La historia del Líbano es tan antigua como desgarradora. Su nombre se cita en la Biblia 71 veces, desde el Antiguo al Nuevo Testamento. Patria de cananeos y fenicios ha sido invadido por judíos, egipcios, griegos, romanos, bizantinos, entre muchos otros, incluyendo a Alejandro Magno, hasta las recientes invasiones de Israel y Siria.

Entre el dominio otomano y el protectorado francés

Líbano estuvo bajo el dominio del Imperio Otomano durante 400 años, desde el siglo XVI al XX. Podríamos decir que desde las Cruzadas a la actualidad sus fronteras, permanentemente modificadas, han sido violadas por todas las aventuras imperiales del Oriente y Occidente.

Las guerras que nunca generó modificaron su geografía, su población y sus sistemas de gobierno. Líbano nunca tuvo en sus manos la determinación de su propio destino, fueron los grandes Imperios, los que lo cruzaron y dominaron, dejando huellas de sus culturas. Pero impidieron, una y otra vez, su autodeterminación.Ruinas de Berytus, Beirut, Líbano

Las 2 guerras mundiales del siglo XX cambiaron la historia del Líbano. Con la primera gran guerra cayeron 4 imperios: el Alemán, el Ruso, el Austrohúngaro y el Otomano. Con la caída de este último, el Líbano se emancipó de los turcos, sólo para pasar a ser declarado por Francia, su Protectorado.

El nuevo colonialismo occidental se repartió el mundo árabe, como dice en su biografía Winston Churchill: “entre una copa de brandy y un habano, dibujamos las nuevas fronteras del Cercano Oriente”. El Protectorado Francés se extendió hasta el fin de la segunda guerra mundial y Líbano alcanzó así, sin tener que expulsar a su colonizador, su “independencia”.

Los franceses se fueron dejando su lengua, sus instituciones, sus intereses económicos, el sospechoso censo de 1932, el control religioso de los Papistas y hasta la Constitución que aún lo rige, basada en las mayorías del censo francés, después del cuál no se hizo ningún otro. Por el Tratado Secreto Sykes-Picot, firmado por Francia y Gran Bretaña en 1916, dividieron la región entre ambas potencias, adjudicándose áreas de influencia, la intervención directa en el control de los países “inventados» por ellos y el trazado de las fronteras de las fronteras que persisten hasta hoy.

Por supuesto lo hicieron respondiendo, naturalmente, a sus propios intereses y para asegurar la creación del Estado de Israel, luego de la partición de Palestina en 1948. La Gran Siria, que incluía lo que hoy es Líbano, Palestina, Jordania y otros territorios, desapareció y cada uno quedó reducido a sus fronteras actuales.

El Líbano actual

TESOROS DEL LÍBANO – VIAJAR LHRecién en 2008, Damasco estableció relaciones diplomáticas con el Líbano en un reconocimiento de hecho de su independencia. Hoy se estima que el Líbano tiene alrededor de 6 millones de habitantes, repartidos en 18 credos religiosos entre Musulmanes sunitas, chiitas y alauitas y Cristianos maronitas, ortodoxos griegos y rusos, católicos armenios, melquitas y protestantes, junto a drusos, caldeos, asirios, coptos, entre muchos otros, en un espacio de 10.452 km2, lo que significa una densidad de 582 habitantes por kilómetro cuadrado.

El Líbano concentra el mayor número de refugiados per cápita del mundo, donde los sirios alcanzan a 1,5 millones y los palestinos 500 mil aproximadamente, es decir el 33% de la población. Es fácil imaginar que esta alta concentración de refugiados genera costos políticos para el gobierno libanés y para quienes desean mantener el carácter cristiano del país. Sin embargo, los sunitas, chiitas y drusos, conforman hoy la mayoría de la población, contando los refugiados sirios y palestinos, es decir personas “transitoriamente” instaladas en el Líbano y con limitaciones en sus derechos civiles. El pequeño detalle es que los palestinos están ahí desde 1948.

En suma, el Líbano actual ha sido una creación de dos potencias coloniales que tienen la responsabilidad de todo lo que pasa ahí y de que, la antigua convivencia entre diferentes credos religiosos se haya convertido en una mera coexistencia; que intenta perpetuarse, dividiendo Beirut en dos para cobijar separadamente a islámicos y cristianos.

