SARA VIAL, POETA Y PERIODISTA, RECUERDA A NERUDA EN VALPARAÍSO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

En la novela de Antonio Skármeta El cartero de Neruda (1985), Mario, su protagonista, le pide al poeta que sea testigo de su boda; Sara Vial es la única persona en la tierra autorizada, literalmente, para decir que
Neruda firmó como testigo su enlace nupcial. además de participar en más de 20 antologías de poesía chilena
contemporánea.

Sara conoció a Neruda en 1955 en Viña del mar y hasta su muerte, en 1973, fueron grandes amigos, al punto de proponerle a su editor Gonzalo Losada los poemas escritos por Sara Vial y dada su originalidad dos libros aparecieron publicados en Buenos Aires bajo la casa editorial Losada.

En el año 2003 la UNESCO declaró al puerto de Valparaíso Patrimonio Cultural de la Humanidad y en eso tiene mucho que ver el poeta.

Sara Vial abrió su corazón y memoria en la presente entrevista exclusiva, no pudo dejar de hablar sobre México y Juan Rulfo, del muralismo y hasta Cuernavaca por La Tallera de Siqueiros salió a relucir; pero todos los caminos de Neruda llegan a Valparaíso: las cartas a su primer amor desde Temuco y las primeras colaboraciones a la revista Siembra, cuando todavía firmaba como Neftalí Reyes; el arribo a México para asumir el cargo de Cónsul general el 16 de agosto de 1940 desde el porteño Sur; la clandestinidad en Valparaíso durante la traición de González Videla; su casa La Sebastiana y la vecina Isla Negra; la muerte que inicia el 11 de septiembre de 1973 con la asonada golpista en Valparaíso y hasta el embarque de las colecciones bibliográficas del Embajador Neruda procedentes de París, que los militares se encargaron de saquear en el puerto.

Fueron horas conversando por teléfono con Sara Vial, el ir y venir de cartas y correos electrónicos, toda la
complicidad de nuestra cofradía nerudiana.

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–¿Cómo se inicia en el periodismo cultural? ¿Intentó ser poeta primero y luego explorar la narrativa? O ¿viceversa?< –Para nada querido Mario, nadie puede ‘intentar’ ser poeta, es una enfermedad congénita. En el periodismo reporteril me inicié a la muerte de mi padre, había que trabajar y escribir era lo único que podía hacer, tuve suerte, ingresé al diario La Nación de Santiago como reportera en Valparaíso, qué más bello que dar noticias de mi pueblo natal.

«Soy nacida en el Cerro Alegre, mi madre era compositora musical y de ella heredé la poesía; luego, como no me bastaba con dar noticias: hundimientos de barcos, notas sobre partidos políticos, etcétera, inventé una columna en la cual vertía el trasfondo poético de la noticia, o de lo que fuera, y de esa forma inicié, creo yo, mi periodismo cultural, que fui ampliando, corrigiendo y cultivando hasta ahora, pues es el que realmente me interesa.

«Y el que más abarca también, porque cultura es una palabra muy porosa, muy grande, muy necesaria. Valparaíso era como el patio de mi casa, ser corresponsal trece años de La Nación (desde 1961) fue sólo navegar en un barco tierra adentro, luego vinieron otros diarios, revistas, la radio; pero la poesía había sobrevivido, más aún se había aliado con la prosa.

–¿Por qué considera que hablar de Neruda es una deuda?

–Neruda seguirá siendo una rica cantera, una sorpresa, un hito dentro de lo que llamamos literatura, pero que tratándose de él, es más que eso, pues mientras más se habla, intuimos cuanto queda por decir, en especial, de
lo que realmente fue como hombre, por su calidad humana. Y obviamente por cuanto nos dejó en su vida y su obra.

–¿Qué nos falta por conocer del poeta?

–Dones que parecieron opacados por el estruendo de su fama. Su bondad, por ejemplo. Cuando le pregunté en una entrevista: «¿Qué cualidad humana admira más, la bondad o la inteligencia?» Me contestó: «Nunca la
inteligencia, siempre la bondad» (La Nación de Santiago, año 1965). Nadie me comentó nunca esa sorprendente respuesta, de la que nunca llegué a dudar y que recuerdo hasta ahora.

