Saramago: no a la utopía, el asunto es la realidad

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

A fines de mayo la prensa mexicana informó que la Universidad Nacional Autónoma de México -la mayor de América Latina y una de las más importantes del mundo- anunciaba la creación de una cátedra dedicada al Nobel de Literatura José Saramago. «La cátedra multidisciplinaria tendrá como objetivo difundir los avances del conocimiento en las áreas de las letras, las humanidades, el arte y las ciencias sociales de interés mutuo -señaló entonces el director de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Ambrosio Velasco» (http://noticias.vanguardia.com.mx/showdetail.cfm/373181/Alojar%C3%A1-la-UNAM-la-c%C3%A1tedra-Saramago).

Agregaba la información de La Vanguardia que el catedrático había señalado: «este intercambio responde al espíritu de José Saramago de aprender de lo distinto y lo distante para enriquecer la propia mirada, el auténtico ser, la auténtica visión de nuestro mundo y de nuestra cultura».

Los recuerdos del escritor

Hay que borrar la utopía de la mente, dijo Saramago en la inauguración de la cátedra. «Prefiere enfocar sus propuestas para que se cumplan ‘el día del mañana'», apuntó el periodista de , Ángel Vargas, cuyo texto se transcribe*.

Suprimir el concepto utopía de la mente y el espíritu humanos fue uno de los tres llamados que hizo ayer el escritor José Saramago, al inaugurar una cátedra extraordinaria que lleva su nombre y que será impartida en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.

«Utopía -definió- es algo que no se sabe dónde está, ni cuándo, ni cómo se llegará a ella. La utopía es como la línea del horizonte: sabemos que, aunque la busquemos, nunca llegaremos a ella, porque siempre se va alejando conforme se da cada paso; siempre está fuera, no de la mirada, pero sí de nuestro alcance».

Los otros dos emplazamientos realizados por el premio Nobel de Literatura 1998 fueron el derecho y la obligación que se tiene en esta época con el respeto y la práctica de los derechos humanos, así como la conciencia que debe existir en torno a la importancia de la palabra.

Tres recuerdos fue el título que improvisó Saramago luego de advertir que no había preparado texto alguno y que la suya sería entonces una «no conferencia», es decir, una intervención más libre y espontánea.

La ceremonia tuvo lugar durante la tarde-noche en el auditorio Alfonso Caso de la UNAM, que resultó insuficiente para albergar a los funcionarios universitarios, catedráticos y estudiantes que se dieron cita, ante lo cual se acondicionó una pantalla a las afueras del inmueble, en la que se transmitió el acto en directo.

Antes de la participación del autor de Ensayo sobre la lucidez, José María Pérez Gay ofreció una semblanza sobre el escritor portugués, en la que lo resaltó como hombre de bondad e inteligencia.

El primer recuerdo de Saramago se remontó a mediados de los 90, cuando fue convocado a Oviedo, España, como parte de un grupo de escritores, filósofos y sociólogos, con el fin de elaborar 10 propuestas para el nuevo milenio. Fue en esa parte de la charla en la que Saramago se declaró contrario a las utopías, y contó que, a diferencia de sus colegas, decidió en aquella ocasión enfocar sus propuestas «para el día del mañana». Entre otras mencionó acabar con el hambre, «porque es algo que se puede», y regresar a la filosofía.

Regresar a la filosofía, precisó, no significa hacer una humanidad de filósofos, sino recuperar el cultivo del pensar, de la reflexión, del criterio crítico, del análisis objetivo, luego de que «nuestra condición humana está siendo reducida a una especie de máquina parlante que con el uso empeora cada vez más y se reduce a tópicos, a lugares menos que comunes, a un empobrecimiento del lenguaje».

De acuerdo con el autor de Todos los nombres, el ser humano recurre a la utopía por una especie de frustración: la imposibilidad de situar en un tiempo y un lugar determinados algo que necesita o le gustaría que sucediera ahora. «Si alguna palabra retiraría yo del diccionario sería utopía, porque no ayuda a pensar, porque es una especie de invitación a la pereza. La única utopía a la que podemos llegar es al día del mañana», enfatizó.

«Dejemos la línea del horizonte, dejemos la utopía, no se sabe dónde está, ni cómo, ni para cuándo; el día de mañana es el resultado de lo que hayamos hecho hoy. Es mucho más modesto, mucho más práctico y, sobre todo, mucho más útil».

Tras expresar que tampoco le agrada mucho la palabra esperanza, por ser una especie de sinónimo de utopía, José Saramago asumió que no creer en la utopía es poco redituable e incluso negativo para quienes, como en su caso, se asumen y declaran de izquierda, «porque el concepto de utopía va unido al concepto de izquierda; si no se tiene una utopía uno no es de izquierda». No obstante, subrayó que resulta «absolutamente todo lo contrario», ya que, para fines políticos, se debe saber que uno está y puede trabajar sólo en la realidad.

El segundo recuerdo de Saramago se situó en el día que recibió el Premio Nobel, el 10 de diciembre de 1998, fecha en la que se cumplió también el cincuentenario de la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ante lo cual se realizó una celebración mundial, de la que no quedó al margen la Academia Sueca.
Celebraciones que fueron calificadas por el escritor de hipócritas, toda vez que «nunca se ha respetado» ninguno de los 30 puntos que integran la declaratoria de los derechos humanos.

Instó a los universitarios a ser conscientes de que cada derecho conlleva una obligación, y así como sin democracia no hay derechos humanos, tampoco hay democracia sin la participación de los mismos. «Vivimos una especie de comedia de engaños, en el que uno cree que engaña al otro, y sólo termina por no pasar nada».

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* Publicado en La Jornada el dos de diciembre de 2004 (www.jornada.unam.mx/2004/dic04/041202/048n1con.php).

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