Recrudecen asesinatos de periodistas en Latinoamérica

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Ernesto Carmona*
El primer periodista asesinado este año en América Latina fue Valentín Valdés Espinosa, del “Zócalo de Saltillo”, Coahuila, México, muerto el 8 de enero. En 2009 sesgaron la vida de 32 reporteros latinoamericanos, 13 de ellos de México, es decir el 40%, según el informe 2010 de la Comisión Investigadora de Atentados a Periodistas (Ciap), de la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap).

El cadáver de Valdés Espinosa apareció después de ser secuestrado con otro periodista, que sigue desaparecido y cuyo nombre no fue revelado por el diario donde trabajaba. Con este primer asesinato de 2010 suman 65 los periodistas abatidos en México desde 2000 y las desapariciones aumentaron a 12, informaron la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos (Fapermex) y la Felap.
 
Entre los 32 periodistas latinoamericanos asesinados el año pasado, 7 murieron en Colombia (21,6%). En Honduras mataron a 4, una cifra inusualmente alta en ese país, donde los periodistas locales y extranjeros sufren permanentes agresiones, atentados, secuestros y amenazas por informar sobre el fraude electoral y las violaciones de DDHH de la dictadura.

Todas estas muertes ocurren en un continente en que no existe ninguna guerra formal, pero crece el poder del narcotráfico, que ya reina a sus anchas en México y Colombia. En Brasil cayeron 2 periodistas, 1 en El Salvador, 2 en Guatemala, 1 en Paraguay y 2 en Venezuela.

La mayoría de las víctimas se desempeñaba en medios independientes de circulación y/o audiencia local, en provincias o estados en que existe colusión entre la corrupción del poder político, la impunidad paramilitar de los narcos y la sed de sangre de gobiernos de signo hiper derechista como los de Honduras y Colombia.

 También hubo víctimas de atentados que se desempeñaban en grandes medios. “Nuestros reporteros usarán chalecos antibalas” anunció en Monterrey, México, la cadena Televisa después que una granada explotó en sus instalaciones, blanco también de impactos de grueso calibre.

El gobierno de Felipe Calderón distribuyó a 50.000 militares en distintos lugares de México para combatir a los cárteles de la droga, a quienes responsabilizan de 14 mil homicidios desde 2006, pero es incapaz de proteger a los periodistas y de garantizar una justicia efectiva y real. En rigor, los crímenes y atentados a periodistas quedan impunes en casi todos los países.

Nelly Olivos, del periódico digital “Vanguardia de México”, denunció en diciembre que se reciben “advertencias” como ésta: “Cuiden bien sus textos antes de hacer una nota”. Y agregó: “¿Qué clase de periodismo se puede ejercer en nuestro país si tenemos miedo para realizar nuestra labor informativa? Si las autoridades desconocen lo más elemental en el tema de las agresiones, ¿a quien debemos recurrir para que nuestra labor informativa sea garantizada?”.

Estadística macabra
La matanza de periodistas latinoamericanos y caribeños va en aumento. Las estadísticas de la CIAP de los últimos cinco años muestran que en 2003 fueron asesinados 20 profesionales y entonces ya existían más de 50 crímenes impunes desde 1995. En 2004 murieron 20, en 2005 asesinaron a 17 (25 % del total mundial), en 2006 mataron a 30, en 2007 dieron muerte a 27 y en 2008 ejecutaron con violencia a 26 periodistas. En estos 5 años México le arrebató a Colombia el cetro de la muerte.

Los periodistas están entre dos fuegos: el riesgo de muerte, amenazas y atentados y, de otro lado, un desempleo creciente, bajos salarios, sub-empleo o precariedad laboral, mientras la concentración de la propiedad de los medios genera mayor desocupación y promueve un periodismo reñido con la ética, sometido a la censura, autocensura u ocultamiento desenfadado de noticias relevantes. Por todos lados abundan las “noticias basura”, “noticias engañosas” o promociones comerciales disfrazadas como “noticias”.

Los grandes medios construyen un mundo de fantasía, seudo real, de gloria al capitalismo neoliberal en crisis, y tienen vía libre para estigmatizar y difamar a líderes progresistas, ignorar huelgas y conflictos sociales, tergiversar hechos reales, inflar la delincuencia o simplemente, inventar noticias. Hace rato que vivimos la era de “las mentiras mediáticas”.

*Periodista y escritor chileno

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