–En Cuba existe Eusebio Leal, imprescindible restaurador del puerto habanero como Patrimonio Cultural de la Humanidad ¿Pablo Neruda fue un visionario de Valparaíso como Patrimonio Cultural de la Humanidad?

–Fue un visionario de Valparaíso en muchos aspectos y sin duda especialmente en ése. Cuando en 1970 fue nombrado Hijo Ilustre de nuestra ciudad, el discurso con el cual improvisó apasionadamente sobre el puerto de Valparaíso en el Salón de Honor de la Municipalidad, debió conservarse como uno de los mejores documentos a favor de la distinción. Porque se refería precisamente a ese Valparaíso del siglo diecinueve, que fue decisivo.

«Exaltó tanto la belleza de la antigua arquitectura de las edificaciones del plan (así se denomina la parte baja de esta ciudad que parece colgada del aire) como la indiferencia conque cada día se echaba abajo ese testimonio
irrecuperable del pasado, de la fuerte identidad de una ciudad puerto que le parecía la más bella del mundo y que le evocaba a Toledo ‘en la fuerza de su magia’. Exhortó a la preservación de su identidad, de su historia, de lo que aún podía recuperarse formulando un llamado al despertar y al orgullo del porteño por la ciudad en que Rubén Darío publicó su Azul.

«Y textualmente dijo: ‘Encontrábamos aquí la puerta del gran océano, el sitio de los combates marinos, la llegada y partida de los antiguos barcos que cruzaron el mundo, de los veleros más famosos de las navegaciones. Todo estaba en las puertas mágicas de Valparaíso. Podíamos tocar con nuestras manos un rincón de la patria de los sueños’. Y es que, ese discurso improvisado en 1970, está reproducido ahora en un libro que dedicó a Valparaíso y publicó la Universidad que lleva su nombre.

«Se trata de los originales que aparecieron anteriormente… pero no súper vigilados por él en sus Memorias, Confieso que he vivido. Enamorado como siempre lo fue de Valparaíso, aportó su voz, ya probada en poemas y narraciones, pero, claro, sin saber que estaba contribuyendo a su titulo patrimonial. O a lo
mejor, en su inconsciente lo sabía».

–En 1992 se publicó Valparaíso, una compilación hecha por Neruda ilustrada por Sergio Rojas, destacado pintor y grabador, el proyecto estaba previsto para 1973 ¿Cree que a Neruda le faltó tiempo para escribir sobre Valparaíso?

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–Bueno, lo que faltó fue poder anticiparse a esa fecha, pues al sobrevenir en ella el golpe militar, él se hallaba ya enfermo y muchas veces me dijo que Valparaíso era una ciudad difícil, que no era fácil abarcarla, llegar a
su profundidad, expresar todo lo que sugería y que aunque le había dedicado tantos poemas, a él le parecía que no le había escrito todo lo que quería. También me dijo que sentía que no se había dado ‘el verdadero
escritor de Valparaíso’. Me parecía ver en él cierta ansiedad o insatisfacción. De todos modos, el libro se publicó, primero en edición de lujo, con hermoso empaste y los grabados notables de Sergio Rojas, y al
agotarse, se hizo una segunda edición, más accesible, en enero de 2006, edición antológica en poesía y prosa y de 6.500 ejemplares, siempre ilustrada por Sergio Rojas, que era profesor de la Universidad.

–Y usted, que ha escrito tanto sobre Neruda y lo conoció personalmente, ¿hay algo que nunca haya contado de su amistad con el poeta?

–Mi libro sobre él, el definitivo, Neruda vuelve a Valparaíso (2004), que la editorial de la Universidad Católica, había ya publicado con cien páginas menos en 1983, creo que logró lo que ansiaba: demostrar la vinculación tan cálida que el poeta tuvo con mi ciudad natal. < «No creo haber tenido necesidad de contar cada broma que hizo en una amistad de veinte años, pues se sabe el sentido del humor que lo caracterizaba, pero creo haber podido aportar bastante a ese desconocimiento Valparaíso-Neruda, que fue bastante grande en su tiempo. Increíblemente grande, a pesar que él mostró su fascinación por esta ciudad desde su adolescencia en Temuco, a los quince, dieciséis años, cuando enviaba sus versos a una revista literaria, de circulación nacional, llamada Siembra, donde se firmaba aún Neftalí Reyes y en la que colaboraba también Gabriela Mistral. Y muchos escritores de alto nivel literario.

