Reflexiones. – LA PROTESTAS SOCIALES EN FRANCIA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Ese es el resultado del vacío dejado a la izquierda por el Partido Socialista, que hace años abandonó toda veleidad, ya no de transformación social sino siquiera de reformas sociales más o menos profundas1, de la virtual desaparición del Partido Comunista (1.93% en las elecciones presidenciales) reconvertido al reformismo hace decenios y del sectarismo de los grupos y grupitos de izquierda, incapaces de concertarse para una política común.

Es así que las protestas actuales se generaron en los grupos más radicalizados –o si se quiere más concientes– de los trabajadores y los estudiantes.

Si estos grupos no hubieran tomado la iniciativa, probablemente las reformas se hubieran concretado después de algunos conciliábulos de gabinete –salpicadas de concesiones menores– con las direcciones sindicales en lo que se refiere a las reformas del régimen de jubilaciones y con la Unión de Estudiantes de Francia (UNEF) –cuya dirección está bajo la influencia del PS– en el tema de las reformas del régimen de las Universidades.

Pero los grupos radicalizados lanzaron la protesta y encontraron enseguida eco en las bases , lo que obligó a las direcciones sindicales y estudiantil a seguir la corriente para no perder totalmente el control de los acontecimientos y para tratar de evitar la aceleración del “goteo” de sus militantes hacia los sindicatos y grupos de izquierda.

La movilización fue fuerte pero la determinación de Sarkozy fue inquebrantable y aguantó a pie firme (sin aparecer en público, contrariamente a su costumbre) nueve días de paro en los transportes.

Sarkozy tuvo varias cartas a su favor.

La primera, que utiliza continuamente, el argumento del “mandato popular”.

La segunda, en el tema de la reforma del régimen jubilatorio, atacó primero el eslabón más débil: el régimen especial de los funcionarios públicos y de los trabajadores del transporte, del gas y la electricidad, de jubilación a los 37 años y medio de servicios frente al régimen general de jubilaciones a los 40 años de servicios.

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Contra el régimen especial, Sarkozy esgrimió el argumento –que tuvo un eco favorable en buena parte de la población– de que hay que restablecer la “igualdad” y terminar con los “privilegios”.

Ese supuesto privilegio, que data de la posguerra, responde en buena medida a las condiciones penosas de trabajo, sobre todo en el transporte (fuertes tensiones, horarios nocturnos frecuentes, etc.).

La tercera carta que tuvo a su favor Sarkozy fue el desgaste de los trabajadores del transporte en huelga que perdían jornales indispensables para vivir y cierto grado de impopularidad del paro entre los usuarios, que los medios de comunicación presentaron como mártires y “rehenes” de los huelguistas.

La cuarta carta de Sarkozy fue el estridente silencio del Partido Socialista, principal partido opositor, que criticó al Gobierno por no haber abierto antes las negociaciones con los sindicatos, pero que se abstuvo de manifestar su solidaridad con los huelguistas y de pronunciarse sobre las cuestiones de fondo. La razón de ese silencio es que la gran mayoría de los dirigentes del PS están de acuerdo con las reformas emprendidas por el gobierno.

Y la quinta carta de Sarkozy fue la falta de firmeza de las direcciones sindicales. El Secretario de la CGT ofreció negociar con el Gobierno y las empresas de transporte dos horas antes de comenzar la huelga, actitud que sembró el desconcierto entre los trabajadores. Por su parte, el Secretario de la CFDT llamó a levantar la huelga antes de que se cumpliera el objetivo de hacerla coincidir con el paro nacional de un día de todos los funcionarios públicos.

Cual debe ser el papel del movimiento sindical en la sociedad es un tema controvertido desde hace más de un siglo: si debe limitarse a defender las reivindicaciones inmediatas de los trabajadores o si además debe ser copartícipe de un proyecto de transformación social.

En todo caso en Francia los sindicatos relativamente mayoritarios (CGT, CFDT, FO) están en la primera postura y sólo las nuevas formaciones sindicales como SUD Rail, que están creciendo significativamente a expensas de las formaciones tradicionales, hacen planteos más radicales.

