Sacrificar la Antártida para salvar el capitalismo
La Antártida, el casquete polar del hemisferio sur, se está derritiendo. Cada vez más rápido, debido al caos climático provocado por el capitalismo industrial. Esto provoca el aumento global del nivel del mar, que en el curso de un siglo podría alcanzar tres metros, cubriendo países insulares e inundando ciudades costeras. Esto y otras catástrofes en curso deberían causar que los gobiernos, especialmente los del Norte global que son los principales culpables, tomaran medidas claras y enérgicas que detuvieran las causas del cambio climático.
En lugar de ello siguen surgiendo, como proyectos científicos serios, las propuestas más descabelladas de geoingeniería: manipular a gran escala los sistemas de la Tierra para solamente aliviar los síntomas del cambio climático.
Para supuestamente salvar ciudades como New York, Shangai, Tokyo o Calcuta, un equipo de científicos del Instituto Postdam de investigación sobre el impacto climático, financiado por el gobierno alemán, propuso el 18 de julio de este año un nuevo megaproyecto de geoingeniería. Miles de cañones arrojarían desde el mar 74 billones de toneladas de nieve artificial sobre los glaciares Isla Pine y Thwaites, en la Antártida occidental, para ralentizar su derretimiento. Es un territorio no reclamado por ningún país, según el Tratado Antártico, vecino a la Antártida chilena y argentina. (https://tinyurl.com/yytsdno3)
Esos glaciares están en la zona crítica de derretimiento del hielo, que en la Antártida se debe principalmente al calentamiento del mar, que está derritiendo su base submarina. No es un proceso lineal, sino que a cierto punto el derretimiento desencadena más vulnerabilidad y se acelera, algo que ya se está observando.
Para intentar detener esto la propuesta de este grupo de científicos es crear nieve artificial por decenas de billones de toneladas, lanzarla con cañones que alcancen arriba de 640 metros para superar la altura de los glaciares y depositarla a un ritmo de 10 metros anuales de nieve sobre una superficie de 52 mil kilómetros cuadrados (como toda Costa Rica o más del doble de El Salvador) durante al menos 10 años. O más, si el cambio climático continúa. (https://tinyurl.com/yxhpas63)
La nieve artificial se crearía con agua bombeada del océano, que primero habría que desalinizar y lograr que se mantuviera como nieve o hielo hasta que se integre a los glaciares. Todo el proceso demandaría cantidades ingentes de energía, parte de la cual proponen sea provista por 12 mil generadores eólicos en el mar, pero reconocen que esto es sólo para hacer la nieve artificial y lanzarla. No incluye la construcción de las instalaciones ni la demanda energética para desalinizar, lo cual es esencial, ya que si se hiciera con agua salada tendría «serios efectos negativos en los flujos dinámicos de la capa de hielo», ni de otras fases relacionadas con el proceso, todo en condiciones extremadamente duras.
La instalación de la infraestructura de energía y cañones tendría efectos devastadores en la fauna. Los científicos que hacen la propuesta admiten que conlleva enormes impactos negativos sobre el ecosistema y especies marinas. De hecho, lo refieren como «sacrificar la Antártida» para salvar grandes ciudades.
Reconocen, además, grandes incertidumbres sobre otros posibles efectos; por ejemplo, no toman en cuenta en el estudio el calentamiento adicional de la atmósfera si la temperatura sigue aumentado, ni que al remover enormes masas de agua oceánica se podría alterar la circulación marina y facilitar que entre más agua caliente a la base del casquete polar, acelerando su derretimiento. Al igual que con las demás propuestas de geoingeniería, podría acabar siendo peor que el problema inicial.
Es muy preocupante que una institución reconocida, como el Instituto Postdam, se sume al coro de los proponentes de la geoingeniería –que está bajo moratoria en el Convenio de Diversidad Biológica–, aun admitiendo que se trata de sacrificar ecosistemas enteros y que los riesgos de fracaso e impactos colaterales son muy graves.
Según el instituto, lo hacen porque aun si se cumplieran las metas del Acuerdo de París, de mantener el aumento promedio de la temperatura a menos 2 grados, la Antártida seguirá derritiéndose y en 200 años Nueva York, Tokyo y otras megalópolis desaparecerán. Plantean que entonces los gobiernos tienen que pensar qué sacrificar.
Pero la pregunta crucial es por qué ante tal gravedad no hacen propuestas igualmente dramáticas para terminar con las causas y parar el cambio climático. Por ejemplo, si el 10 por ciento más rico del planeta tuviera un nivel de vida como un ciudadano europeo medio (muchísimo mayor que el promedio latinoamericano), la emisión de gases de efecto invernadero global ¡bajaría 30 por ciento! (Kevin Anderson,Tyndall Centre).
El principal motor del cambio climático es el capitalismo industrial basado en combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón) y los únicos que se benefician son una absurda minoría de países, empresas e individuos ricos. Las propuestas de geoingeniería no son para salvar ciudades, sino para salvar esos intereses. Eso es lo que hay que cambiar, no sacrificar a la Antártida o cualquier otra región.