Rafael y Edna / Una historia de amor

La red es como el ágora de las ciudades de la Hélade; todo se discute en ella, y no poco se transa entre la virtualidad electrónica y el mercado real. En el trajín de la plaza coexisten los intercambios, hay sitio para la memoria y lugar para los recuerdos. Y circulan las historias que ya no tienen dueño tal vez porque la red —como el ágora— las hace de todos.
Ésta es una de ellas.

Nadie recordaba por qué o desde cuándo Rafael y Edna estaban ahí (y no tenía importancia el hecho); eran simplemente dos pacientes del hospital.  Charlaban mucho. Un día, mientras caminaban alrededor de la piscina, Rafael saltó repentinamente —y se hundió en lo más profundo.

Edna esperó, esperó, espero; luego también saltó. Nadó para salvarlo, sumergiéndose llegó al fondo y lo sacó chorreando agua.

Avisados del hecho los médicos a cargo del tratamiento de ambos, considerando el acto heroico de Edna, se estimó que debía ser dada de alta. Era un hospìtal siquiátrico.

Mientras Edna procuraba que el sol del patio secara sus prendas, la enfermera jefa se le acercó.

—Edna —le dijo— tengo buenas y malas noticias. La buena noticia, es que se te dará de alta, puesto que pudiste responder racionalmente a una crisis, saltando y salvando la vida de la persona que amas. He concluido que tu acto demuestra que tu mente está sana.

Edna no respondió. La enfermera la tomó de una mano:

—La mala noticia es que, Rafael se colgó en el cuarto de baño con la correa de su bata de baño, justo después de que lo salvaras. Lo siento mucho, pero él esta muerto.

Edna la miró:

—Él no se colgó —le dijo—, yo lo puse allí para que se secara… ¿Cuándo me puedo ir a casa?

(Debe de haber una lección o una moraleja en esta historia; pero no la hemos podido encontrar).