Decimos relativamente mayoritarios porque la tasa media de sindicalización en Francia es actualmente del ocho al nueve por ciento. Es mayor en el sector público, donde llega al 15 por ciento y menor en el sector privado, donde apenas sobrepasa el cinco por ciento. En el término de 15 años la tasa de sindicalización se ha reducido a la mitad, si bien en los últimos años se mantiene estable.

Pero la influencia de los sindicatos es mucho mayor que la que permite suponer esa baja sindicalización. Por ejemplo en las elecciones para Comités de Empresa y de delegados del personal, las organizaciones sindicales suman alrededor del 78 por ciento de los votos.

Como resultado de su postura ideológica, ninguno de los sindicatos relativamente mayoritarios cuestiona la generalización de la jubilación a los 40 años de servicios, que consideran inevitable, como dice el Secretario General de la CFDT. Sólo SUD Rail reivindica 37 años y medio de servicios para todos los trabajadores.

De modo que las actuales negociaciones de los sindicatos con el Gobierno y con las empresas de transporte se limitan a algunas mejoras salariales. El tema de los años de servicios para la jubilación está excluido, pues el Gobierno no acepta discutirlo.

Quizás ese es el “plafond” que pueden alcanzar los sindicatos, teniendo en cuenta la actual relación de fuerzas.

¿Cuál es el papel de los partidos políticos que se dicen de izquierda frente al conflicto?

El Partido Socialista no objeta la generalización de los 40 años de servicios y no denuncia el proyecto gubernamental de comenzar por la abrogación de los 37 años y medio en el sector público para reformar después en sentido negativo el régimen jubilatorio general, aumentando los años de servicios a más de 40.

El Partido Comunista es muy discreto sobre estos temas que sin embargo son cruciales, aunque cuantifica bien “los daños colaterales” del proyecto gubernamental sobre los montos de las jubilaciones.

Sólo SUD Rail, el sindicato ferroviario de izquierda y los partidos de extrema izquierda, la Liga Comunista Revolucionaria y Lucha Obrera, se pronuncian claramente a favor de la reducción generalizada de los años de servicios.

En un comunicado conjunto (hecho poco frecuente) del 15 de noviembre de ambos partidos de izquierda se puede leer:

“Lucha Obrera y la Liga Comunista Revolucionaria manifiestan su solidaridad con los huelguistas que tienen razón en oponerse a trabajar más tiempo para tener una jubilación menor. Pretender que no es posible asegurar una jubilación adecuada para todos…sobre la base de 37 años y medio de cotización como máximo, es una estafa. Si hay menos activos y más jubilados, la productividad de cada activo se ha incrementado suficientemente como para asegurar una jubilación correcta para todos los trabajadores sin prolongar el tiempo de trabajo. El ataque contra los regímenes especiales anuncia otros contra el conjunto de los trabajadores”.

Dicho de otra manera, si el número de activos es menor pero el tamaño de la torta sigue aumentando, como ocurre en los hechos2, el problema no es el tamaño de la torta sino cómo ésta se reparte.

El “slogan” preferido de Sarkozy “trabajar más para ganar más” es totalmente falso e irrealista. Si al aumento de la productividad se agregan jornadas más largas de trabajo y se aumentan los años de servicios, se acelera la disminución de la cantidad total necesaria de trabajadores activos. La consecuencia es obvia: el aumento de la desocupación por un lado y la disminución de los salarios por el otro como resultado de la presión de la oferta creciente de la mano de obra desocupada.

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Pietro Basso en su libro Temps modernes, horaires antiques. La durée du travail au tournant des millénaires3, dice que el aumento de la productividad del trabajo debería estar acompañada lógicamente de una reducción del tiempo de trabajo (diario, semanal y anual) y de una reducción de la intensidad del mismo. Ello efectivamente ocurrió así hasta culminar, en el decenio de 1920, con la jornada hebdomadaria de 48 horas, como resultado de las luchas obreras y del temor de los capitalistas al ejemplo de la revolución rusa.

Pero con el fordismo aumentó la intensidad del trabajo, como muestra agudamente Chaplin en el film Tiempos Modernos. Después la jornada se mantuvo estable, aunque disminuyó la jornada anual como resultado de vacaciones más prolongadas y en algunos países disminuyó también la jornada semanal.

Pero en los últimos años, pese a que continuó aumentando la productividad, esa tendencia a la reducción de la jornada laboral se invirtió y también aumentó la intensidad del trabajo.

