Rivera Westerberg / Chile: la mariquera de los candidatos presidenciales

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Hace algunos años se llamaba mariquera en Venezuela, y probablemente en otros países, a esas primeras carteras, colgantes o "marsupiales", usadas por el sexo masculino. Fueron muy populares y –que sepamos– jamás su denominación realmente se asoció a la preferencia sexual de nadie.

Por lo demás lo de maricón no se refiere hoy, ni ayer se refirió en serio, a la manera de vivir la cama –u otro lugar– sino a una actitud moral importante para establecer relaciones de mutuo respeto entre las personas.

Dicho lo anterior no es insultante –¿y por qué debería serlo?– decir que es maricona la conducta de la prensa chilena frente a los hipotéticos candidatos a la Presidencia. Hipotéticos porque no lo son todavía en términos regalmentarios, formalmente. Maricona por superficial, al fin y al cabo se habla del próximo jefe del Estado.

En el sector de la derecha corre –caballo solitario por ahora–  Sebastián Piñera; en ese espectro parecen no enraizar otras candidaturas, como por ejemplo la de la senadora Mathei –que no pocos esperaban, algunos seducidos por su "charme", otros por simple nostalgia de tiempos idos.

La extraña vitalidad de la Concertación, en cambio, ofrece un mosaico que bien pudiera tanto dar una bocanada de aire fresco al ejercicio político chileno o conducirla, a ella, a la extinción. Esta última posibilidad no se formula en términos gratuitos.

Las zancadillas padecidas por el gobierno de Michelle Bachelet –absurdo: cuatro años sin posibilidad de reelección– parecen jugar a favor de quienes, en la coalición, se aprestan a seguir jugando la carta de la reinvención de la promesa de 1990 sobre la realidad de 2009.

"Oficina" o no "oficina" la Concertación "pacificó" Chile; la prueba: sus dos caras visibles son hoy actores –e importantes– en sus respectivas organizacions políticas.

La conducta de la prensa, ávida de silencio, sería repudiable si de verdad habláramos de prensa libre, pero es, en su mayoría, la "gran prensa" cara visible de pinganillas enriquecidos o ansiosos por enriquecerse; tránsfugas puestos en evidencia paroxística a través del documental El diario de Agustín.

La vitalidad de la Concertación gobernante se expresa en sus contradicciones –que es lo que cabe y se espera de un enfermo terminal–. En ellas también su debilidad. Incapaz de plantear de cara a la ciudadanía una discusión frente a los modelos-país que puedan discutirse en su interior, se debate en la esterilidad de la sala quirúrgica que la amputará: de hecho en diversos ambientes surge la sospecha de que se abrió paso la idea de entregar el manejo institucional a la derecha, pensando (?) en recuperarlo en el siguiente proceso electoral.

Maldadosos, muchos piensan que por ello diversos guiños a pesonalidades derechistas –civilizadas y no–efectuados por personeros de gobierno o ligados a la coalición gobernante. Se trataría de "instalar" en la ciudadanía el argumento de la alternancia de corrientes en el manejo de la nave estatal.

No es fácil la pista para Arrate, Insulza, Frei, Gómez y demás. Tampoco para la ciudadanía, condenada a elegir más de lo mismo –como ahora– o más de lo mismo "por otras vías".

Y que los "parias" del sistema –PC, Partido Humanista, esos Socialistas-como-Allenende, IC vigentes, anarquists y etcétera– se cuiden; por ahora el PC negocia, si le va mal "suenan" todos, ¿Y si le va bien? Los anarcos tienen alguna experiencia, es de esperar que todos hayan aprendido.

Lo contrario significará comprar boletos para ver la final del partido del sueño del pacto.

Antes, claro, habrá que ver qué tenen los candidatos en sus mariqueras –fuera de cosméticos y vanas palabras.

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