Rubén Darío y su lucha por la paz
Nicaragua fue protagonista de esos hechos increíbles que, en la historia del Caribe, ocurrieron bajo el amparo del bandidismo de Los Estados Unidos de América. Nicaragua era parte del botín que Los Estados Unidos reclamaba para sí. Había expulsado a los ingleses de los territorios misquitos y, con la proclamación de su Doctrina Monroe, quería reservarse casi todos los países que conforman la frontera del Caribe. Esta triste historia, una pesadilla para los pueblos caribeños, la escribió, con gran maestría, el célebre patriota dominicano y latinoamericano, Profesor Juan Bosh[1], quien también fue víctima de la agresión intervencionista norteamericana cuando le desalojaron de la presidencia de la República Dominicana, pocos meses después de haber tomado posesión.
En todos estos episodios hubo malinches nicaragüenses que, al no poder alcanzar el poder mediante el apoyo del pueblo, optaron por solicitar la intervención norteamericana, intervención que posteriormente arrasó también a esos traidores a la patria.
El primer episodio ocurre con motivo del descubrimiento del oro en
California(1848), territorio arrebatado a México, en 1846, por los yanquis. Los norteamericanos, temerosos de hacer la travesía por el territorio continental norteamericano por la presencia de los indígenas hostiles que defendían sus tierras, viajaban a través de Nicaragua o Panamá. Ambos países fueron víctimas del atraco.
Vanderbilt y su compañía norteamericana, The Accesory Transit Company, pactaron con el gobierno nicaragüense la explotación, con carácter de exclusividad, del paso de los norteamericanos por el desaguadero, el lago de Nicaragua y la corta travesía terrestre hasta San Juan del Sur. La compañía se comprometió a pagar diez mil dólares al año más un 10% de las ganancias. Nunca pagó la segunda parte. El Presidente de Nicaragua, Don Fruto Chamorro, hizo los reclamos correspondientes para el pago de la deuda. Vandervilt, principal accionista y hombre de mucho poder en Washington, hizo que la Compañía y el gobierno norteamericano ignoraran los reclamos nicaragüenses. Como respuesta derrocaron al presidente y como se armó una disputa entre dos aspirantes a la presidencia, el grupo del general Castellón llamó a la intervención y trajo al suelo nica a los filibusteros encabezados por William Walker. Éste no solo impuso un presidente a su medida, sino que lo cambió cuando le plugo hasta que él mismo se encaramó en el puesto de presidente de Nicaragua; pero no solo eso, también se apoderó de la Compañía y se enfrentó con Vandervilt. Ese enfrentamiento, más la postura patriótica de los demás países centroamericanos, que acudieron en auxilio de Nicaragua para expulsar a los invasores, llevaron a la derrota de Walker, quien en un tercer intento para apoderarse de Centro América fue capturado y fusilado en Trujillo.
El segundo episodio ocurre con motivo de la intervención norteamericana para derrocar al presidente Zelaya. Dos norteamericanos hacen volar dos buques nicaragüenses, con todo y la tropa, en el Río San Juan. Zelaya los captura y los fusila, luego de un juicio que los condena a muerte. Los Estados Unidos, veían en Zelaya a alguien hostil a sus designios, presiona y logra la renuncia del mandatario, sustituido por su vicepresidente, obligado luego a renunciar en favor de un personaje traidor, afín a los intereses yanquis. El Secretario de Estado norteamericano, el Señor Knox, dueño de minas en Nicaragua, propició la nueva intervención en Nicaragua, intervención que duró hasta 1925, período durante el cual Nicaragua fue gobernada por Los Estados Unidos. Knox impuso en la presidencia al empleado de sus minas en Nicaragua, Adolfo Díaz, con el apoyo de los marines. “Hemos realizado indirectamente la eliminación de Zelaya y del zelayismo”, admitió, sin vergüenza alguna, Mr. Knox.[2]
Se marcharon los yanquis en 1925, pero pronto regresarían, pues al año siguiente protagonizaron una nueva intervención, atropello que propició el levantamiento de Augusto César Sandino, quien se opuso férreamente a la presencia yanqui en Nicaragua, hasta que les derrotó con contundencia y les obligó a abandonar el país, pero cayó asesinado por un mandadero norteamericano llamado Anastasio Somoza y que asaltó el control del poder y gobernó durante muchos años, de manera dictatorial, con la tutela de los norteamericanos, hasta que cayó víctima de las balas del patriota Rigoberto López Pérez. Los hijos de Somoza, el procónsul norteamericano, al morir su padre asumen la dirección del Estado que manejan con la misma ferocidad del viejo. En contra de estos déspotas se levantó el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), al frente del comandante Daniel Ortega. Luego de la victoria, el FSLN instala un gobierno revolucionario, más tarde, obligado, mediante una nueva intervención norteamericana con la complicidad sumisa del gobierno de Honduras, a convocar a elecciones que pierde el Frente. Los sandinistas se ven obligados a entregar el poder a Violeta Chamorro, a quien le suceden varios presidentes pro yanquis hasta que, nuevamente, Daniel Ortega, el héroe y comandante sandinista, retoma el poder por la vía electoral.
