Ser oposición

Álvaro Cuadra.*

Desde que la derecha asumió la presidencia en Chile, se advierte una clara desorientación en las filas de la nueva oposición. Pareciera que, tras su salida de La Moneda, dirigentes y partidos hubiesen perdido la brújula política. Es cierto, en los sectores gobiernistas las cosas no han sido, finalmente, tan diferentes. En ambos sectores se observan tensiones mal disimuladas, medidas precipitadas, declaraciones desafortunadas y uno que otro bochornoso episodio.

No se puede negar que el terremoto y sus secuelas han desdibujado, en lo inmediato, la agenda de todos los actores políticos, produciendo este periodo de desorden e incertidumbre. Con todo, sería inútil negar que el gobierno encabezado por el señor Sebastián Piñera ha logrado mantener cierta iniciativa, apropiándose de cuestiones tan sensibles como una reforma tributaria y la ley de elecciones, ambos, temas recurrentes de todas las campañas.

Todo esto en medio de un protagonismo mediático del primer mandatario, asegurado por el desequilibrio a su favor, más que evidente en este ámbito y, a pesar, de las voces y liderazgos críticos que han surgido en la tienda derechista.

En un país como el nuestro, en que lo político se administra institucionalmente en el Poder Legislativo a través de partidos políticos, resulta preocupante que la oposición al gobierno de derecha, constituida en su amplia mayoría por los partidos de la Concertación, no haya logrado todavía instalarse como tal. Su conducta errática, sumada al desprestigio del conglomerado, ha generado un cuadro de desorden y falta de liderazgo, que compromete su papel como entidad política opositora.

Los grandes temas políticos del Chile actual, desde las políticas medioambientales hasta la flexibilización laboral, pasando por cuestiones tan puntuales como el financiamiento de la “reconstrucción”, son opacados por distractores mediáticos y escándalos que nos alejan de cualquier discusión seria y de fondo sobre los problemas que comprometen el presente y el futuro del país.

Le corresponde a una oposición responsable hacerse cargo, precisamente, de fiscalizar las políticas públicas y debatir sobre aquellas cuestiones. De otro modo, corre el riesgo de convertirse en mera comparsa de un sainete neoliberal con aires democráticos.

Las armas de la oposición se pueden resumir en tres palabras: Congreso, medios y movilización. Sin embargo, ninguno de ellos resulta relevante si no hay claridad política acerca de cómo enfrentar a un gobierno empresarial legitimado por el voto popular,

El próximo 21 de mayo, el nuevo gobierno debe hacer pública su Carta de Navegación ante el país. Ciertamente, se trata de un evento político llamado a poner orden en las filas de la Alianza, señalando las políticas y horizontes de la administración Piñera; no obstante, esta fecha marca también un momento muy importante para la oposición, en cuanto la exhorta a delimitar con claridad estratégica y política su papel en los años venideros.

* Doctor en semiología, Universidad de La Sorbona, Francia. Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados, Universidad ARCIS, Chile.

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