Rossana Rossanda: “La izquierda (en Europa) ha perdido a su electorado”
2018 es el año en que Rossana Rossanda, residente en París desde hace largos años, ha vuelto a su país natal, una Italia en un estado político desastroso. Y el año asimismo en que ha reanudado su colaboración con el diario que hace casi cincuenta años contribuyera a fundar, il manifesto, de cuyas páginas reproducimos esta entrevista.
-Qué hermosos congresos los de antaño…
-Hermosos no eran. Eran hasta un poco aburridillos. Pero existía el problema de decir dónde estamos, qué sucede a escala global, a escala italiana y qué proponemos nosotros. Son cosas elementales, porque una fuerza política debe preguntarse en qué mundo estoy, en qué país nos encontramos, y que haría yo si estuviera en el gobierno.
-Hagamos rápidamente un congresillo. ¿Te has dado una respuesta, una motivación? A escala internacional, por ejemplo, en Brasil está ganando la extrema derecha.
-Ocurre en todas partes. Una hipótesis es la decepción que proporciona la izquierda, ya sea en aquellos lugares donde ha podido gobernar, o en aquellos en los que no ha podido hacerlo. Hay decepción. Los obreros ya no votan.
-¿Ya no votan a la izquierda?
-Ya no votan. La izquierda ha perdido a su electorado.
-¿Eres optimista a corto plazo?
-No. La izquierda del PD no ha ofrecido, de hecho, propuestas, nada profundamente distinto de lo que hace la derecha, así que entonces, ¿por qué iba a conservar a su electorado?
-¿Te refieres a algo en particular?
-La inmigración es cosa aparte, porque es un fenómeno nuevo. Pero, ciertamente, que pudiese aprobarse el último decreto de Salvini, incluso con la firma de la Presidencia de la República, era inimaginable. Los mismos derechos que querríamos para nosotros, no podemos dárselos a los inmigrantes. Es algo insoportable, ¿no cree?
-También por esto ha sido el PD muy criticado por la izquierda…
-Pero, ¿qué izquierda? La izquierda no está representada. En realidad, el partido más grande es el de los abstencionistas. Mucha izquierda se ha abstenido, no encontrando ninguna oferta que la persuadiese. Creo que es un error abstenerse. Cuando no se tiene representación, hay que reconstruirla.
-¿Y tú, qué piensas?
-Yo soy una persona de izquierdas. Me expulsaron del PCI porque estaba demasiado a la izquierda. Una persona dócil como yo era considerada una extremista. Hoy no creo que Bergoglio me excomulgara fácimente.
-Bergoglio ha hecho de Papa sobre el aborto, precisamente hoy…
-Es un punto delicado. Mejor él que la concejala del PD [Carla Padovani, en el ayuntamiento] de Verona que votó contra el aborto. Yo querría un político italiano que hablase como el Papa, por ejemplo, sobre los migrantes. Si [Marco] Minniti [ministro del Interior con el PD entre 2916 y 2018] fuera obispo, Bergoglio le habría corrido a gorrazos.
-Se habla mucho de este gobierno de derechas, de retorno del fascismo, del racismo. Te lo pregunto a ti, que viviste el fascismo.
-No estoy a favor de decir que estamos en los años 30. Estoy preocupada, aunque no crea que el país aceptará un retorno explícito al fascismo. Está la siembra de medio siglo de democracia. Pero la salida de Salvini, “los italianos, primero”, es algo intolerable. ¿Por qué “los italianos, primero”? ¿Qué han hecho mejor que los demás? ¿Qué tiene que ver con las ideas que han hecho Italia? El hecho de que la izquierda italiana no haya tenido el valor de votar el “jus soli” resulta verdaderamente insoportable. ¿Hay que ser italianos no sólo por haber nacido aquí, sino entonces por qué otra cosa? No quiero ir hurgando y encontrarme con alguien que hable de caras arias y no arias. Noto en esto el tufo de algo muy viejo.
-Fuiste responsable de la política cultural del Partido Comunista Italiano. ¿Quién te asignó este papel?
-Togliatti.
-¿Y qué piensas, existen políticas culturales hoy en día?
-No me lo parece. La cultura significa valores, aquello por lo que luchas. Hoy el Partido Democrático no lucha ni siquiera por la igualdad de los migrantes. No lo veo encabezando o apoyando siquiera la política de las mujeres. La 194 es una ley [del aborto] de los años 70. Hoy quizás ya ni la votarían.
-Por tanto, ser del siglo pasado ¿puede casi convertirse en un mérito?
-Sí, totalmente. Yo soy del siglo XX y lo defiendo. Ha sido el primer siglo en el que el pueblo tomó la palabra en todas partes. Y allí donde la ha tomado, la ha tomado apoyado por la izquierda.
-La pregunta que muchos se hacen, también en la izquierda, es cómo comunicar. ¿Frecuentas las redes sociales?
-No. Cero. Siempre he sido pobre, pero no le daría a Zuckerberg ni medio euro. En gran parte depende de él que hayamos acabado así.
-Pero existen estos instrumentos de comunicación, incluso, y sobre todo, en política.
-No sé si es una comunicación de verdad. Comunicar significa hablar a alguien de quien consideras que tiene tu misma dignidad.
-¿Cómo se hace para hablar también a la cabeza y no sólo al estómago? La izquierda parece ahora que carece de oído en ambos casos. ¿No es capaz o no sabe qué decir?
-Porque ya no cree. No es capaz. Si la izquierda habla el lenguaje, si no precisamente el de la derecha, el que es, en cualquier caso, el de lo existente, no la puede votar el obrero. La izquierda debe hablar a la que es la parte social de la Italia más débil y menos escuchada. Cuando uno vota el “Jobs Act” [ley laboral de Matteo Renzi], debilita la defensa de los obreros. Se puede seguir llamándolo contrato de tutela creciente, pero la verdad es que ha hecho disminuir la fuerza obrera.
-¿Qué idea tiene del Movimiento 5 Estrellas?
-El Movimiento 5 Estrellas no es nada. Los italianos quieren esta cosa informe, genérica, que les cuenten historias. En la Liga en cambio buscan una identidad maligna. Esto es lo que es Salvini. Di Maio no es que sea maligno, es que no es nada.
-Gracias, compañera Rossanda.
-Querido compañero… Es verdad que es difícil decir hoy esta palabra. Ya no comprenden en qué sentido la decíamos. Es una hermosa palabra y es una bonita relación la que había entre compañeros. Es algo parecido y diferente de los amigos. Amigos es una cosa más interior, compañeros es también la proyección pública y civil de una relación en la que se puede no ser amigos, pero se acuerda trabajar juntos. Y esto es importante, me parece.