Rusia y el miedo de los europeos
Es prácticamente inmemorial el temor que Europa tiene de los rusos. Rusia es un país euroasiático que durante un par de siglos (XVIII y XIX) iba acumulando territorios y ampliando su poder imperial. La venta de Alaska a los EU (1867) hizo que concentrara su crecimiento rumbo al Asia y Europa que –por aquel entonces- temía el avance de los ejércitos zaristas.
Eran los tiempos de los imperios. Rusia fue a la Primera Guerra Mundial (1914/1918) para defender el suyo. Al terminar aquella guerra se pudo verificar también el final de los imperios: Alemán, Austro-Húngaro y Otomano. El Ruso fue liquidado antes por los soviets (1917).
Con la hegemonía rusa sobre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) los europeos pasaron a tener miedo a la ideología comunista que aquellos soviets le imprimían a su Revolución. La implosión de la URSS (1991) pareció tranquilizarlos. A poco de andar y ya con Vladimir Putin en el gobierno ruso, Europa volvió a sus miedos.
Las causas serían múltiples pero había una que se destacaba: El temor europeo a la falta del gas ruso que le permitiera mantener el funcionamiento de sus fábricas y combatir los fríos invernales, ante la escasez de carbón y leña, junto a las limitaciones de otras fuentes energéticas.
Rusia ya suministra alrededor del 40% del gas que consume la Unión Europea y acaba de comunicar que terminó el gasoducto submarino Nord Stream 2, que va desde Rusia a Alemania y mientras –Gazprom, su empresa gasífera- va llenando ese gasoducto tramita las certificaciones del caso. Es un proyecto gigantesco que cruza el Mar Báltico, se extiende por 1.225 kilómetros que tardaron 5 años en construirlo y costó unos 11 mil millones de dólares.
Con ello, Rusia estaría en condiciones de duplicar el gas que suministra a Europa. Pero no está allí el problema. La cuestión es geopolítica y se debate en varios países. Angela Merkel, ex premier de Alemania, lo celebra porque Europa podría tener gas ruso en mayor cantidad y más barato.
Pero Ucrania, Polonia, los EU y la dirigencia europea solidaria con los norteamericanos están nuevamente preocupados y boicotean la aprobación del nuevo gasoducto. Veamos las razones de cada uno. Ucrania, ex miembro de la URSS, sabe que cuando Rusia deje de usar el gasoducto que pasa por su territorio su estrategia defensiva quedará debilitada. Pierden esa “llave” que les servía para tener la garantía de que Rusia no intervendría en su territorio.
Además dejará de percibir unos 3 mil millones de dólares por el uso de su territorio para el paso del gasoducto. Polonia también perderá ingresos, que hoy recibe por el mismo concepto y manifiesta su temor por la seguridad de Europa Central. Los EU consideran que la habilitación de este gasoducto aumentará la dependencia que tendrá Europa del gas ruso y le quitará fuerza a las sanciones contra Rusia, aprobadas años atrás.
Más allá de estos reclamos lo cierto es que la habilitación de ese nuevo gasoducto fortalece la posición de Rusia en la región y particularmente respecto de Europa, Putin presiona con el argumento que su aprobación le permitiría duplicar los envíos y reducir los precios. Los amigos europeos de los EU avisan que tal aprobación puede demorar meses, tal vez años. Esa demora preocupa a Europa ávida de ese gas y de un precio más razonable, particularmente en estos días en que se aproxima el invierno en ese continente.