El gobierno sandinista, ligado al pueblo y autor de muchas reivindicaciones populares que han elevado el nivel de los nicas, es un gobierno incómodo para Los Estados Unidos. Por tal motivo, se ha propuesto, lo ha dicho el Secretario de Estado, derribar a los gobiernos de Venezuela, de Cuba y de Nicaragua.
Y esa es la razón, y no otra, de las protestas de grupúsculos de empresarios nicaragüenses ligados a los norteamericanos y de jóvenes financiados por los norteamericanos para causar el caos en el país, en 1918, y exigir el retorno al gobierno de los retardatarios ligados a la política derechista de USA, de la OEA y del grupo de Lima.
La violencia con que han actuado estos grupos es realmente asombrosa. Han realizado destrozos y son los responsables de muchos asesinatos que luego atribuyen al gobierno. Se han sentado ante la mesa de negociaciones, pero sus exigencias están totalmente fuera de la realidad porque reclaman la salida del presidente electo democráticamente que, de llevarse a cabo, sería un auténtico golpe de Estado.
Por suerte, el pueblo sandinista ha mantenido en alto las banderas del Héroe de Las Segovias, quien sentenció: “la soberanía de un pueblo no se discute niño que se defiende con las armas en la mano”.
Daniel y los sandinistas abogan por el camino de la paz.
Rubén Darío está presente en toda esta historia trágica de Nicaragua, en persona y con su pensamiento, tras su muerte, y en los grandes momentos de las valientes reivindicaciones de los nicas. Veamos.
Cuando Rubén asiste a las tertulias en su casa, la del Coronel Félix Ramírez Madregil, indudablemente se entera, por lo que escucha, de toda la barbarie que había sufrido Nicaragua con motivo del episodio del tránsito de los norteamericanos, desde San Juan del Norte a San Juan del Sur, para ir tras el oro de California.
El Coronel Ramírez Madregil, padrastro de Darío, era sujeto activo, junto con los patricios Dr. Máximo Jerez y Francisco Castellón. Los tres habían organizado un grupo llamado Partido Democrático para derrocar a Don Fruto Chamorro, emplazado por la Compañía del Tránsito porque al no saldar, ésta, las deudas con el Estado, Don Fruto pretendía embargar las embarcaciones. Jerez fue expulsado y más tarde, cuando los pueblos centroamericanos se enfrentan a la barbarie y la intervención abusiva de Walker en los asuntos de Nicaragua, Jerez y Ramírez Madregil se sitúan en el lado de las fuerzas patrióticas que luchan contra los filibusteros.
Ramírez Madregil fue uno de los partícipes en la batalla decisiva de la toma de Rivas. Todo eso se recordaba y se discutía en las tertulias. Darío se enteraba. Esas tertulias dieron a Darío un sentimiento ciudadano que lo condujo, en primera instancia, a convertirse en un nacionalista y centroamericanista convencido y, más tarde, con un panorama mucho más amplio, en un defensor del americanismo bolivariano y martiano, con la exaltación de la paz como meta suprema. En sus versos de niñez y juventud proclama este deseo ardoroso:
¿Sólo pido paz y amor
Y para todos amor
Pues todos son mis hermanos! [3]
Para apoyar las tareas unionistas centroamericanas, trabaja en San Salvador en la dirección del periódico La Unión (1889), de donde debe salir huyendo tras el golpe traidor en contra del unionista presidente Menéndez. Se refugia en Guatemala y ahí coopera con la causa centroamericanista en la dirección de otro periódico: El correo de la tarde (1890-1891). Darío sabe, a pesar de su juventud, que solo la unión de las parcelas centroamericanas fortalecerá la independencia, el desarrollo y la paz. Y por eso lucha contra las guerras intestinas en Centroamérica que condujeron a la continuación de la ruptura y que, él lo ve perfectamente, son azuzadas por los intereses ingleses y norteamericanos, pues los países centroamericanos desunidos son presa fácil. La paz es un ideal temprano de su poesía y de su sentimiento de hombre singular, como puede leerse en su poema de juventud, Luz y paz, escrito, a los 14 años (1881), con motivo de la inauguración de una escuela. En ese poema, se refiere a la paz ganada en la lucha en contra de Walker:
La hidra feroz de la guerra
No mora ya en Nicaragua,
Y el martillo de la fragua
Se escucha aquí en esta tierra
Los robles de sus montañas
Y el almíbar de sus cañas
Por la industria es extraído
Y la luz se ha difundido
Hasta en las pobres cabañas.[4]
Ese sentimiento unionista centroamericano lo llevará a escribir muchos poemas ensalzando la lucha por la unidad centroamericana y a cantar a los héroes y paladines: Morazán, Cabañas, Jerez:
Hermanas y desunidas
Escarnio eran de los fuertes,
Que reían de sus suertes
Y jugaban con sus vidas.
