Reuniones múltiples en Brasil, ¿quo vadis dómine?

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Magalí Silveyra

Los países no son jóvenes enamoradas de amor inestable; tampoco buscan su identidad comparándose con sus vecinos; los países son intereses en juego, sociedades en contradicción, ordenamientos económicos, expectativas futuras; y son también memoria. Todo ello se expresa en la política que los organiza y les confiere rostro y oportunidades –y sugiere preguntas.

 

Los mismos actores-directores de escena pusieron en marcha y cerraron tres acontecimientos simultáneos –o casi– en el norte de Brasil: los encuentros del Mercosur, la Unasur y el Grupo de Río, que abarca también al Caribe, todos ellos referidos de manera exclusiva al mayor asunto pendiente del continente americano: la integración económica, el intercambio cultural y el cese de las exclusiones dentro de un marco que será solidario o de lo contrario nada habrá pasado luego del brindis protocolar.

Por ahora pareciera se adelanta un asunto: el final de las exclusiones; otro sentido no tiene la recepción de Cuba en el Grupo de Río; cabría, sí, preguntarse –o que los dirigentes expliquen– de qué modo, para qué y cuáles son los pasos aprobados que pondrán en marcha en términos concretos la fase integradora del Grupo. en circunstancias que no sobrevoló ninguna de las reuniones, ni en forma fantasmal, la realidad haitiana. Haití es un país ocupado.

Se aprecian las declaraciones del presidente mexicano en cuanto llamar a poner más énfasis en lo que puede unir que respecto de lo que separa en el orden económico. Empero las cosas no son simples. Llama la atención la urgencia que se detecta en el discurso de Calderón, en especial cuando se tiene en cuenta que de todas las economías latinoamericanas en la actualidad la más atada a una potencia foránea es la de México, subsumida en los diversos intereses de la de Estados Unidos.

No sólo los habitantes de México son más pobres que antes de integrar el pacto económico de América del Norte, su mismo ambiente natural (eso que muchos denominan, vaya uno a saber por qué "medio ambiente") está en riesgo, su soberanía alimentaria en un proceso que bien podría calificarse de fase de emasculación, sus potencialidades culturales –que en el pasado reciente alumbraron al resto del continente– disminuidas por efecto de la presión ejercidas por su peculiar manera de "globalizarse" por desventura del aludido tratado.

Mientras México sea el eje del proyecto geoeconómico y estratégico Plan Puebla-Panamá –cuya extensión a Colombia no ha sido abandonada– cabe preguntar desde dónde sus autoridades realizan los llamados integracionistas: si desde la realidad y necesidades del país y del continente  o si desde la necesidad y realidades que generan –y no en exclusiva para México y América Latina– los desastres económico, jurídico, cultural y político que deja tras de sí el actual gobierno estadounidense.

Las manos del pueblo mexicano –pensaba Neruda– no pueden sino crear belleza; es lamentable saber que las mentes de sus dirigencias políticas han sabido producir horrores.

 

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