«Conservo un preciado ejemplar, pero no el número donde publicó el poema Viejo ciego, llorabas que después incluyó en Crepusculario (1923), me parece que con el mismo nombre, no estoy segura. Y si hay algo que no he contado, será porque la memoria no puede retenerlo todo o no le da, en cada etapa de la vida, la misma importancia a los hechos. Puede que me haya ‘saltado’ sin saber, las muchas cosas interesantes, pero no recuerdo haber omitido cosas voluntariamente. Es más. Él, como a su simpática amiga
Aída Insunza, nunca me habló de política».

–¿Cuál es la historia de las fotografías, dibujos y los poemas inéditos que publica en la versión 2004 de Neruda vuelve a Valparaíso?

–Sería largo de contar, pues cada uno tiene su historia. Hay para muchas crónicas, pero en todo caso, es mi colección particular que he ido reuniendo al correr de los días y las cosas.

–¿Por qué su libro Neruda en Valparaíso fue traducido al alemán? Sería natural pensar en una traducción al italiano ¿no lo cree así?

–Sí, o al francés. Pero se trata de otra historia increíble. Y además, la edición es preciosa, el libro lo publicó la editorial Atlantik, de Bremen, para el Centenario de Neruda (2004). Fue un regalo inesperado. Y como
le digo, de lujo. Y como el alemán tiene esa característica de alargar el lenguaje traducido, pesa varios kilos. Neruda decía que el mejor idioma para traducir la poesía era el italiano. Supongo que la prosa también.

–El crítico literario Jaime Concha me dijo en exclusiva que «Neruda descubre al indígena simbólicamente en el muralismo mexicano», ¿de ahí la necesidad del poeta de llevar a Siqueiros, Diego Rivera, González Camarena y Juan O’Gorman a su país?

«Usted entrevistó a dos muralistas mexicanos ¿Tiene razón Jaime Concha? ¿Qué le dijeron González Camarena y Juan O’Gorman?»

–Neruda descubrió al indígena tempranamente en Temuco, luego lo exaltó en su Canto general, que publicó en México, pero que empezó a escribir en Chile, incluso en Valparaíso durante la persecución política de González Videla. En 1948 escribió El fugitivo que grafica esta época, oculto en un caserón del cerro Lecheros, mirando al mar, los barcos, oyendo los trenes desde el sótano y su pequeña ventana:

«Amo Valparaíso cuanto encierras
y cuanto irradias, novia del océano»

«Allí escribiría un capítulo entero a Valparaíso.

«En cuanto al viaje de esos colosos del muralismo mexicano, Neruda tuvo mucho que ver; su consulado en México, su conocimiento de la cultura mexicana cuyo muralismo es como el mascarón de proa de América, en la imagen indígena, que es parte de nuestra historia, Neruda tuvo una cercana fuente, incluso inspiración poética y amistad con varios escritores mexicanos. Tuve la suerte de conocer a tres de los cuatro muralistas que nombra, a Diego Rivera, cuando visitó la Escuela de Bellas Artes de Viña, yo estudiaba
dibujo y escultura. En cuanto a mi conversación con los muralistas Jorge Camarena y Juan O’Gorman fue posible gracias a Neruda quien me los presentó.

«Con Jorge González Camarena nos hicimos amigos, los entrevisté para el diario La Nación de Chile; estuvieron muy contentos, sobre todo Jorge que era muy profundo y sensitivo, aparecemos los tres en una muy buena fotografía; Neruda celebró a los muralistas en su casa La Sebastiana, donde sentados junto a la chimenea encendida, era invierno, conversamos toda la noche. Fue una tertulia maravillosa, ellos regalaron a Chile valiosos murales, teniendo como ayudantes a artistas chilenos, uno de ellos, Eugenio Brito, que después fue invitado a México por Jorge González Camarena. Los murales mexicanos se pintaron en el sur chileno, en las ciudades de Concepción y Chillan».