El empeoramiento de las condiciones de trabajo y de su carga física, mental y nerviosa afecta a todos los asalariados de todas las categorías y en todos los países del mundo, desarrollados o no desarrollados, como indica Pietro Basso en su estudio.

Inclusive los empleados y los técnicos superiores sufren esa carga, víctimas de las presiones en el mismo empleo y por la angustia que les produce el temor de perderlo.

En Francia son frecuentes los suicidios de empleados y técnicos superiores cuando son despedidos, sobre todo cuando han pasado los 45 / 50 años de edad, porque en ese caso sus perspectivas de obtener un nuevo trabajo son muy limitadas. Pero también se producen suicidios entre el personal técnico superior en actividad: recientemente, en el término de seis meses, hubo tres suicidios en el ultramoderno Tecnocentro de Renault, cerca de Paris, donde se proyectan los nuevos modelos de automóviles y tres en la central nuclear de Chinon.

El estado actual de desarrollo de las fuerzas productivas podría permitir vislumbrar la sociedad que previó Marx hace más un siglo y medio: el ser humano liberado de la necesidad, de los trabajos físicos y del trabajo alienado y con más tiempo libre para dedicarlo a su realización personal4.

Pero esto es incompatible con el sistema capitalista, como lo demuestran los hechos.

La política brutalmente antisocial de Sarkozy no es un fenómeno marginal del sistema sino que corresponde al estado actual del capitalismo, que pretende – acentuando la explotación– superar sus insalvables contradicciones.

Explicar esto, sobre todo en los momentos en que se agudizan las luchas sociales es, o debería ser, la función pedagógica y política de los partidos que se dicen de izquierda.

La mayoría de la población en Francia –como en todo el mundo– se comporta en función de las pautas ideológicas y culturales del sistema dominante, pero una minoría creciente comienza a rechazarlas, pese a la defección de la izquierda tradicional.

Un dato, quizás anecdótico: en los sondeos de opinión en Francia, el líder de la Liga Comunista Revolucionaria Olivier Besancenot, tiene actualmente una alta cuota de popularidad: 40 por ciento, “cabeza a cabeza” con Segoléne Royal. Sarkozy, que en setiembre tenía 64 por ciento de opiniones favorables, perdió 15 puntos según un sondeo publicado el 1º de diciembre y ahora sólo tiene el 49 por ciento.

Notas

1 De hecho, el PS hace años que no tiene programa propio y su papel se limita a criticar los métodos de la derecha, pero no su política de fondo. No es sólo el resultado de una opción subjetiva de sus dirigentes: no existen respuestas reformistas para la exacerbación acelerada de la explotación capitalista.

2 El PNB anual en Francia aumenta progresivamente. Por ejemplo en 2003 el PNB por habitante fue de 24500 dólares y en 2007 es de 30.600 dólares. Pero ese aumento del PNB anual no se ha reflejado en los salarios y en las jubilaciones, que en términos reales permanecen congelados hace ya varios años. De modo que la “torta” se reparte cada vez más desigualmente en perjuicio de los asalariados y los jubilados.

3 Pietro Basso, Temps modernes, horaires antiques. La durée du travail au tournant des millénaires, Lausanne, Editions Page deux, 2005. Basso dice que el aumento de la carga (física, mental y nerviosa) explica en parte que el trabajo se ha hecho más penoso en los últimos años en los países capitalistas avanzados y que la flexibilidad, al mismo tiempo que el mantenimiento (y últimamente el aumento de la jornada de trabajo) parasita o fagocita el tiempo fuera del trabajo, es decir aumenta su peso específico sobre el total del empleo del tiempo de la persona que trabaja. Se está cada vez más lejos de la prometida sociedad post industrial del tiempo libre. Véase una reseña del libro de Basso en la revista Interrogations : /www.revue–interrogations.org/article.php ?article.

4 Véase Carlos Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse). [Contradicción entre la base de la producción burguesa (medida del valor) y su propio desarrollo. Máquinas, etc.]. Siglo XXI Editores, 12ª edición, 1989, tomo 2, págs. 227 y ss.

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* Abogado argentino especialiosta en relaciones económicas internacionales. Representante de la Asociación Americana de Juristas ante las Naciones Unidas en Ginebra.

Despacho de la agencia argentina independiente de noticias ARGENPRESS.

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