Nación sin sangre, nervios ni brillo,
El viejo del organillo
Le toca una canción.
Y es canción que en otra tierra,
Según como era el compás,
Sonó como himno de paz
O como canto de guerra.
Y decía la canción
Que alegres y entusiasmados
Alzarán los cinco Estados
La bandera de la unión.[5]
De Guatemala, Darío va a Costa Rica. Entonces tenía un pensamiento claro sobre las intenciones imperialistas de Los Estados Unidos. En El Heraldo de Costa Rica, 15 de marzo de 1892, Darío publica el artículo Por el lado del Norte, en él se enfrenta a la teoría del Destino manifiesto, expuesta por John O’Suvillan,[6] en 1845, más tarde asumida por William Walker y que es la exégesis de la Doctrina Monroe de dominación sobre los pueblos americanos del Sur del Río Bravo, a los que suponen inferiores a los norteamericanos y por tanto deben ser tragados por la serpiente anglosajona. Darío responde con una dureza y fortaleza que nos da la plena convicción de su espíritu antiimperialista:
“Por el lado norte está el peligro. Por el lado norte es donde anida el águila hostil. Desconfiemos, hermanos de América, desconfiemos de esos hombres de ojos azules que nos hablan sino cuando tienen la trampa puesta. El país monstruoso y babilónico no nos quiere. Si es que un día, en fiests y pompas, nos panamericaniza y nos baquetea, ello tiene por causa un estupendo humbug. El Tío Samuel es el padre de Barnum. “América para los americanos” no reza con nosotros. América para el hombre de la larga pera, del chaleco estrellado y de los pantalones a rayas. Si Whittier canta el amor mutuo en el mundo nuevo, Blaine entre tanto, dora los azulejos. Mas las dos razas jamás confraternizarán. Ellos los hijos de los puritanos, los retoños del grande árbol británico, nos desdeñan en nombre del rostbeaf y del bifteak. La raza latina para ellos es absolutamente nula. Musculosos, pesados, férreos, con sus rostros purpúreos, hacen vibrar sobre nuestras cabezas su slang ladrante y duro; aunque en cambio, miss Johnnathan gusta de los hombres ardientes de ojos negros.
[Los Estados Unidos] “quiere comprar a Cuba y descuartizar a Nicaragua. ‘¡Anexión!’ dicen por allá. ‘¡Canal!’ exclaman por acá. Anexión nunca. Lo que se sueño es Cuba de Cuba: ni de España ni del Yankee… Canal, magnífico. Sin que se les deje tomar un dedo de la mano, porque si toman el dedo se llevarán todo el cuerpo… Y nada de tratados de reciprocidad, con quien al hacerlo el tratado nos pone la soga al cuello… El hombre del Norte: ¡he ahí el enemigo!”.
En Argentina, en contacto con el profesor franco argentino Paul Groussac, Darío ve a Los Estados Unidos como el gran Calibán y adquiere su verdadera fe americanista expresada en su artículo El triunfo de Calibán[7]. En ese trabajo Darío sigue su planteamiento; nos muestra a Los Estados Unidos como la potencia agresora. Darío se congratula de que tres hombres de nuestra América hayan protestado, en una reunión solemne, en Buenos Aires, por los abusos yanquis en contra de Cuba y España: Roque Sáenz Peña cuya voz opuso al “fanfarrón Monroe una alta fórmula de grandeza continental”[8]; el otro fue Paul Groussac, quien con justificada indignación se preguntó “¿Es éste el hombre que devora vivas las gentes? ¿Es éste el descuartizador? ¿Es éste el condestable de la crueldad?”[9]; y el tercero, el italiano Tarnasi que habló con bravura, en verso, para defender la raza latina.
En ese artículo, Darío se refiere a Martí y recuerda las admoniciones y consejos del gran maestro y padre de Cuba:
“Martí no cesó nunca de predicar a las naciones de su sangre que tuviesen cuidado con aquellos hombres de rapiña, que no mirasen en esos acercamientos y cosas panamericanas, sino la añagaza y la trampa de los comerciantes de la yankería. ¿Qué diría hoy el cubano al ver que so color de ayuda para la ansiada Perla, el monstruo se la traga con ostra y todo”.[10]
Martí y Darío ven con cristalina claridad la desgracia que se avecinaba a los pueblos del Sur del Río Bravo, cuando nos advirtieron de ese panamericanismo que hoy está materializado en la vergonzosa OEA, convertida, como la llamó Fidel, en el Ministerio de Colonias de Los Estados Unidos, dirigida por un mequetrefe que quiere meter, con indicaciones precisas de Los Estados Unidos, sus asquerosas manos de traidor en Cuba, Venezuela y Nicaragua, cuyos gobiernos, escapados de la hegemonía yanqui, no considera democráticos ni legítimos. Ahora que Mr. Trump vuelve al lenguaje, despectivo hacia nosotros, que usó O’Sullivan, las palabras de Martí y de Darío deben volvernos a la reflexión profunda para emprender, con más energía que nunca, la lucha por la verdadera liberación de nuestros pueblos tutelados y sometidos. En esas andadas de sometimiento está el actual gobierno de Honduras[11], surgido de la violación de la Constitución y de un fraude electoral y que no tiene vergüenza para señalar como ilegitimo el régimen de Venezuela, sumado, sin vergüenza alguna, al grupo de falderos llamado Grupo de Lima.