–Juan Rulfo fue un admirador de la novela La amortajada (1938) de Maria Luisa Bombal, ella le dedicó un prólogo a usted para En la orilla del vuelo (1973) publicado por la editorial Losada ¿podría escribir una asociación de ideas al escuchar esos tres nombres: Rulfo, Bombal y Losada?

–Muchas, nuestra gran María Luisa, muy amiga mía y de Neruda también, pero en su adolescencia. Mis pequeñas hijas la adoraban, ella era parte de nuestro hogar, Neruda fue muy protector con María Luisa y en el aspecto intelectual, él decía que ‘era la única mujer con la que se podía hablar de literatura’. Esto siendo de joven muy alegre y divertida, de un humor parecido al de Neruda.

En épocas dramáticas de su vida, Neruda se llevó a María Luisa, aún cuando el poeta estaba casado con la holandesa Maruca Hagenaar, a vivir a Buenos Aires, donde conocieron a Federico García Lorca.

«En Argentina María Luisa escribió La última niebla y La amortajada, y posteriormente Historia de María Griselda que Victoria Ocampo publicó como Una novelle en su revista Sur de Buenos Aires.

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«Formaba parte de esas tertulias porteñas su editor español Gonzalo Losada, a quien conocí en Isla Negra y que tuvo la generosidad de publicarme dos libros de poesía, Viaje en la arena y otro titulado En la orilla del vuelo (con prólogo de María Luisa Bombal), éste último editado por Losada en Buenos Aires en 1973; don Gonzalo viajó a La Sebastiana de Valparaíso y le organizamos una fiesta pascuense que nunca olvidó. En otra fiesta conocí a Juan Rulfo, en Isla Negra, hace muchos años (en 1969), y al que no me atreví a confesarle nada, pues me bastó saber que estaba allí, en esa verdadera cofradía nerudiana de amigos
insospechables que llegaban de ultramar; y que me parece evocar uno a uno, extranjeros y nacionales vagando entre los mascarones de proa y girando en ese barco que era la casa de Neruda en Isla Negra, mis recuerdos sobrepasan desgraciadamente el espacio de esta entrevista.

«Hace poco terminé de leer un epistolario maravilloso de Juan Rulfo dedicado a Clara Aparicio, su
‘Chachita’, con la que luego fue su esposa, sigue siendo el mismo melancólico y doloroso Rulfo. Y en mi libro Neruda en Valparaíso aparece con Antonio Skármeta y Neruda abrazando a los dos en una fotografía de la argentina Sara Facio».

–¿Alguna vez Neruda le mencionó la ciudad de Cuernavaca?

–Por supuesto, se aprendían con él los caprichosos nombres de las ciudades mexicanas que parecía saberse de memoria. De Cuernavaca parecía sentirla muy cerca, en su ciudad publicó el edicto de divorcio de Maruca Hagenaar y visitó a David Alfaro Siqueiros en su Casa Taller de Cuernavaca (1966). En 1941 a Siqueiros se le concede una visa para que salga de prisión, Neruda fue quien abrió la entrada a Chile siendo cónsul en un momento al parecer polémico.

«En Neruda se producía ese fenómeno de acercamiento a un pueblo que es muy querido por el nuestro. Y que allá se consolidaron sus amores con Matilde Urrutia, en 1943, después de unos años de haberse conocido en Chile. Es imposible que el chileno no se sienta identificado con la cultura mexicana, su música popular, sus escritores, el cine mexicano que hizo época en nuestro país, etcétera. Hablábamos siempre de alguna cosa relacionada con ese inmenso país que ha sabido introducirse en nuestra forma de sentir».

–Mi tío, el escritor Carlos Casasús trabajó junto a Neruda en 1932 en el Departamento de Extensión Cultural del Ministerio del Trabajo de Chile. Sé que su esposo Jorge Luer fue amigo de Casasús ¿Con qué dato o experiencia me puede ayudar para recuperar mi memoria familia?