Como dice un conocido historiador: “Las naciones, sirio, libanesa, jordana e iraquí son el producto de fronteras discrecionales, dibujadas en la arena por diplomáticos franceses e ingleses, que ignoraban la historia, la geografía y la economía locales. Agrega: fueron sobre todo los franceses quienes decidieron quién sería sirio y quien libanés”.

Los “deseos ilusorios” de los libaneses

Se ha alimentado el mito de que Beirut era “la Suiza del Medio Oriente” por el grado de suLe soulèvement au Liban gagne les fiefs chiites libertad económica, religiosa y cultural que disfrutó durante su breve período de “paraíso financiero” del dinero europeo y luego de los países petroleros árabes.

La realidad se mostró con crudeza en las dos guerras civiles (1958 y 1975-1990) esta última dejó una cifra indeterminada de muertos, calculada entre 100 y 200 mil. Paradójicamente el Líbano fue el resultado y la víctima de guerras imperiales y coloniales que no provocó. Pero debe asumir que buena parte de su situación actual es producto de sus guerras civiles.

Los hechos demuestran que el Líbano es un pequeño país con varios países dentro, con ciudadanos de segunda clase, segregados y marginados, como son los refugiados. Con Israel que no solo ocupa una porción de su territorio en el sur a los que considera su franja de seguridad por lo que, regularmente, viola los espacios terrestres, aéreos y marítimos del Líbano.

Abandono aquí esta sintética y cruda narrativa de la trágica y frustrante historia libanesa. Siento que el objetivo de los fundadores del país fue organizar pacíficamente la convivencia y mantener el equilibrio entre las comunidades religiosas locales. Algunas comunidades estaban allí desde tiempos inmemoriales mientras que otras habían llegado en tiempos más recientes. Pero nadie discriminaba entre libaneses de pura cepa y libaneses recientes.

Pero, por desgracia, los libaneses tienen sus propios “deseos ilusorios”. Uno de ellos es considerarse europeos y, más precisamente, franceses. Ello ha fomentado esa costumbre que tienen las diversas comunidades de buscarse protectores fuera del país para reforzar su posición interior. Otro deseo ilusorio fue el de considerarse la “Suiza del Oriente Próximo» como les hicieron creer los ingleses, que bautizan a los países según su cercanía con el meridiano de Greenwich que se localiza en Londres. Como Uds. verán el que “domina”…”nomina”.

Este malentendido sobre su propia identidad, como bien lo señala Amin Maalouf, invita a pensar que los habitantes de Zúrich, de Ginebra o del cantón de Tesino, recurriesen a Alemania, Francia o Italia, cada vez que tuvieran un conflicto con el cantón de enfrente. Si esto fuera así la Confederación Helvética se hubiera hecho añicos hace mucho tiempo.

Hace años, mi padre me decía que ese comportamiento enfermizo era herencia de nuestra historia y que con el tiempo acabaríamos por librarnos de esas fantasías. Ello no ocurrió, la fantasía continúa. Es verdad que antaño a las comunidades pequeñas que se habían afincado en la montaña libanesa, les costaba vivir bajo el régimen despótico de los Otomanos, caracterizado por los malos tratos, las vejaciones cotidianas y el reinado de la arbitrariedad.

Sentían el profundo deseo de tener un protector. Los maronitas lo buscaron en Francia y sus rivales, los drusos, entraron en contacto con Inglaterra. Los sunitas contaban con los turcos; los ortodoxos con los rusos y así sucesivamente. La comunidad ortodoxa griega se había cobijado bajo el paraguas austrohúngaro. Esas afinidades fueron el origen de los deseos ilusorios de sentirse protegidos por alguien y no abandonados y parias del mundo.

No puede negarse que ello tuvo algunos efectos positivos como la creación de centros escolares y universitarios de alta calidad, que desempeñaron un papel determinante en el nacimiento del Estado Moderno. Apenas terminada la 1ª guerra mundial empezó a desintegrarse el imperio de los sultanes, para ser reemplazado por el colonialismo francés. Los dirigentes de la Iglesia Maronita hicieron cuanto pudieron para que la Potencia Mandataria fuera Francia, quien trazara las fronteras de un nuevo Estado y dejara una Constitución que les asegurara el predominio sobre los demás credos.