Cuando ocurre la falsa independencia de Cuba. Martí había ofrendado su vida en Entre Ríos y no pudo llorar por tal afrenta a la libertad de la Isla, libertad que fue conquistada definitivamente por otro grande hombre del pensamiento de unidad de Nuestra América -como la llamó el apóstol Martí- el grandioso Comandante Fidel Castro.
Darío se ha convertido en un auténtico bolivariano y martiano. Protesta enérgicamente por la voracidad del yanqui en contra de Nicaragua. Los Estados Unidos quieren un trozo de Nicaragua para construir un canal. Inglaterra y Los Estados Unidos han convenido que el último tiene derecho exclusivo a construir un canal y han firmado un Tratado, el Tratado Hain Pauncefote (1900), con todas las atrocidades y abusos posibles que se pueden aplicar al territorio en donde se construirá el canal interoceánico, aun cuando esas tierras no pertenecen a Los Estados Unidos sino a Nicaragua. El colmo se da cuando los diputados nicaragüenses acceden a ceder una parte del territorio nicaragüense a un precio irrisorio para la ejecución del proyecto canalero. No tienen vergüenza para vender la Patria por unos cuantos dólares[12]. Es tan denigrante y vergonzosa la oferta de los traidores nicaragüenses que los congresistas norteamericanos se niegan a aprobarla:
“Parece mentira, me decía Macías, y esto lo pudo comprobar él en su reciente viaje a Norteamérica, que en el mismo Congreso norteamericano hubiera más pudor y más sentimiento de dignidad nacional para tratar este negocio que en el de Nicaragua, pues es bien sabido que varios de los senadores norteamericanos, no solo combatían esa compra-venta, sino que estaban dispuestos a hacer interpelaciones al gobierno respecto a su conducta política con Nicaragua, en donde el presidente de Los Estados Unidos mantiene fuerzas regulares de su ejército, con artillería y con el pabellón de sus bandas y estrellas flotando constantemente sobre las torres del palacio que fuera antes la residencia del Ejecutivo. Esto al mismo tiempo que barcos de guerra patrullan y vigilan los puestos nicaragüenses”[13].
Darío ve, entonces, que Nicaragua y América Central no es con el filibustero William Walker contra quien tienen que enfrentarse, sino con los intereses canaleros de Los Estados Unidos que terminaron desmembrado a Colombia, al propiciar la seudo independencia de Panamá, república, aún en pañales, cuando le asestaron la gran mordida para arrebatarle la Zona del Canal, heroicamente rescatada para el pueblo de Panamá por el grandioso Omar Torrijos.
Darío eleva su voz en contra del presidente Roosevelt quien ha instigado a antipatriotas a sublevarse en contra del gobierno:
“Hay en este momento en América Central un pequeño Estado que no pide más que desarrollar, en la paz y el orden, su industria y su comercio que no quiere más que conservar su modesto lugar al sol y continuar su destino con la seguridad de que, no habiendo cometido injusticia hacia nadie, no será blanco de represalias de nadie.”[14]
Darío reproduce las palabras de Zelaya, en su refutación al presidente Taft y califica a Los Estados Unidos de imperialismo:
“su actitud respecto a Nicargua, que ha sido calificada por grandes órganos de la prensa europea y norteamericana como la intrusión del fuerte y la imposición de un ya reconocido imperialismo.[15]
Darío acusa a Los Estados Unidos, a Roosevelt más precisamente, de instigar una revuelta en violación de la protección a que está obligada esa nación del Norte en cumplimiento de los Tratados firmados en Washington en 1909[16]. Este comportamiento prepotente del presidente Roosevelt lleva a Darío a escribir su famoso poema A Roosevelt y crónicas reproducidas en el libro citado de Jorge Eduardo Arellano[17]:
¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.
Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de energía,
como dicen los locos de hoy.)
Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
que en donde pones la bala
el porvenir pones.
No.
Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant le dijo: «Las estrellas son vuestras».
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta…) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York.
Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del gran Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.
Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios![18]
En el mismo tono está escrito el poema “Salutación del Optimista”, en el que vuelve sobre el tema de la unidad frente al monstruo amenazante:
Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!
Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos
lenguas de gloria. Un vasto rumor llena los ámbitos;
mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto;
retrocede el olvido, retrocede engañada la muerte;
se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña
y en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron
encontramos de súbito, talismática, pura, riente,
cual pudiera decirla en su verso Virgilio divino,
la divina reina de luz, ¡la celeste Esperanza![19]
Darío, como han visto, fue un apasionado de la paz, de la unidad de la América Española. Existen en sus poemas muchísimos llamamientos a la paz y muchos fervientes deseos por la prosperidad y la grandeza de su patria Nicaragua. El poema Retorno, incluído en su libro Poema de Otoño, expresa de manera grandiosa el amor por su patria, la que quiere, por sobre todo, libre y advierte que para ganar y sostener esa libertad el nicaragüense
“…puede bravamente presentar en su diestra
El acero de la guerra o el olivo de la paz.”
Aterrorizado por las consecuencias de la Primer Guerra Mundial, Darío acepta hacer un viaje continental a América para promover la paz. La salud no es muy buena pero el ideal de paz es supremo y asume todas las consecuencias. En Nueva York, la primera escala, la intelectualidad y la prensa le reciben con gran entusiasmo. Veamos lo escrito en Diario Las Novedades:
“Está en Nueva York uno de los primeros poetas del mundo en lengua española, Rubén Darío. (Viene de Europa y se propone hacer en todo el continente americano una gira de propaganda por la paz). (El gran poeta pintará con su estro genial el desastre apocalíptico de la contienda europea y hará sonar su clarín de oro sobre nuestros pueblos, llamándolos a la Concordia y a la Paz). (Las Américas derivarán grandes ventajas de su propaganda emprendida por una alta personalidad americana).
“Al bordo del vapor “Antonio López”, de la Trasatlántica Española, llegó a New York el 12 del corriente el señor Rubén Darío, que es hoy el primer poeta español del mundo. Viene horrorizado de la inmensa carnicería de la guerra europea y se propone hacer relatos homéricos sobre aquella espantosa catástrofe llamando a nuestros pueblos a la meditación para evitar en lo futuro tales desgracias y mantener en todo tiempo en la conciencia de los pueblos el concepto de que por ningún motivo deben los hombres irse a las manos, a despedazarse como fieras.
“El gran poeta viene lleno de horror y quiere predicar entre nosotros “Paz”.
“Para los Estados Unidos y para la América toda será de gran provecho la gira pacifista de Rubén Darío, no sólo por su autoridad mundial, sino también por el hermoso clamor que arrancará a las cuerdas de su lira su estro consagrado que así sabe gorjear como los pájaros en la floresta o lanzar al viento rugidos espantosos como lo que se escapan a veces de los pulmones de la tempestad.”
En la ciudad de los rascacielos, Darío escribe su poema Pax. Rubén lo lee, por vez primera, en el salón Havemeyer, de la Universidad de Columbia, Nueva York, el 4 de febrero de 1905. En Pax, Darío dejó clara su firmeza en la defensa de la paz con las palabras introductorias:
Señoras y señores: voy a dar lectura a un poema de paz, en medio de tantos ecos de guerra. Encontrareis en él un marcado carácter religioso, lo cual queda bien en este inmenso país, que a pesar de sus vastas conquistas prácticas y de su constante lucha material, es el único en l mundo que tiene un Thanksgiving Day. Sé que para algunas gentes […] Dios nos es de actualidad. Yo creo, sin embargo, en el Dios que anima a las naciones trabajadoras, y no en el que invocan los conquistadores de pueblos y destructores de vidas, Atila, Dios and Company Limited. A medida que la ciencia avanza, el gran misterio aparece impenetrable, pero más innegable. Un Poincaré, un Wiliam James y un Bergson, son los pioneros del infinito. En cuanto a un ambiente de eternidad, Edgard Poe, que solamente ha escrito unas dos veces, en toda su obra, el nombre de Cristo, adopta una definición de Dios tomada de Granwill quien seguramente recordó a Santo Tomás: Dios no es sino una gran Voluntad que penetra todas las cosas por la naturaleza de su intensidad. Yo creo en ese Dios.
“He aquí el poema que voy tener la honra de leeros.”[20]
En sangre y llanto está la tierra antigua ––afirmó Darío–– en uno de los versos de Pax, mientras se hallaba en Nueva York consagrado a predicar la paz ante la amenazadora hecatombe de la Gran Guerra. Se grita: guerra santa, revela en otro verso de ese poema apocalíptico y culminante de su temática pacifista, iniciada desde 1882, a sus quince años. Temática que, entre otros textos, incluía una condena lapidaria de la guerra en su soneto alejandrino ––escrito en Madrid, 1899–– “A Moisés Ascarruz” (un diplomático boliviano amigo suyo):
Maldigo la quijada del asno, el enemigo,
odio la flecha, el sable, la honda, la catapulta;
maldigo el duro instinto de la guerra, maldigo
la bárbara azagaya y la pólvora culta.