–Del escritor y poeta Carlos Casasús, gran enamorado del puerto de Valparaíso, entusiasta declamador de sus versos, según datos de la antología de Oreste Plath Poetas y poesía de Chile sobre poetas chilenos, puedo dar fe de haberlo conocido en 1958 en la alcaldía de Valparaíso, donde se me entregó de parte del alcalde radical, Santiago Díaz Buzeta, mi primer libro, La ciudad indecible (con prólogo de Neruda). Carlos Casasús, como dato anecdótico puedo contar que fue un antiguo pretendiente de mi madre en su
juventud, Sara Luz de los Heros, que era una gran belleza.

«Poeta laureado en los Juegos Florales de 1924, que organizara la revista Zig Zag y el diario La Nación de Santiago. He leído que en el Ateneo de Valparaíso, tuvo lucida actuación, también allí fue premiado. Cantó con pasión al puerto de Valparaíso en su libro Altamar (1928). Como Salvador Reyes, acusaba la honda influencia del mar. En cuanto a mi marido, él recuerda haber conocido a Casasús en Valparaíso, siempre impecable joven de apuesta figura, muy elegante y garboso».

–Leí un ensayo vuestro en el Boletín de la Fundación Neruda (número 11; Chile, 1992) ¿Ha vuelto a publicar con la Fundación Neruda? ¿Quién mejor que una amiga del poeta para opinar sobre la inversión de la Fundación Neruda junto a un asesor y embajador de la dictadura pinochetista como lo es Ricardo Claro?

–He colaborado en diversas épocas con la Fundación Neruda y tendría que revisar la suscripción que recibo para poder darle más títulos y temas de esas colaboraciones literarias desinteresadas. Mi afán era no seguir
viendo cerradas para la gente las casas de Neruda.

«Como periodista luché escribiendo crónicas que ni siquiera en el gobierno militar se me objetaron, tal vez porque no eran políticas y las animaba el espíritu de ver resucitar al generoso Neruda que era feliz abriendo su hospitalidad a todos, sus colecciones, su alegría oceánica, visible en cada una de sus casas, hechas a
medida del tiempo, con fantasía y creatividad, maltratadas en horas negras, pero al fin reconstruidas y salvadas del olvido y el odio. Eso me animaba, pero sin convertirse en objeto turístico rentable fundamentalmente; lamento mucho, por ejemplo, el despido de Bernardo Reyes, (escritor y sobrino de
Neruda) autor de libros reveladores y valiosos acerca del entorno familiar, poco o nada conocido del poeta.

«Opinar sobre inversiones por último no es mi fuerte y tampoco profundizar en personas que no conozco, como para dar testimonios que prefiero dejar a los entendidos mejor informados.

«Ahora, estimado amigo, en cuanto a lo que usted ha testimoniado en su ensayo impresionante: La gestión de la Fundación Neruda, recién me informo gracias a su excelente texto, si bajo cuerda o sobre cuerda no se cumple con el espíritu verdadero, el único, el mayor, el de Neruda, que siempre soñó una Fundación predominantemente cultural para dejar en legado a todos nosotros, los chilenos y latinoamericanos».

Obra de Sara Vial

La ciudad indecible (con prólogo de Pablo Neruda, 1958);

Un modo de cantar (con prólogo de Juvencio Valle, 1962);
Viaje en la arena (Losada, 1970);
En la orilla del vuelo (con prólogo de María Luisa Bombal, 1973);

Poemas y grabados (con prólogo de Pablo Neruda, 1970);
Al oído del viento (Universidad Católica de Valparaíso, 1977);

Mi patria tiene forma de esperanza (1980);

Sonetos de espuma y queltehues (Premio Juegos florales Gabriela Mistral, 1981);

Neruda en Valparaíso (ediciones Universidad Católica, 1983);

La abeja de fuego (Conversaciones con María Luisa Bombal, 1986);

Las crónicas de Lukas (selección y prólogo de Sara Vial, 2001);
Valparaíso el violín de la memoria (DIBAM, 2001);
Memorial del Valparaíso regional (Breviarios 1993-2006);
El hierro deshojado (Premio Pedro Oña, Santiago de Chile; inédito),
y El cielo en el espejo (poemas, libro inédito).

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* Periodista.
Entrevista publicada en el diario mexicano La Jornada Morelos y en Clarín, periódico digital chileno. Se reproduce aquí por gentileza del autor.

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