Rogatoria pública al Santo Padre

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Roma, 16 junio 2010

Santo Padre,
soy Maria Paz Venturelli, cuando tenía dos años, perdí a mi padre, desaparecido en octubre de 1973 desde la cárcel de Temuco en Chile.
Mi papá, Omar Venturelli, era profesor de Pedagogía en la Universidad Católica de aquella ciudad y su fe cristiana lo había llevado a defender las condiciones de vida miserables de los campesinos mapuche.

Desde pequeña, durante nuestro exilio en Italia, escuchábamos las canciones de la poetisa y compositora Violeta Parra, alma hermosa, capaz de transformar en música el mismo Chile. Había una canción que decía "…¿que dirá el Santo Padre, que vive en Roma, que le están degollando a sus palomas?", palabras emocionantes que permanecían fácilmente en la memoria.

Cuando era niña, no entendía la amplitud y la importancia que sus palabras, Santo Padre, tienen en la vida de tantos hombres y mujeres de todo el mundo , también de Chile, un país tan lejos de Roma. En marzo, durante un solemne Te deum, el Arzobispo de Santiago, Cardenal Francisco Javier Errázuriz y otros obispos, pidieron al gobierno chileno un “indulto jubilar“, con ocasión de los festejos por el bicentenario del nacimiento de la República de Chile, 18 de septiembre de 1810.

Estos prelados consideran que la petición, que daría la gracia a muchos detenidos, entre ellos también al ínfimo número de personas condenadas por crímenes contra la humanidad realizados durante los años de la sanguinaria dictadura de  Pinochet, constituya un paso importante hacia la reconciliación del País.

Santo Padre, pienso che en Chile hay muchísimas palomas: son aquellas mujeres y hombres que han sobrevivido a aquellos años horribles, que han logrado reconstruir sus vidas con amor y que lloran al padre, al hijo, a los hijos, a la madre, al hermano llevándoles flores a una tumba, o los mas desgraciados, como es mi caso sin haber tenido ni siquiera los huesos de sus seres queridos, desaparecidos.

Estas palomas esperan con ansia la paz que sólo la reconciliación puede dar. Esperamos con ansia el arrepentimiento verdadero y la verdadera inspiración al perdón de los verdugos para lograr salir de la pesadilla que construyeron. Tenemos necesidad de la verdad para poder conocer nuestra historia y derramar nuestras lágrimas sobre los cuerpos que nos han escondido. Tenemos necesidad de justicia para vivir una democracia fuerte y  próspera.

¿Puede la Iglesia chilena desgarrarse en un gesto que pulverizará todo esto? ¿Verdaderamente está tan lejos Chile? Mi rogatoria se dirige a usted, Santo Padre, para que se construya junto a los familiares de las víctimas una paz duradera y la verdadera reconciliación.

Si el indulto jubilar dará la gracia a los verdugos de tantas personas, significará que la fiesta por el bicentenario de la democracia en Chile será una fiesta macabra para todos quienes han sufrido violencia y aún no han obtenido justicia. También en Roma.

Digo esto último porque en el aula en la que se celebra el proceso por la desaparición de mi padre, el acusado Alfonso Podlech no muestra ninguna señal de remordimiento o arrepentimiento, sino todo lo contrario, ya que no deja pasar ninguna ocasión para confirmar el espíritu arrogante y no reconciliado de quien ha sido opresor y considera que lo que hizo era justo.

(Firma):
Maria Paz Venturelli.

 

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