Los poemas Teth (de El Salmo de la pluma, 1889), su Canto de esperanza (1905) y la Oda a la Francia (1914), refieren ese ideal de paz al que aspira Darío, no son solo para la humanidad, para su Nicaragua, sino para su yo interno.En la oda, escrita en francés, exclama:
Paz bajo los fuegos de los combatientes en marcha.
La paz que anunció el alba y canta el Ángelus.
La paz que promulgó la paloma del arca
y fue la voz del ángel y la Cruz de Jesús.
El poema Pax fue escrito inicialmente con 194 versos, en su versión manuscrita, que fue la leída en Nueva York, posteriormente se añadieron los cuatro versos finales en la publicación integra del poema recogida en Baladas y Canciones, editada en Madrid en 1923.
Darío encabeza el poema con un verso de Petrarca para mantener con firmeza su propósito de promover la paz, la pax, la peace,… Cómo el mismo Darío lo dijo, es un poema místico que hace premoniciones apocalípticas, previendo que con la llegada del juicio final también llegará la paz ansiada, a la que la humanidad no quiere someterse, porque hay ambiciones, industriales que fabrican cañones, en un mundo una nueva torre de Babel se desmorona y aparece como premonición el cometa Haley. Darío habla con firmeza para condenar a todos aquellos personajes que han personificado la guerra, tal como Pallas Atenea que ha de sucumbir al “trueno de las ideas”. Evoca a Homero, Da Vinci y a Dante como personajes que han sido testigos de “espectáculo cruel / desde el principio ala fin”.
Io vo gridando pace, pace, pace!
Así clamaba el italiano,
así voy gritando yo ahora,
«alma en el alma, mano en la mano»,
a los países de la Aurora…
En sangre y llanto está la tierra antigua.
La Muerte, cautelosa, o abrasante, o ambigua,
pasa sobre las huellas
del Cristo de pies sonrosados
que regó lágrimas y estrellas.
La Humanidad, inquieta,
ve la muerte de un Papa y el nacer de un cometa:
como en el año mil.
Y ve una nueva Torre de Babel
desmoronarse en hoguera cruel,
al estampido del cañón y del fusil.
Matribus detestata! Madre negra
a quien el ronco ruido alegra
de los leones; Palas,
odiosa a las dulces mejillas,
puesto que das las flechas y las balas:
¡abominada seas
por los corrientes siglos y fugaces edades,
porque, a pesar de todo, tus fuertes potestades
sucumbirán al trueno de oro de las ideas!
Amontonad las bibliotecas,
poblad las pinacotecas,
con los prodigios del pincel
y del buril y del cincel.
Haced la evocación de Homero, Vinci, Dante,
para que vean el
espectáculo cruel
desde el principio hasta el fin:
la quijada del rumiante
en la mano de Caín
sobre la frente de Abel.
Pero el misterio vendrá,
vencedor y envuelto en fuego,
más formidable que lo que dirá
la épica india y el drama griego.
Y nuestro siglo eléctrico y ensimismado,
entre fulgurantes destellos,
verá surgir a Aquel que fue anunciado
por Juan el de suaves cabellos.
Todo lo que está anunciado
en el Gran Libro han de ver las naciones,
ciegas a Dios, que a Dios invocan en preñado
tiempo de odios y angustias y abominaciones.
Y lo que Malaquías el vidente
vio en la Edad Media —«enorme y delicada»,
según dice Verlaine—, verá la gente,
hoy en sangre deshecha y desastrada.
Se grita: ¡Guerra Santa!,
acercando el puñal a la garganta
o sacando la espada de la vaina:
y en el nombre de Dios,
casas de Dios de Reims y de Lovaina
las derrumba el Obús 42…
¡No, reyes!… Que la guerra es infernal, es cierto;
cierto que duerme un lobo
en el alma fatal del adanida;
mas también Jesucristo no está muerto,
y contra el homicidio, el odio, el robo,
¡Él es la Luz, el Camino y la Vida…!
Hohenzollern: está sobre tu frente
un águila de oro.
Yo recuerdo el poema del Vidente
de Francia, el vivo cántico sonoro
en donde la justicia al bronce intima…
Dios está sobre todo; y en la cima
de las montañas de la gloria humana,
de pronto un ángel formidable anima
la testa loca del divino trueno,
y de las urnas de las sombras mana
lluvia de llama y lluvia de veneno;
y Abbadon, Appollion, Exterminans —que es el mismo—
surge de entre las páginas del Libro del Abismo.
Emperadores, Reyes, Presidentes: la hora
llegará de la Aurora.
Pasarán las visiones de Durero,
pasarán de Callot los lansquenetes,
los horrores de Goya el visionario,
en la memoria amarga de la tierra.
Pasará de la guerra el tigre fiero,
se olvidarán obuses y mosquetes,
y ante la sacra sangre del Calvario
se acabarán las sangres de la guerra.
