A una semana del fin del mandato de la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad, las autoridades interinas de Haití defienden la idea de una nueva intervención de la ONU, ampliada y reforzada. Los críticos señalan que estas misiones internacionales, además de ineficaces, causan más daños que soluciones a la población. Proponen una Fuerza de Represión de las Pandillas bajo liderazgo de la ONU, con 5.500 soldados y poderes para actuar “independientemente”.
Organizaciones haitianas de la sociedad civil rechazaron la propuesta, calificando a la MMAS actual como una “cortina de humo” que ha sido ineficaz y mal equipada. Denunciaron que la preocupación de EU no es la seguridad, sino el control geopolítico del Caribe y sus recursos minerales y subrayan que la crisis haitiana es estructural y que una escalada militar solo agravaría el sufrimiento de la población. Insisten en que el problema central es la reconstrucción de un Estado autónomo, no la imposición de una fuerza extranjera.
La petición conjunta de Canadá y Estados Unidos al Consejo de Seguridad de la ONU para reforzar la misión de seguridad en Haití puso nuevamente de manifiesto la gravedad de la crisis que atraviesa el país caribeño. Ambos gobiernos han solicitado a la organización que autorice una intervención más robusta, argumentando que la escalada de violencia de las bandas armadas y el deterioro de la situación humanitaria requieren una respuesta inmediata,

Escepticismo
Desde Haití, varias organizaciones de la sociedad civil se muestran escépticas ante esta perspectiva. En primer lugar, porque la propia MMAS, que ha costado cientos de millones de dólares a sus financiadores, les pareció más una cortina de humo que una solución a la crisis haitiana. Aprobada en octubre de 2023 por el Consejo de Seguridad, con un mandato de dos años, su implementación no comenzó hasta nueve meses después, cuando llegaron 400 kenianos a la isla. Y aun contando con refuerzo procedente de algunos países caribeños, el número de soldados y policías que la componen nunca llegó a mil, muy lejos de los 2.500 inicialmente previstos.
Según el presidente keniano, William Ruto, la fuerza ha estado operando con solo el 40% de su capacidad, debido a la falta de financiación, equipamiento y logística. «La mayoría de los vehículos que tenemos son de segunda mano y, por lo tanto, se averían con frecuencia, lo que pone al personal en grave peligro cuando esto ocurre en zonas de conflicto», lamentó en su discurso, poniendo tan solo un ejemplo de la inoperatividad de la misión en el territorio.
En la práctica, la MMAS tampoco ha aportado ninguna respuesta contundente en términos de combate a las bandas armadas. Si bien William Ruto destaca la recuperación del aeropuerto de Puerto Príncipe, que, según él, «hoy funciona perfectamente», la realidad es otra.
Todavía no hay vuelos internacionales de pasajeros que aterricen en la capital y cruzar el país de norte a sur sigue siendo prácticamente inviable, ya sea por vía aérea o terrestre. En un informe publicado en junio de este año, los propios expertos de la ONU se mostraban «preocupados, no solo porque la violencia de las pandillas se ha extendido por todo el país, sino también por la creciente brutalidad que la caracteriza».
Llamamiento haitiano

Dicha propuesta presentada por la administración Trump defiende la sustitución de la MMAS por una Fuerza de Represión de las Pandillas, que contaría con 5.500 soldados y policías. A diferencia de la misión actual, encabezada por Kenia y que opera junto a la Policía Nacional Haitiana, esta fuerza estaría coordinada por la propia ONU, desde Puerto Príncipe, y habilitada para actuar de forma «independiente» y «proactiva» en la lucha contra las pandillas, así como para detener y arrestar a ciudadanos haitianos.
Una cuestión geopolítica
Para William Jeanty, coordinador de la organización política Kontrapèpla, la preocupación de Estados Unidos por la cuestión haitiana responde a un proyecto más amplio de dominación imperialista. «No es un problema de violencia ni de seguridad lo que vienen a resolver. Es un problema geopolítico, de control absoluto sobre el continente americano». En este sentido, Haití no sería un caso aparte en la política exterior de Trump: «Hay una disputa por la hegemonía. Eso explica las amenazas a Venezuela, Canadá y Panamá, pero como Haití es un país más débil, van a empezar por aquí».
«Lo que quieren es poner sus manos sobre el país, por su posición clave en el mar Caribe y por los recursos minerales que tiene nuestro suelo», resume Pierre-Marie Louis, de la dirección nacional del Movimiento Campesino Tèt Kole, alertando también sobre el desarrollo de una política de guerra que acaba convirtiendo al propio pueblo en la principal víctima de los enfrentamientos: «no vamos a resolver esta situación simplemente con una guerra civil que matará a inocentes y será destructiva para toda la sociedad».
La crisis que vive hoy el país es estructural y multidimensional. No solo afecta a la seguridad, sino también el acceso a la salud, la luz, el agua y la comida, entre otros servicios. En este contexto, un conflicto armado agravaría exponencialmente el sufrimiento de la población, sin ofrecer ninguna perspectiva en términos de transformación de la realidad del país.
Para Jeanty, es el Estado haitiano el que necesita ser reconstruido. «El problema de las pandillas existe en todos los países, especialmente en América. Pero la diferencia en Haití es que todo el Estado está controlado por mafias, por oligarquías, por poderes internacionales que no trabajan para la población. ¡Así que lo primero es recuperar el Estado!» Y eso, para él, no puede ser tarea de un ejército extranjero. «Necesitamos un Estado autónomo», concluye.
Las organizaciones recuerdan por fin que Haití no produce armas ni municiones. Ni siquiera consume las drogas que transitan por su territorio y financian a las bandas armadas. Por lo tanto, la principal contribución que se espera de la comunidad internacional —y en especial de Estados Unidos— es el desmantelamiento de estas redes a nivel mundial y no la promoción de una escalada de violencia en Haití.
* Periodista venezolana, analista de temas de Centroamérica y el Caribe, asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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