«Si no estás conmigo, estoy contra ti»

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Gabriel Castillo-Herrera.*

Cualquiera, con tres —no harían falta cuatro— dedos de frente pensaría que, si así fuera, no habría muertos o, al menos, no sumarían tantos como han sido. Pero para el calderonismo, al que ya le cuesta trabajo ocultar su vocación fascista, la lógica no existe.

Es de todos conocido que la población de Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua, ha sufrido —en demasía— los errores de la estrategia contra los carteles del narcotráfico y de la violencia en general, al grado que los habitantes de tal ciudad no quieren saber más sobre la policía federal ni el ejército, instancias que han propiciado un incremento en la escala de violencia que asuela a aquella población fronteriza. Tal que, en visitas que ha efectuado a la misma, el presidente elegido en tribunales ha sido cuestionado acremente, conminado a retirar al ejército de las calles y se llegó al grado de pedirle su renuncia.

Los quejosos, en vez de recibir soluciones, se quedaron en la catarsis; Felipe Calderón decidió: “…el ejército no se va”. Y las víctimas mortales civiles —unas a manos de la delincuencia y otras a manos de quienes Felipe se niega a retirar— siguen aumentando. Y él, campechanamente, anuncia “…seguirá habiendo muertos”; sí, “daños colaterales”, como su desprecio por la vida humana, mientras no sea la de sus cercanos, cataloga.

¿Es acaso su respuesta —que, en tal caso, se pudiera considerar enfermiza— a una madre que perdió a sus hijos y que se atrevió a espetarle —cara a cara y ante los medios— que si él hubiera perdido a los suyos “buscaría a los culpables hasta debajo de las piedras”?

Y a lo del viernes. Estudiantes universitarios se manifestaron contra la violencia y la militarización en aquella entidad; la secuela fue un estudiante herido por balas provenientes de… ¡fuerzas del orden! ¿A quién, en su sano juicio, se le ocurriría disparar contra una manifestación pacífica?

La Secretaría de Seguridad Pública declaró que la policía había disparado al aire; argumentación que se antoja cretina (en su acepción de estúpida) pues cabría preguntar inocentemente: ¿qué hacía volando un estudiante para que los disparos al aire se le alojaran en el vientre? Otra: que “…algunos traían pasamontañas”; así que ya sabe, apreciable lector: traer pasamontañas es como portar una “cuerno de chivo”. Cabría preguntarse por qué el subcomandante Marcos se paseó —literalmente— por todo el país en su gira de la “¡Otra Champaña!” sin que nadie le disparara “al aire”.

Como dije en otro espacio, la consigna de Calderón —inspirada, aunque modificada en otra de George W. Bush— es la que da título a este escrito.

* Escritor.
Publicada en la revista electrónica Por la libre.

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