Púrguese por el fuego
y por el terremoto
y por la tempestad
este planeta ciego,
por los astros ignoto
como su pasajera Humanidad.
Y puesto que es preciso,
vengan a purgar este
planeta de maldad,
con la guerra, la peste
y el hambre, mensajeras de Verdad.
De la Verdad que hace secar las fuentes,
y en la gehenna rechinar los dientes.
Si la Paz no es posible, que como en Isaías
las ciudades revienten;
que sean de tinieblas las noches y los días;
que las almas que sienten
soplos de Dios, duerman sueño profundo
mientras que se desangra y se deshace el mundo…
Y que cuando del apocalíptico enigma
surja el caballo blanco, con resplandor y estigma,
los únicos que se hundan en la santa Verdad
sean los puros hombres de buena voluntad,
que entre las zarzas ásperas de este vivir, han visto
las huellas de los pasos de Nuestro Padre Cristo.
¡Ah, cuán feliz el demonio perverso,
odio imperante en todo el universo,
odio en el mar y debajo del mar;
odio en la tierra firme y en el viento,
y sangre y sangre que pueda llegar
a salpicar el mismo firmamento!
Se animaron de fuego y de electricidad
los Behemothes y Leviathanes.
En la bíblica inmensidad
no vieron más los Isaías y los Juanes.
Cual Baltasar o Darío, Guillermo
mira con ojo enfermo
de visiones de siglos
un gran tropel de espantables vestiglos.
Y el casco que lo cubre,
la capa que le viste,
bajo el blancor de la nieve insalubre,
y el bigote erizado,
y el aspecto cesáreo y el aire de soldado,
y toda esa potencia, tienen algo de triste.
Y al llegar las ternuras de Noël,
Santa Claus, el que viene a la cuna del niño,
tuvo que recoger su túnica de armiño
por no mancharse en tanta sangre y tanta hiel.
* * *
Era en 1870.
Francia ardía en su guerra cruenta.
Hugo en versos soberbios lo cuenta.
Y París, la divina, en su pena,
a las fiestas usuales ajena,
solo sombra ve en su Nochebuena.
Y era el sitio, y el hambre, y la furia,
y el espanto, y el odio, y la injuria.
Todo muerte, o incendio, o lujuria.
En un lado del Sena está lista
la tremenda alemana conquista;
y en el otro, la Francia imprevista.
Dan las doce —la mágica hora,
que presagia una mística aurora—
las campanas de Nuestra Señora.
Y en la orilla izquierda del Sena,
en la sombra nocturna resuena
un noël de ritual Nochebuena.
Un silencio. Y después, noble, austero,
contestó aquel ejército fiero
como un grave coral de Lutero.
Y en la noche profunda de guerra,
Jesucristo, que el odio destierra,
por el canto echó el mal de la tierra.
¿No habrá alguno de raza más joven
que, rompiendo a la guerra su yugo,
pueda unir el poder de Beethoven
con el canto que dio Víctor Hugo?
Vivat Gallia Regina! Vivat Germania Mater!
Esta salutación, que al gran lírico plugo
¿hace arder esa selva, y rugir ese cráter,
y al ángel de la Paz lo convierte en verdugo?
Si la princesa austríaca destroza su abanico,
Guillermo en sus palacios entroniza a Watteau,
y sabe que la flauta del Grande Federico
aún ignoraba el triste requiem de Waterloo.
Mas hay que juzgar siempre, que si es dura la lucha
del tigre, del león, del águila en su vuelo;
si los hombres guerrean, es porque nadie escucha
los clarines de paz que suenan en el cielo.
Krupp hace crudo espanto que a Thánatos alegra;
pero el de Asís fue pasmo que el Bajísimo enoja;
Húsares de la Muerte deben llevar cruz negra,
mientras las dulces gentes de Amor llevan cruz roja.
¡Oh pueblos nuestros! ¡Oh pueblos nuestros! ¡Juntaos
en la esperanza y en el trabajo y la paz!
No busquéis las tinieblas, no persigáis el caos,
y no reguéis con sangre nuestra tierra feraz.
Ya lucharon bastante los antiguos abuelos
por Patria y Libertad, y un glorioso clarín
clama a través del tiempo, debajo de los cielos,
Washington y Bolívar, Hidalgo y San Martín.
Ved el ejemplo amargo de la Europa deshecha;
ved las trincheras fúnebres, las tierras sanguinosas;
y la Piedad y el Duelo sollozando los dos.
No; no dejéis al odio que dispare su flecha,
llevad a los altares de la Paz, miel y rosas.
Paz a la inmensa América. Paz en nombre de Dios.
Y pues aquí está el foco de una cultura nueva,
que sus principios lleva desde el Norte hasta el Sur,
hagamos la Unión viva que el nuevo triunfo lleva;
The Star-Spangled Banner, con el blanco y azur…[21]
Universidad de Columbia, Nueva York, 4 de febrero de 1915.