Una alternativa que nunca se dio

Ruinas de Berytus, Beirut, LíbanoMuchos libaneses vieron ese Estado como un invento francés para dejar un enclave geopolítico en la Medialuna Fértil. ¿Por qué no haber recreado más bien la Gran Siria? ¿Por qué balcanizar el Medio Oriente? ¿Y por qué no integrar un dilatado espacio donde se agrupasen todos los pueblos árabes? Seguramente carecían, en buena medida, de sentido de realidad.

Les parecía tan irreal como querer dar a todas y cada una de las incontables comunidades y credos su propio estado soberano. Lo que significaba convertir en patrias eternas a unos países nacidos, de la última operación de cortar y pegar, ejercida por los imperios francés y británico.

Lo que fue Fenicia, cultura que originó el primer alfabeto articulado; desde donde se expandió el comercio, se fundaron colonias a lo largo del Mediterráneo y que alberga tesoros culturales y arqueológicos maravillosos; patria del gran poeta Gibran Khalil Gibran, es hoy un laboratorio donde se mezclan los intereses de las grandes potencias, mientras languidece el interés nacional libanés, entre el pesimismo, la fragmentación de sus comunidades religiosas y la indiferencia del mundo.

La última vez que visité el Líbano un gran conocedor de la historia del país me dijo: “A mi país las grandes potencias no lo dejarán morir, pero tampoco lo dejan vivir”.

La tarea inconclusa de construir el Estado-Nación

La categoría histórica del Estado-Nación es una creación del siglo XIX. El Líbano no ha podido constituirse como un Estado Nacional. Aunque formalmente al final del Protectorado Francés, Geografía de Líbano: generalidades | La guía de Geografíaestos dejaron una Constitución y un Estado de apariencia democrática, lo que existe un estado confesional y no una República Democrática. Ese estado está controlado por un conglomerado de “clanes familiares”, representantes de diferentes corrientes religiosas, que se distribuyeron el territorio del Líbano y la representación política en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.

Las crisis recientes han demostrado que el Líbano es un pueblo y una nación antiquísima que no pudo construir la unidad nacional que requiere el Estado-Nación. Esto motivado principalmente por el hecho de que la identidad religiosa es más fuerte que la identidad nacional. Antes que libanés cada persona se define como maronita, ortodoxo, sunita chiita o druso.

Como cualquier otro estado moderno, el Líbano debería ser un estado laico, donde los ciudadanos tuvieran iguales derechos y obligaciones al margen de su adscripción religiosa. Sin privilegios ni canonjías, para ejercer la presidencia, ser primer ministro, o vocero del congreso. Sin establecer cuotas de representantes en el Congreso por su religión y en base a un censo dudoso de 1932. Todo libanés debería tener los mismos derechos y obligaciones políticas y civiles. Lo contrario significa un “Apartheid” que no honra la pluralidad que caracterizó al Líbano en su ancestral cultura y su dilatada historia.

En el relato bíblico el Líbano es mencionado como un pueblo, piedra fundamental de la civilización judeocristiana, por la fecundidad de su tierra y la madera de sus cedros con los que los fenicios construyeron sus barcos, que navegaron, desde los puertos de Tiro y Sidón, a través del Mediterráneo hasta llegar a lo que llamaban las Columnas de Hércules (hoy Gibraltar) donde terminaba el mundo.

UNICEF advierte de que más del 71% de libaneses corren el riesgo de ...En la tercera década del siglo XXI el Líbano debería concluir la construcción de un Estado Moderno, alcanzar la integración nacional por encima de los estrechos confesionalismos. Esa es la condición de posibilidad de integrarse al mundo como un estado soberano, sin tutores ni protectorados, con plena autodeterminación y solidaridad con los estados árabes.

Lo contrario es permanecer en la inercia y el pesimismo actual donde 19 caudillos jefes de los clanes confesionales, ejercen el poder en un país sin estado, verdaderos señores feudales, que viven enfrentándose desde las cruzadas por la custodia del Santo Sepulcro que, paradojalmente, hoy está en manos del Estado de Israel.

 

* Doctor en ciencias jurídicas y sociales por la Universidad Nacional del Litoral, Argentina. Estudios de posgrado en las universidades de Harvard y Tufts. Máster en relaciones internacionales por The Fletcher School of Law and Diplomacy. Exembajador y Secretario de obras y servicios públicos de la República Argentina.