¿Quien le hace caso al Papa?
Alberto Moncada*
Pues yo creo que casi nadie. Muchos católicos, y especialmente muchas católicas, hacen compatible el ir a misa y casarse por la Iglesia con usar los anticonceptivos contra los que tronó el Papa en África.
Esta obsesión eclesiástica por reducir la fe a la regulación de la sexualidad les lleva a echar un pulso a la ciencia, que siempre han perdido y contribuye a la disminución del catolicismo romano, tanto en fieles como en sacerdotes. Y en zonas como América Latina, que es su futuro demográfico, empiezan a estar en minoría respecto a otro tipo de religiones, incluyendo la versión compasiva del catolicismo que es la Teología de la Liberación.
De hecho esta obsesión por la sexualidad, que tiene su fundamento psicológico en el celibato clerical, ha desembocado en que se olviden otras predicaciones, ¿Para cuando una campaña tan intensa como ésta para condenar a los autores de la muerte de cinco millones de niños al año? Y es que, como decía un obispo brasileño: Cuando ayudamos a los pobres nos llaman santos y cuando preguntamos por qué lo son, nos llaman comunistas.
Y, sobre todo, ¿para cuando volver a la religiosidad, a predicar el misterio de la fe, de la trascendencia?
Pero echando mano a la historia, la cosa se comprende. Nunca ha estado la Iglesia tan cómoda como cuando iba del brazo del Estado para regular la convivencia. En la Edad Media, ese escenario de connivencia, aunque también de conflicto, entre los dos poderes, la Iglesia brilla con un protagonismo político que se consolidaría en el Concilio de Trento.
El ejemplo de colaboración más patente fue la Inquisición, una institución dedicada a erradicar las herejías, una de las cuales era el rechazo a la monarquía absoluta, pieza clave de la Cristiandad. Y en España tuvo la Inquisición sus momentos más brillantes. Los Tribunales de la Inquisición eran clericales pero sus sentencias las cumplía el Estado. El Tribunal eclesiástico te declaraba hereje pero quien te quemaba en la hoguera era el Estado, “brazo secular de la fe”.
La Inquisición española duró prácticamente hasta antes de ayer. La abolió la Constitución de Cádiz pero la reinstauró el rey Fernando. Y hubo una versión franquista de la Inquisición, los tribunales para la represión de la masonería y el comunismo del que fueron miembros jueces falangistas, democristianos y carlistas afectos al régimen.
Hay una nostalgia de esas épocas en algunos miembros de la Conferencia episcopal y hasta en algunos directivos de cofradías de Semana Santa que pretenden subrayar su oposición a la reforma de la ley sobre interrupción del embarazo con campañas publicitarias y gestos simbólicos. Menos mal que ya no existe la Inquisición y que el Estado legisla solo en el Parlamento.
* Despacho de www.argenpress.info