A Darío no le toco vivir las graves destrucciones de ciudades y vidas que ocasionó la Segunda Guerra Mundial, tampoco fue testigo de las subsiguientes acciones de atropello de Los Estados Unidos a su patria Nicaragua, ni la epopeya de Sandino, ni la acción gloriosa de López Pérez que aniquiló al tirano, ni la gloriosa marcha del pueblo sandinista para instaurar la revolución, ni la nefasta agresión yanqui a través de los contras, ni la reinstauración de los regímenes dóciles a Los Estados Unidos, ni la última agresión en contra de Nicaragua para tumbar, mediante un golpe de Estado, el régimen sandinista, ni el malicioso y perverso panamericanismode la OEA-intento imponer un nuevo régimen en Nicaragua, en Cuba y el Venezuela.
No vio, pero nos dejó lecciones clarísimas que nos señalan, con pelos y señas, quien es el enemigo de los países de habla española – ahora también los caribeños. No vio el bombardeo a Panamá, ni la invasión a Grenada, ni el ataque a Cuba en Bahía Cochinos, ni las agresiones a Haití y República Dominicana, ni los golpes de Estado propiciados en Honduras y en el cono Sur; no vio los regímenes sangrientos de Pinochet y de los militares argentinos y uruguayos, no vio el asesinato del Che, ni la traición de Moreno en Ecuador, ni el retorno de los enemigos en Argentina, Brasil, Guatemala y Panamá y de otros bichos más. Tampoco pudo disfrutar de las hazañas de Fidel, Allende, Torrijos, Chávez, Lula, Evo y Manuel López Obrador. Pero señaló, con palabras claras y precisas: “Por el lado del Norte está el peligro. Por el lado del Norte es por donde anida el águila hostil”.
Notas
1] Bosh, Juan: De Cristobal Colón a Fidel Castro. Alfaguara. Madrid. Barcelona, 1970.
[2] Citado por Darío en su artículo Refutación al Presidente Taft. En Rubén Darío: La República de Panamá y otras crónicas desconocidas. Selección y notas de Jorge Eduardo Arellano. Managua.
[3] Darío, Rubén: Poesías completas, Al ateneo de León. Edición de Alfonso Méndez Plancarte, Editorial Aguilar, Madrid, 1951. Página: 21.
[4] Darío, Rubén. Idem. Página 57.
[5] Darío, Rubén. Idem. El organillo, Página 59.
[6] El destino de América es como el báculo de Aarón, que se transforma en serpiente para tragarse a todos los demás báculos. De igual manera, éste país conquistará o se anexará todas las tieras. Es su destino manifiesto. Dale tiempo para realizarlo. Tragarse cada tantos años una región tan grande como la mayoría de los reinos de Europa es su presente orden de marcha. Un día puede comprarse un bocado suculento; otro, hacerse de una provincia en las tierras del interior con solo el incremento natural de la población, y otro día puede anexarse tierras y también conquistarlas. John O’Suvillan. Citado por Pérez de Tudela, Rocío: El difícil camino de la Paz el pensamiento político de Rubén Darío. Universidad Complutense de Madrid. ISSN: 18516866 o 2422-6017.
[7] Darío, Rubén: El triunfo de Calibán. En Darío, Rubén: La República de Panamá y otras crónicas desconocidas. Selección y estudios de Jorge Eduardo Arellano. Academia Nicaragüense de la Lengua. Managua. Páginas: 236 a 246.
[8] Idem.
[9] Idem.
[10] Ídem.
[11] Gobierno de Juan Orlando Hernández.
[12] Véase la similitud con lo que ocurre ahora en 2018.
[13] Darío, Rubén: La República d Panamá y otras crónicas desconocidas. Asuntos Americanos / la intención yanqui. Pág. 301.
[14]Darío, Rubén: Las palabras y los actos de Mr. Roosevelt / Protesta de un escritor. En: Darío Rubén: La República de Panamá y otras crónicas desconocidas.Idem. Páginas 288 a 290.
[15] Darío, Rubén: Refutación al presidente Taft. EnDarío Rubén: La República de Panamá y otras crónicas desconocidas.Idem. Páginas 108 a 120.
[16] Otra vez hay similitud con las instigaciones a golpe de Estado, en contra de Nicaragua y Venezuela por parte de Pence (2019).
[17] Recomiendo la lectura del trabajo de Darío: Refutación al presidente Taft. En La República de Panamá y otras crónicas descocidas. Ídem. Páginas 108 a 120.
[18] Darío, Rubén: Poesías completas. Idem. Páginas 639 641.
[19]Darío, Rubén: Poesías completas. Idem. Páginas 631-632.
[20] Binns, Niall: “Pax” de Rubén Darío: testamento poético y acto de clausura. Análes de literatura española, no. 28 (2016), pp 51-69.
[21] En Darío, Rubén: Poesías Completas. Idem. Páginas: 121-1126.