acosada por la persecución judicial y la jauría mediática liderada por el multimedios Clarín, La Nación, Infobae, propuso que Alberto encabece (con ella de vice), la fórmula que el domingo pasado consiguió la unidad y la victoria electoral.
Subrayo victoria electoral. Un clásico del peronismo que, históricamente, se caracterizó por tener un gran olfato para el poder… y un gatopardismo desquiciante a la hora de ejercerlo.
Siempre fue así: el peronismo de abajo con dirigentes como Luis D’Elía; el peronismo de arriba de los Alberto Fernández, y en el medio, conduciendo los antagonismos de la sociedad, magos de la política como Perón, Néstor y Cristina.
¿Pragmatismo, gobernabilidad? Hoy, en este país, no queda aire para testimoniar el legado del macrismo. Tierra arrasada, estimó Axel Kiciloff, el gobernador electo de la provincia de Buenos Aires.
En efecto, millares durmiendo en las calles de la hermosa ciudad, 40 por ciento de pobreza, hambre, desempleo de dos dígitos, ruina de los pequeños y medianos empresarios, endeudamiento feroz en lo que resta del siglo.
Flagelos que Alberto piensa resolver, y esperanzado en que el Fondo Monetario Internacional (FMI) entienda la megacrisis que ha dibujado una gran interrogante en el futuro de los argentinos. Empezando por el saqueo de las reservas del Banco Central, que en los últimos meses trató, sin éxito, de contener la corrida cambiaria: 22 mil 400 millones de dólares.
“Mirá, Pepe –comentó D’Elía–, tenemos que ganar: sin Cristina no se puede, sólo con ella no alcanza” (frase de Alberto). De modo que a mi regreso a México, aproveché que Alberto andaba en la Feria del Libro de Guadalajara y, vía wasap, intercambié unas pocas palabras con él. Decidí no hacer la entrevista. Confieso que el operador no me suscitaba lo mismo que Kiciloff o Cristina. Meses después regresé a esta ciudad y, nuevamente, me puse en contacto recordándole a nuestro amigo común.
No respondió. Para entonces, la justicia macrista había vuelto a meter en la cárcel a D’Elía, y allí sigue junto con el ex vicepresidente Amado Boudou, el diputado Julio de Vido, y la dirigente social Milagro Sala, a quienes en la noche de la victoria, nadie del Frente de Todos les envió una sola palabra de solidaridad. Aunque Alberto pidió –faltaba más– por la libertad de Lula, “…un hombre extraordinario que está injustamente preso desde hace un año y medio”.
Por consiguiente, y tratándose de un personaje al que acabo de votar (soy políticamente disciplinado), me resigné a leer su libro Pensado y escrito (Ediciones B, Buenos Aires, 2010). Tuve que hacer un esfuerzo. Plagado de lugares comunes sobre los ideales de la democracia y la socialdemocracia, el libro es una compilación de artículos de la coyuntura nacional y mundial, publicados entre junio de 2009 y febrero de 2010.
Lo interesante es que el propio autor se ha negado a reditar el libro. ¿A causa de qué? Es simple: hombre culto, formado, pragmático, Alberto Fernández sabe que sus páginas revelan el inconfesado deseo progre y burgués, para que el mayor movimiento de masas de la Argentina nacional y popular se convierta en una suerte de liberalismo progresista peronista.
Algo que el peronismo nunca fue. En todo caso, cualquier cosa iba ser buena para terminar con Mauricio Macri y su pandilla de mafiosos.
*Periodista y escritor argentino-mexicano, columnista de La Jornada