Recursos naturales y soberanía: Los pobres argentinos no beben, o beben mierda
Leda Ganuzzi*
La escasez de agua en la zona del chaco santiagueño, en Argentina, se ha agravado notoriamente en lo últimos años. De los 800 milímetros de lluvias anuales, ahora solo 200 condicionan su vida y su paisaje. Las aguas subterráneas presentan problemas relacionados con una alta salinidad, dureza y la presencia de elementos como el arsénico y flúor, que dificultan su aprovechamiento como potable y su utilización en riego. Este problema adquiere una gran relevancia en áreas rurales, donde la población sólo dispone de pozos, de balde o molinos.
Roque Sáenz Peña, Las Breñas, Charata, Quitilipi, Quimili, Los Juries y otras ciudades históricamente muy pobladas del chaco santiagueño, sufren una agonía silenciosa que el hombre empeoró con el desmonte y los devastadores efectos producidos por el calentamiento global. La destrucción de los bosques nativos y la extensión de las barreras agropecuarias modificaron las superficies de los terrenos facilitando el escurrimiento de las aguas, disminuyendo la absorción y conservación del recurso.
El suelo fue perdiendo humedad y tornándose el clima cada vez más continental, con amplitudes térmicas altas y marcada estación seca en el invierno. Allí, los veranos son muy calurosos, los inviernos templados y las sequías infinitas.
En el Chaco, la estructura productiva de la provincia se compone principalmente de actividades primarias y agroindustriales. El algodón es el cultivo tradicional de mayor importancia, que ha sido reemplazado por soja, maíz y girasol.
La población total del Chaco según el INDEC 2003 es de 1.007.845 habitantes. Es la provincia con mayores necesidades básicas insatisfechas: 33,0 por ciento. El porcentaje de población en situación de pobreza en Gran Resistencia es de 54,20. Aproximadamente solo el 25 por ciento de la población accede y consume agua potable, cuya provisión no es continua. Presenta uno de los mayores índices de morbilidad del país debido a la falta de agua segura y suficiente, conjuntamente con los terribles efectos producidos por la desnutrición.
Roque Sáenz Peña es una región al este del Chaco capital, del departamento de Comandante Fernández, y cuenta con 90.000 habitantes.
En la zona rural vive Pablo Orellana. Tiene un hablar pausado y tranquilo, y es el referente del Mocase Los Juries. Cuenta que es un pueblo originario, que resistieron a la usurpación de los Incas y de los españoles. Hablan el Quichua. No pueden cultivar nada debido a la falta de agua. El y su familia consumen la que proviene de un pozo más que precario, verdaderos charcos en la tierra que exuda un liquido turbio y casi con certeza contaminado.
El tenor de arsénico es más de diez veces el máximo permitido según los resultados de los análisis realizados por el Taller de Aguas de la UNLP. Algunos integrantes del Mocase tienen tanques de PVC de 1.000 litros por familia. Los camiones que la reparten nunca llegan a las casas de los integrantes del movimiento.
La mayoría de los pobladores sufren chagas. La sequedad del clima quiebra los labios y la falta de agua se siente en la piel seca. Reclaman la construcción de pozos calzados, represas, molinos y un tanque australiano para el almacenamiento y para el alivio de los animales.
El derecho al agua potable y la tenencia de la tierra se entrelazan en el reclamo de los pueblos originarios y campesinos Ellos saben que no deben ser objetos sujetos a las leyes del mercado, que se trata de derechos humanos.
*Dra. en Ciencias Químicas, UNLP, Argentina